Termina diciembre, empieza enero. Llega un año nuevo y nos llenamos de propósitos. Pensamos en cosas que podemos mejorar, nos ponemos objetivos, nos proponemos llegar a la cima que no pudimos alcanzar en los doce meses anteriores. Da igual que hayas alcanzado metas similares una, dos, tres o hasta cuatro veces; todos queremos más. Incluso Tom Brady, probablemente el mejor quarterback —the GOAT— de la historia de la NFL.

Marcando la pauta desde el principio

El primero de enero de 2017 vio disputarse la última jornada de temporada regular de la pasada campaña de NFL. Los New England Patriots viajaban a Miami, donde Brady deleitó a los presentes con una actuación estelar. El pasador de los Patriots completó 25 de 33 para 276 yardas y tres TDs. Los de Foxboro completaban la temporada con un balance de 14-2 y el primer puesto en la clasificación de su conferencia.

Es difícil sacar a Brady de la carrera por el Lombardi. El veterano jugador conoce todos los trucos y, en la recta final, sabe sacar los codos y dejar a los rivales sin espacio. Más aún si los partidos se tienen que disputar en Foxboro. Los Texans primero y posteriormente los Steelers vieron su temporada terminada en el Gillette. Los de Houston pusieron en problemas a Brady, forzando algún que otro error gracias a su excelente capacidad de generar presión interior. Los Steelers, fieles a su historia particular con Brady y Belichick, plantearon un sistema de defensa zonal que Tom Terrific no tardó en destrozar.

Una Super Bowl para la historia

Febrero trajo consigo una nueva edición de la Super Bowl, la quincuagésimo primera, celebrada en el NRG Stadium —antiguo Reliant— de Houston enfrentando a los New England Patriots y a los Atlanta Falcons, poseedores de una de las ofensivas más excitantes de toda la liga. Sería la defensa, sin embargo, la que robaría el protagonismo durante los primeros cuarenta y dos minutos de encuentro. Dan Quinn planteó un duelo físico en la línea de scrimmage, anulando la capacidad de los Patriots de desmarcarse rápido.

Todos conocemos la historia. Últimos minutos del tercer cuarto, 28-3 a favor de Atlanta. Los Patriots no iban a dejar a los de Georgia marchar con el Lombardi. "Va a ser una historia cojonuda", repetía Julian Edelman en la banda. "Hay que centrarse ahora, concentración láser", pedía Brady a los suyos. Hay personas que se crecen ante la adversidad, que cuando más lo necesitan son capaces de sacar la voluntad del fondo de su corazón. Ese es el verdadero legado que Tom Brady va a dejar en aquellos que han compartido el césped con él, y con todos los que lo han disfrutado alrededor del mundo. Los Patriots consiguieron ejecutar todas las jugadas necesarias para forzar el empate, tanto en ataque como en defensa, y por primera vez en la historia de la Super Bowl habría prórroga.

New England ganó el sorteo y eligió recibir el balón. En ese momento no había ni un alma que dudase de los Patriots. Iban a coger el balón y marchar las setenta y cinco yardas —o las que fueran— para llevarse el trofeo a casa. Y así lo hicieron. Ocho jugadas después de que los Falcons entregasen el ovoide, James White cruzaba el plano de la zona de anotación y los Patriots culminaban la mayor remontada de la historia. La victoria más improbable que jamás se ha visto. Medios especializados como Pro-Football Reference daban a los Falcons un 99.90% de probabilidades de victoria en el tercer cuarto. Cuando tienes a Tom Brady en tu lado del campo no hay nada imposible.

Un currículum de leyenda

La victoria en Houston otorgó a Brady su quinto anillo de campeón, además de su cuarto MVP de la Super Bowl. Ambos datos son máximos históricos. Muchos de los grandes de este deporte se dejan la salud en el campo peleando por llegar al gran partido una vez en su vida. Tom Brady ha llegado siete veces, ganando en cinco de ellas —y en las otras dos se quedó a una parada defensiva del trofeo—. Es el jugador que más pases ha completado en la Super Bowl, tanto en una sola edición como en el total de las cincuenta y una disputadas, además de liderar también las categorías de anotaciones y yardas.

El dominio de Brady sobre el resto de la liga es evidente. Desde 2002, eliminando el 2008 por lesión, no ha habido un solo año en el que Tommy Boy no haya estado en la postemporada. En su carrera, en temporada regular, ha ganado 196 partidos y solo ha perdido 57. Cuando hablamos de postemporada es el líder absoluto en partidos ganados con 25, contando únicamente con nueve derrotas.

Otra temporada en la cima

Los Patriots comenzaron la temporada 2017 con una defensa cuando menos cuestionable. Esto provocó una dependencia excesiva en su quarterback. Hubo frase de Dave DeGuglielmo, exentrenador de línea ofensiva de los Patriots, en el documental 'Do Your Job' de hace un par de años: "Tenemos a Tom Brady, el ninja". Y es que Brady se dedicó, durante la primera etapa de la temporada a mantener al equipo con vida con actuaciones absolutamente sobresalientes. Demostrando un dominio del pocket exquisito —como es habitual— tapaba las vergüenzas de una línea de ataque que no comenzó la campaña en su mejor forma.

