Entrevista. David Jiménez: “La imagen del reportero buitre que solo busca conseguir una exclusiva es un mito”
David Jiménez recoge sus experiencias de guerra en su último libro El lugar más feliz del mundo (2013) / Tu2is.com

Poco queda ya de aquel periodista joven e inexperto que invertía sus ratos libres en buscar en un mapa, que estaba colgado en la redacción del diario El Mundo en Madrid, un lugar al que marcharse para hacer un periodismo que diese voz a las víctimas de conflictos armados. A pesar de que David Jiménez (Barcelona, 1971) no se considera un corresponsal de guerra, ha cubierto desde 1993 los conflictos de Timor Oriental, Cachemira, Sri Lanka y Afganistán. Ha dictado noticias desde las revueltas de Indonesia y Filipinas y ha anotado en su cuaderno lo que tenían que decir mercenarios, genocidas y asesinos en serie. Pero también ha intentado dar voz a aquellas víctimas que le invitaron a abandonar el confort que le ofrecía un periodismo de rutina para hacer otro mucho más arriesgado: el periodismo de guerra. Sus más de 20 años dedicados a esta profesión le ha llevado a ser considerado por muchos como el “Kapuscinski español” del siglo XXI.

Pregunta. ¿Qué sintió la primera vez que cubrió un conflicto armado?

Respuesta. En mi caso lo primero que sentí fue miedo. Viajé a Timor Oriental y estuve cerca de que me mataran. Pero ese miedo terminó por desaparecer. Empecé a pensar que nada malo podría pasarme, un optimismo bastante estúpido que hace que aumenten las posibilidades de que te pase algo. Pero de esta forma no volví a sentir miedo en ningún otro conflicto.

P. ¿Cree que esa debe ser la relación de un corresponsal de guerra con el miedo?

R. La percepción del miedo varía. A la guerra hay que tenerle mucho respeto. Y un poco de miedo ayuda, siempre y cuando no te impida hacer tu trabajo. En Fukushima en 2011, cuando cubría la crisis nuclear, veteranos de mil guerras se marcharon porque no podían soportar el temor a la radiactividad. Muchos de ellos, sin embargo, no se habrían inmutado si volaran balas por encima de sus cabezas. Lo importante es tomar las decisiones sobre el terreno en función de tu miedo, no de lo que digan en la redacción o por ser más valiente que la competencia. No merece la pena morir por ninguna historia.

P. Pero sí habrá alguna historia que nunca le hubiese gustado escribir.

R. Son muchas, desgraciadamente. Los tsunamis del Índico y el Pacífico (2004 y 2010), relatos sobre niños que viven en vertederos, guerras interminables como la afgana…Pero también hay historias felices, de pueblos que derrocan a sus dictadores o regiones como la asiática, donde cientos de millones de personas han abandonado la pobreza. Lo importante es contar lo que crees relevante, bueno y malo, sin dejar que tus afinidades o tus preferencias te impidan cubrir algo que merece ser cubierto.

P. ¿Qué debe hacerse primero: conseguir una historia o ayudar a su protagonista?

R. La imagen del reportero buitre que solo busca la exclusiva es un mito. Conozco a muy poca gente que tomaría una foto o seguiría anotando en su cuaderno mientras tiene a su lado a alguien a quien prestar ayuda.  Y por otro lado, un periodista que va a contar la guerra, y lo hace con veracidad e independencia, ya está ayudando a que las cosas mejoren. Hace comprender a gente, que no vive el drama del conflicto, los horrores que está pasando la población civil; denuncia los crímenes que se cometen, vigila a los ejércitos y ofrece información que puede ayudar a movilizarse contra las crisis humanitarias.

P. Ben Anderson, célebre reportero de guerra de la cadena BBC, afirma que en muchas ocasiones la única persona que impide obtener una historia es el propio periodista. ¿Un corresponsal de guerra debe mantenerse alejado de los hechos que está cubriendo?

R. Creo que a menudo lo que te impide obtener una historia es todo lo que te rodea: otros colegas que tratan de que sigas su visión, militares que quieren que cuentes su versión, miedos innecesarios que te impiden ir a lugares e incluso jefes que no han estado en un conflicto y no entienden cuál es el procedimiento a seguir en estos casos.

P. Usted cuenta en su blog www.davidjimenezblog.com que para contar sus historias ha tenido que apuntar lo que decían mercenarios, genocidas y mentirosos, ¿alguna vez se ha enfrentado a alguno de ellos?

R. El trabajo del periodista es ir, contar lo que ve e informar de lo que pasa, pero no puede intervenir. En Borneo entrevisté a un líder de la tribu de los Dayak que se dedicaba a decapitar a inmigrantes javaneses. Conté lo que vi, pero poner fin a lo que ocurría no estaba a mi alcance y menos aún decirle a un tipo que acaba de cortarle la cabeza a otro que lo que está haciendo está mal. Mi  trabajo es contarlo, para que otros hagan el suyo y terminen con lo que está ocurriendo.  

P. Desde 1980, nueve corresponsales de guerra españoles han muerto cubriendo conflictos en el extranjero. ¿Cree que el gobierno se desentiende de los periodistas españoles que se juegan su vida para informar a la sociedad de lo que ocurre en otros países?  

R. El gobierno no tiene que dar ningún trato especial a los periodistas de medios privados de comunicación que viajan a países extranjeros. Van allí voluntariamente y saben que hay riesgos, los asumen y creo que en la mayoría de los casos no esperan más asistencia que la que recibiría cualquier otro nacional en una situación de apuro.  Si vas a una guerra y te pasa algo, el principal responsable eres tú por haber ido.

P. No opina lo mismo que usted la familia del reportero de Telecinco, José Couso (Este periodista murió durante la guerra de Irak de 2003 a causa de los disparos de un carro de combate estadounidense).

R. El caso de Couso es diferente, porque los testigos de su muerte mantienen que murió en un ataque premeditado a la prensa que cubría la guerra de Irak. Entiendo que familiares y amigos quieran saber si esto fue así y, en caso de confirmarse, esperen que se haga justicia. Aunque cada vez se olvida con más frecuencia, el periodista también es un civil.

P. ¿Por qué cambió el confort que le ofrecía el periodismo de rutina para asumir el riesgo de muerte que implica ser corresponsal de guerra?

R. En mi caso, más que un corresponsal de guerra, me considero un corresponsal que de vez en cuando cubre guerras. Pero decidí abordar este trabajo porque el periodismo que hacía en Madrid, en la redacción de El Mundo, no me gustaba. Lo que verdaderamente quería era conocer lugares, gente interesante y contar historias que importaran. En definitiva, quería hacer un periodismo que sirviera de algo. 

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