La final de la Conferencia Americana tendrá al ganador del Super Bowl XLIX y al finalista de la edición 2014, que cayó ante Seattle. Bajo el poderío de dos mariscales de campo emblemáticos y reconocidos, New England Patriots y Denver Broncos asumirán un duelo particular. En primer lugar, el campeón del año pasado es uno de los equipos más sólidos de la liga. Diagramado desde la mentalidad ganadora de su entrenador, el mañoso Bill Belichick, Patriots posee elementos letales para repetir la historia.

Aunque no lo crean, “Pats” tiene una muy buena defensiva que sabe trabajar mejor ante los acarreos que cuando le lanzan. A Chiefs lo mantuvo a rayas durante la primera mitad y como resultado apenas anotó dos goles de campo. En ofensiva, su as de espadas es nada menos que Tom Brady, el líder indiscutido de la franquicia y, para muchos, el mejor quarterback de la era moderna. Brady tiene receptores excepcionales para llevar adelante un ataque aéreo mortal, con Rob Gronkowski, Danny Amendola y Julian Edelman.

¿Y cuál es su punto débil? El ataque por tierra es la estrategia que New England no desea ni sabe explotar porque basa su juego en los lanzamientos. Así y todo, contó con jugadores como LeGarrette Blount y Dion Lewis para alternar la ofensiva aérea con algunos acarreos, pero ambos se lesionaron y esa opción ahora es prácticamente nula. Por lo tanto, Patriots carece de esta opción de ataque que le impide ser un conjunto perfecto.

En la vereda de enfrente, Denver Broncos acaba de pasar raspando a Pittsburgh Steelers y, de no ser por las ausencias de la visita, los conducidos por Gary Kubiak se hubieran marchado antes de los playoffs. El sólido trabajo de la defensa es el argumento de mayor impacto en Broncos. La presencia de Peyton Manning fue calamitosa en la temporada regular y los estupendos receptores -Demaryius Thomas y Emmanuel Sanders- todavía aguardan los pases mágicos del veterano mariscal. Ésta es la pata floja de la mesa de Denver (la actuación de Manning) porque por tierra se han defendido bastante bien con Ronnie Hillman y CJ Anderson, dos corredores audaces y bastante respetables. No obstante, sin un comandante confiable, el futuro cercano del equipo de Colorado podría ser bastante complicado.

En la Conferencia Nacional, dos potencias dispondrán sus cañones para una guerra difícil de pronosticar. Arizona Cardinals se debilitó en los minutos finales del partido ante Packers y prolongó el encuentro hasta el tiempo extra, exhibiendo cierta debilidad. Los últimos lanzamientos de Aaron Rodgers preocuparon a una defensiva que había sido bastante firme en la temporada regular y que jamás sufrió de esta manera. Las presiones generadas por un nerviosismo galopante -ante el avance de Green Bay y el retroceso del reloj-, permitieron que Rodgers casi se transforme en héroe.

Posiblemente, la falta de experiencia de este plantel postemporada lo hizo retroceder y dudar de sí mismo. Además, Packers igualó el pleito sin sus receptores titulares y con un corredor excedido en peso. Los inconvenientes defensivos de Arizona ante el envión final de Green Bay no fueron sus únicas flaquezas porque hasta Carson Palmer estuvo lejos de ser el quarterback de 2015. El lanzador titubeó demasiado, no lució seguro y fue salvado por las virtudes de sus receptores Larry Fitzgerald -sobre todo-, John Brown y Michael Floyd. El juego terrestre no pudo imponerse, a pesar de culminar sexto en la NFL, y la opción de acarrear estuvo limitada por la muralla visitante. Así, Cardinals bajó el rendimiento general del equipo, salvo el de sus receptores.

Desde el otro lado, Carolina Panthers asumió su rol de favorito, producto de una campaña demoledora y una confianza extrema. Fue uno de los conjuntos más destacados del año, producto del superlativo rendimiento de su mariscal de campo, Cam Newton, quien contagia al resto de sus compañeros con una agilidad envidiable. El ataque terrestre es el mejor de la liga, gracias al trabajo de Newton y de Jonathan Stewart.

En cuanto al juego aéreo, el carismático quarterback mejoró considerablemente durante 2015, pero hay dos motivos que lo restringen: por un lado, solo cuenta con Greg Olsen como receptor de elite y, por otra parte, Newton tiene un rating descendiente respecto a la efectividad de sus lanzamientos. Además, el alto perfil que viene demostrando últimamente podría ser perjudicial porque genera un exceso de confianza exagerado. Carolina no es un equipo indestructible, aunque parezca infalible. Hasta el momento, supo construir unidades vigorosas y se adaptó ante la adversidad , pero deberá confirmar su potencial con un título importante.

En consecuencia, los cuatro finalistas arribaron a esta instancia con rendimientos individuales muy altos y con algunos de sus mecanismos en su máxima potencia. Asimismo, descubren ciertas falencias en sectores desequilibrados o carentes de elementos destacados. El equipo más desestabilizado es Broncos aunque las sorpresas en postemporada están a la orden del día...