La sabiduría del ignorante
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Vivir en la ignorancia puede que sea una virtud más que un pecado, pero el hombre, desgraciadamente, tiende a saber más cuanto más sabe, aun siendo consciente (quizás sólo algunos), de que su conocimiento nunca llegará a satisfacer todas sus necesidades y que,  será si acaso, una minúscula casi microcelular parte del conocimiento real de la humanidad. Además, este conocimiento siempre aparecerá sesgado, según sus lecturas, sus posiciones ideológicas, sus preferencias aunque sea un catedrático de historia, el más insigne pensador o el científico más avispado. Lo cierto es que, realmente, todos vivimos en la ignorancia. Pero no hay que apenarse por ello, la virtud de este ignorante es en sí mismo su ansia de conocimiento, sobre todo cuando el que intenta adquirirlo sabe y es consciente de que este conocimiento va creciendo inversamente a su felicidad. El lelo, el bobo, el que no lee, el ocioso, será seguramente mucho más feliz que el que investiga el que se interesa y el que descubre, porque el hombre, más allá de haber conseguido grandes logros, siempre ha sido un ser decepcionante en su generalidad.

Pocos son los hombres virtuosos que no pisaron a otros, pocos los realmente justos, y pocos los que se apartaron de la senda de la corrupción, aunque haberlos los hay. Partiendo de estas premisas, este artículo se antoja muy nihilista, negativo, pero no más lejos de la realidad, intentará establecer algunas premisas, porque también como decía Kant, el hombre pese a su carácter individualista y egoísta, es consciente de que vive en sociedad, y está condenado inevitablemente a entenderse si quiere seguir viviendo.

Ya en el siglo XIX, las teorías marxistas que se apoyaban en el "comunismo" de Owen y otras experiencias similares, intentaron velar por la igualdad de una manera algo más efectiva que la que se estaba llevando hasta el momento, pero estas experiencias socialistas fracasaron, vivir en comunidad no es un juego fácil, el hombre debe primero adquirir una moral y una educación, y quizás como apunta mi detestado "anarcocapitalismo" puede que estas experiencias opriman un poco la libertad individual, que se basa en la propiedad privada. Pero... ¿qué es la propiedad privada?, ¿tienen el agua, la tierra, dueños legítimos de por sí, o son dueños de ella los que realmente la habitan? Si consideramos que todos somos dueños de todo por naturaleza, la propiedad privada sería simplemente una invención social del hombre, basada en la apropiación indebida de una parte comunal para comercializar con ella y obtener más beneficio del que como ser humano y terrestre le viene impuesto de manera natural.  Aun así, podemos aceptar el comercio y el mercado, y por tanto la propiedad privada, como un derecho del hombre, pero... ¿acaso no hay otros derechos inalienables antes?  Pues claro que los hay, el Estado en sí, se supone o presupone como una asociación de hombres libres en una forma de gobierno concreta elegida por ellos. