Manolo Tena, la muerte dejó caer el telón
Foto: kedin.es

En la suma de talentos que dio lugar a la movida madrileña de la década de los ochenta, Manolo Tena fue uno de los artistas que más sumó. Sin duda su voz carrasposa, su chulería y sobre todo su creatividad le convirtieron en uno de los referentes del pop español que surgió como respuesta, como haz creativo de luz a una larguísima etapa de oscuridad.

Extremeño de origen pero gran poeta maldito del barrio de Lavapiés, donde vivió gran parte de su vida, en el árbol genealógico del rock español siempre brotarán sus canciones. Pues fue este Rimbaud de la movida, un loco genial que vibró con los acordes de Frank Zappa y portó en la funda de su guitarra los sueños de un rebelde underground que vivió la vida cucharada a cucharada, nombre del primer grupo en el que creyó. En el que creyó en la fusión del rock y el teatro como voz y grito de respuesta a la represión, como irreverente sonido con el que quiso envolver los nuevos tiempos. A caballo entre la protesta antifranquista y la escenificación de la transgresión, donde sin dejar de olvidar a Lorca, Gil de Biedma o Kavafís, se entregó por completo a Baudelaire. Y siendo carne de censor y la prohibición fue creciendo su talento entre las sombras de una nueva luz que alumbró canciones como Sociedad peligrosidad, (canción protesta contra la Ley de vagos y maleantes) Esta noche, y Quiero bailar Rock & Roll.

Entre sombras y luces la palabra que definió a Manolo Tena fue sobrevivir, pues ser eterno de la movida y sobrevivir parecen términos absolutamente incompatibles. No todo el mundo es capaz de sobrevivir en las catacumbas de la droga sin partir definitivamente de ‘viaje’. Como músico maldito formó la banda, Alarma junto a antiguos miembros de Cucharada y en 1988 dio comienzo a su aventura en solitario, en la que ya dio a conocer de forma definitiva su indiscutible talento. Su primer trabajo, Tan Raro con el fantasma de la locura genial llamando a su puerta, supuso el sello de distinción de un tipo que no llegó tarde a vivir su vida, sino que la vivió como quiso aunque por el camino encontrará atascos, que en su caso siempre fue un trayecto de colapsadas avenidas. Porque Manolo Tena es corazón malherido, es la pobre ola que se quiebra tan sola, el pobre río, es Loco por verte. Es un artista de referencia al que recurrieron una larga serie de cantantes como Miguel Ríos, Luz Casal, Rosario Flores, enorme fuente y arroyo de inspiración. Es monumento, escultura de bronce de un movimiento cultural, una generación en la que se cagaron las palomas de la vida. Un extraño en el paraíso, juguete de la desilusión que escribió en la estafa de los sueños de papel. Aquel que se refugió del Frío en un castillo de arena que se desmoronaba, la encarnación de un bello verso equivocado, al que nadie (ni él mismo) hizo caso.

Maravillosos versos equivocados, tan equivocados como para Tocar madera tentando constantemente a la suerte. Como para tomar un trago con la esquizofrenia y volver de ella, tumbarse en el diván errático de las drogas y escuchar al camarero psiquiatra. Crear sobre servilletas de papel impregnadas de gasolina y prender fuego a su propia vida. Tocar el cielo con Sangre Española (disco del que vendió más de medio millón de ejemplares) y desde el ático de la popularidad lanzarse al vacío del olvido sin avisar a los bomberos. Porque sus canciones surgen de una cabeza genial en la que no se sabe si hubo tristeza o alegría. Porque su voz es una derrapada grandiosa que araña conciencias en la cuerdas vocales del asfalto de la mo…vida.

Con la grandeza de Despertaré cuando te vayas, Manolo Tena se libra por fin de la asesina rutina burlándose definitivamente de la esclavitud del tiempo porque sencillamente es eterno y no existe oscuridad que impida su viaje. Con Llévame hasta el mar ya sueña que es orilla, estrella que brilla en un sueño eterno sin posibilidad de estafa. Como versó Manolo, la muerte dejó caer el telón, y como Enrique Urquijo, Antonio Vega y Antonio Flores, vuelve a estar con ellos de viaje.

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