VAVEL: Castillos en el aire
Vavel entiende el periodismo como un regalo hacia quien lo crea y lo recibe

Decía el escritor irlandés George Bernard Shaw que "si has construído un castillo en el aire, no has perdido el tiempo; allí es donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos bajo de él".

Vavel es un espejo donde cada día se refleja la actualidad del mundo del deporte, entre otros aspectos, y cada una de esas parcelas que lo conforman son, a su vez, un pequeño reflejo de la propia sociedad. Vivimos en la era de la información, esta nos inunda por todas partes, a todas horas, desde cualquier lugar. Y eso es algo positivo porque el conocimiento de todo cuanto acontece a nuestro alrededor y en un entorno no tan cercano, nos ayuda a comprender el por qué de las cosas. Pero como casi todo en la vida, también existe una parte negativa. La vocación de aquellos que disfrutan transmitiendo la realidad de las cosas, aportando su granito de arena y regalando sus ideas y pensamientos mediante una página escrita o su propia voz, parece haber quedado soterrada bajo la encarnizada lucha por otro tipo de intereses, algo menos románticos pero mucho más prácticos y rentables. Los índices de ventas, la audiencia, los ejemplares leídos, el número de visitas a la web, las exclusivas, el llegar antes que los demás, el impacto de los titulares...han acabado convirtiendo el periodismo en una lucha diaria, una vorágine y una carrera que relega a un segundo plano el disfrute de tan bella vocación.
 
En medio de esta locura son pocos los que reparan en aquel que avanza a paso lento pero determinante. Su paso sereno y pausado no le dará para llegar el primero ni para llamar la atención de los gigantes que batallan entre sí; nadie le tomará por una amenaza a tener cuenta porque pocos se percatarán, también, de que su paso pacífico pero constante no tiene como meta llegar a ser el primero, sino llegar a ser el mejor. Es un camino largo, tortuoso y silencioso pero también un camino cuya base no serán los lodazales de quienes se mueven sobre lo que prima en cada momento. Los pasos de ese luchador pacífico discurrírán sobre unos férreos valores,  unos fuertes principios y unos ideales convencidos de que su sueño puede llegar a ser, también, una realidad tangible por la que vale la pena luchar. 
 
Ese guerrero infatigable renuncia a muchas armas de las que sí disponen y hacen bueno uso los "Goliats' que se cruzan en su camino. Renuncia al sensacionalismo, al rumor, al forofismo, a la subjetividad pero a cambio se aprovisiona con una buena dosis de perseverancia, de ilusión, de vocación intacta, de pureza y de respeto hacia sí mismo. Sus lectores, sus radioyentes no son su meta, sino su base, sus cimientos, la parte indispensable que le permitirá construir la escalera hasta ese castillo que un día construyó en el aire. No lo hizo como una quimera, como un sueño inalcanzable condenado a seguir siendo sólo eso o a derrumbarse; lo hizo como una elevada imagen de aquello que querría llegar a ser  y por lo que trabajaría sin desfallecer pese a los numerosos escollos que sabía encontraría en su camino e incluso a otros que fueron surgiendo de forma no esperada.
 
Muchos creerán que en este particular mundo de fieras no hay lugar para los soñadores, para los idealistas y para aquellos que, adjunto a la propia realidad  que transmiten, regalan también parte de su ilusión por aquello que aman y el disfrute que sienten al hacerlo. Cada palabra escrita o pronunciada tiene por objeto convertirse en un obsequio hacia aquellos destinatarios que lo reciben como tal.  Hablar de castillos en el aire desprende la idea de algo que no tiene forma de sustentarse y, por tanto, tarde o temprano caerá pero ese luchador incansable se empecina en seguir nadando contra corriente, avanzando fuera de la senda que otros trazaron, convencido de que, si bien es enormemente difícil zafarse de los grilletes que nos tienen anclados a la cruda realidad, todo aquel que cree incondicionalmente en un sueño, debe ser capaz de volar un poco, de alzarse por encima de lo establecido, de no someterse.
 
Ese guerrero se llama Vavel y el fin de este año suma uno más a su lucha sin tregua. Su primera batalla ganada la rubricó el empuje de quien un día lo soñó (Javier Robles)  y puso manos a la obra desoyendo, seguramente, a quienes bajo el entelado de sus propios fracasos temen los triunfos ajenos. La segunda batalla obtuvo la victoria de ser capaz de ilusionar a quienes día a día, mes a mes y año a año se han aliado con él bajo un mismo estandarte: verdad y respeto. El tercer gran triunfo queda reflejado día a día en todos y cada uno de aquellos que acceden a su particular universo para leer o escuchar la actualidad deportiva, muscial o cinematográfica.
 
Vavel no es un destino, sino un camino. Detrás de la V no existe una meta fijada en un número de usuarios conectados por día o en un tráfico concreto que habrá que alcanzar a como dé lugar y mantener a toda costa. La victoria definitiva es no vislumbrar el final de esa senda en la que todos y cada uno de aquellos que la sigan, lo hagan convencidos de que no sólo siguen a un medio de comunicación, sino a algo más; a una forma diferente de entender la realidad, a quienes se niegan a seguir el patrón de lo establecido para llegar a ser uno más  y ocupar un lugar más o menos satisactorio en un ránking.
 
A todos aquellos que desde uno u otro frente han luchado y luchan por VAVEL, GRACIAS.
                                                           
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