La temporada 2017 de Brady no está exenta, sin embargo, de su buena dosis de drama. En el encuentro en México ante los Raiders recibió un placaje de Khalil Mack. Desde ese momento comenzó a aparecer en los reportes de lesiones del equipo, aquejado de molestias en un tendón de Aquiles. Además, los continuos golpes recibidos durante la temporada le pasaron factura y ocasionaron lesiones en su hombro izquierdo y —algo más preocupante— en su mano de lanzar. El rendimiento de Brady cayó dramáticamente en las semanas finales de noviembre y principios de diciembre, encadenando cuatro partidos lanzando intercepciones. Cinco en total, subiendo su cifra a siete en la campaña. Las pérdidas de Julian Edelman y Malcolm Mitchell en pretemporada y de Chris Hogan en plena campaña —sus tres receptores principales en 2016— también pasaron factura al pasador. En su peor partido de la temporada, la debacle de Miami, Brady se veía además sin Rob Gronkowski por sanción.

A pesar de los numerosos impedimentos, los New England Patriots encaraban la recta final de diciembre con el destino en sus propias manos. La falta de sus objetivos habituales provocó que Brady tuviese que apoyarse más en el veloz Brandin Cooks y en su cuerpo de corredores, repleto de jugadores capaces de destrozar defensas rivales en el juego de pase. La llegada de Cooks ha arrojado luz, además, sobre una faceta de Brady que parecía desaparecida: el pase profundo. Y Brady demostró que, a sus cuarenta años, sigue teniendo brazo para encontrar a sus receptores en balones largos.

Durante la temporada 2017 Tom Brady lidera la liga en yardas de pase. Solo Carson Wentz (33) y Russell Wilson (30) han lanzado más touchdowns que Brady (28) y sus siete pases interceptados lo colocan segundo, solo por detrás de Alex Smith, que ha lanzado seis. El balance de once victorias por tres derrotas de unos Patriots con bastantes defectos ha colocado a Brady en la cabeza de la carrera por el MVP, volviendo a coger fuerza tras la victoria en Pittsburgh del 17 de diciembre.

El corazón no envejece

El primer puesto en la AFC iba a estar en juego en el encuentro en el Heinz Field, hogar de los Steelers. Con permiso de los Jaguars y de lo que suceda en las dos jornadas de NFL restantes, parecía claro que el que saliese victorioso de aquel encuentro conseguiría ventaja de campo durante toda la postemporada. Los Steelers, con un ataque letal y un balance de 11-2, querían ahuyentar a los fantasmas de otras campañas y derrotar finalmente a los Patriots de Brady y Belichick.

Los Patriots llegaban al encuentro con balance de 10-3, pero recién salidos de una fea derrota en Miami la noche del lunes anterior. Las dudas en el juego de Brady, comentadas anteriormente, colocaban a los de Pittsburgh en una situación ideal para tumbar al gigante. Y durante gran parte del encuentro lo consiguieron. El pasador de New England estuvo notablemente mejor que en citas anteriores, pero la presión interior de los locales y las duras coberturas al hombre le complicaron las cosas. Los Steelers aprovecharon los defectos de la mermada defensa de New England para acaparar el balón y dejar correr el reloj —llegando a encadenar un drive de nueve minutos en el segundo cuarto— alejando el balón de las manos de Brady.

Sin embargo, el corazón no entiende de tiempo, de lesiones, de presión interior ni de marcajes al hombre. Y es que si Brady tiene la oportunidad de arrebatarte la victoria en los últimos minutos del partido lo va a hacer. La defensa de New England consiguió parar al ataque de los Steelers con dos minutos en el reloj y una desventaja de cinco puntos. Las condiciones eran perfectas para que el huracán Brady tocase tierra en la ciudad de Pennsylvania. En su enésima demostración de garra y de ser uno de los jugadores más determinantes que han pisado un emparrillado, Tom Terrific lideró a su equipo en un rápido drive en el que se apoyó en un extraterrestre llamado Rob Gronkowski para colocar a los Patriots en posición de tomar la delantera. Lewis cruzó la línea de gol por la vía terrestre y Brady encontró a Gronk en el exterior en la conversión de dos puntos. Y los Steelers, polémicas aparte, no fueron capaces de materializar la réplica.

¿Rutina?

Parece horrible utilizar esa palabra cuando hablamos de Tom Brady, pero así lo hace parecer. La victoria en Pittsburgh subió su cuenta particular de drive ganadores en el último cuarto o en prórroga a 53. A sus cuarenta años sigue sacando las uñas cuando el rival lo tiene contra la pared, cuando parece que los Patriots han perdido las posibilidades de victoria.

Tom Brady, desgraciadamente, cierra 2017 con cuarenta años. Uno no puede evitar pensar que se está acabando, que en algún momento el tiempo acabará alcanzándole y su carrera tendrá que llegar a su fin. Su dedicación, su trabajo y su esfuerzo están extendiendo una carrera histórica tanto por rendimiento como por longevidad, siendo el pasador más prolífico que jamás se ha visto en la liga una vez pasada la frontera de los cuarenta.

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