Los Franklin, el New England Courant y la prensa
Foto: watchdogwire.com

En 1721 James Franklin, hermanastro de Benjamin, fundó su propio periódico, el New England Courant, un irrespetuoso medio periodístico que satirizó la hipocresía religiosa y el Colegio de Harvard, ejerciendo gran influencia en la sociedad norteamericana de la época hasta que en 1725 fue suprimido. Su desafío al poder político colonial y religioso lo convirtió en referencia y a James Franklin en el primer periodista en librar a la prensa de los yugos del poder sobre las líneas editoriales a publicar, sirviendo a sus lectores contenidos tan atrayentes como irreverentes, una información desmarcada claramente del control de los funcionarios del gobierno y el pensamiento puritano de la iglesia anglicana.

Es el New England Courant, por tanto, referente de una voz de periodismo libre y sensacionalista de consecuencias múltiples y esenciales para la evolución de la citada profesión en Estados Unidos. Logró la independencia editorial y un enorme éxito comercial basado en los ensayos literarios de Addison y Steele, retratos escritos de todo tipo y divagaciones filosóficas. Fue también James Franklin el periodista encarcelado durante un mes en 1722 por defender su verdad editorial y no plegarse ante las autoridades.

Su hermanastro Benjamin, que había trabajado en su imprenta desde los doce años de edad, quiso escribir para el periódico, pero James no confiaba demasiado en su joven precocidad literaria, por lo que decidió escribir artículos y ensayos bajo el nombre de “Señora Silence Dogood”, en los que se burlaba de los puritanos de Boston. El Courant fue el primer periódico estadounidense en utilizar contenido literario y ensayos humorísticos. Los 4 peniques que costaban las copias de una hoja impresa por ambas caras no significaban un gran desembolso para unos lectores ávidos de su estilo sensacionalista, considerado por otros como basura redactada. Especialmente por su sección de cartas al director, donde se burlaban de la moral religiosa y las recias costumbres de la ciudad estadounidense. Los descarados ensayos deslizados bajo la puerta del periódico por la Sra Silence inundaron la publicación, los lectores aguardaban ávidamente nuevas entregas de una viuda que en realidad era un descarado aprendiz. Un total de 14 cartas fueron publicadas sin que, ni el editor ni los lectores se dieran cuenta del engaño. Pero cuando James se enteró de la treta y el éxito comercial del insolente aprendiz no encajó muy bien la precocidad y gracia literaria de su hermanastro.

Durante la estancia de James en la cárcel, Benjamin se hizo cargo del periódico, pero a su regreso las diferencias entre los hermanastros se acentuaron. Benjamin se trasladó a Filadelfia, donde siguió evolucionando en su trabajo como impresor y comenzó una nueva aventura periodística en solitario, poniendo su pluma al servicio del Mercury de Bradford, donde escribió una serie de ensayos satíricos. Posteriormente, en 1729 creó su propio periódico, el Pennsylvania Gazette que publicó hasta 1748, convirtiéndose en el periódico más exitoso entre las colonias y marcando una línea editorial con gran sentido de responsabilidad social, siendo el primero en imprimir una caricatura política hecha por el mismo Benjamín Franklin.  Precisamente en aquella publicación puso en marcha El Almanaque del Pobre Richard, donde puso en boca de Richard Saunders una serie de mensajes que no solo tienen enorme vigencia, sino que parecen escritos para la actualidad. Repetidos hasta la saciedad desde entonces por emprendedores, consejeros políticos y empresariales, el refranero y las frases hechas en inglés son una constante regresión a la fraseología made in Franklin.

En 1741 publicó General Magazine, la segunda revista del lado americano del Atlántico; la primera fue American Magazine, de Bradford, que se le adelantó por unos días. Aparte de su actividad científica, su actividad política (fue uno de los padres fundadores de la nación Americana). Aparte de participar en la fundación del primer Cuerpo de Bomberos de la ciudad de Filadelfia, de la primera Biblioteca Pública, del primer hospital, de la Universidad de Pensilvania (1749)... el genial Franklin fue un grandioso impresor y periodista de naturaleza optimista, crítica y jovial. Siempre supo que el oficio de impresor y periodista conlleva una serie de responsabilidades que hay que asumir y aceptar, pues al escribir al publicar sobre cualquier temática se ofende a alguien o tal vez a muchos por lo que impresores y periodistas deben adquirir pronto una vasta despreocupación en cuanto a las opiniones correctas o incorrectas que generan lo publicado, aconsejando a los periodistas que pasen por alto las críticas y que por tanto jamás pierdan su libertad. Por ello nunca tuvo la intención de borrar sus inicios, esos fructíferos veinte años entregados apasionadamente a la profesión periodística, entre 1618 y 1638.

Pues Franklin no es solo aquel tipo que sale en los billetes de cien dólares; fue precursor de la sociología y la economía en EEUU, un incansable inconformista con un elevado espíritu crítico. Polímata y emprendedor de ideas, su innata curiosidad, su voraz afán del conocimiento útil para la sociedad tiene difícil parangón en la historia. Un hombre mediano en su físico pero un gigante intelectual cuyo interés se esparcía por todas las ramas del conocimiento humano. Como no podía ser de otra manera ejerció una profunda influencia en la imprenta y el periodismo de su época, una de las muchas profesiones que ejerció antes de retirarse en 1748. Entonces, con su pequeña fortuna amasada, decidió dedicarse por completo a la ‘diversión’ de la invención, donde hizo historia. Y aunque cuenta la historia real que el célebre relato de la cometa no es del todo cierto,  (al parecer Franklin puso a su hijo a pasear volando la cometa sobre la tormenta mientras él se encontraba a resguardo), no creo que podamos encontrar a un personaje tan influyente y genial de la época en campos de conocimiento tan diversos.

Franklin iluminó el siglo XVIII, por ello en esta exposición del periodista, no podemos pasar por alto al genio, aquel que posiblemente nunca tuvo un error, pero sí diez mil ideas que no funcionaron. Franklin jamás cesó de crear hasta 1790, cuando este gran ciudadano del mundo murió a la edad de 84 años. Y como dice en su epitafio “Le arrancó el rayo al cielo y el cetro a los tiranos”.

Foto: www.common-place.org

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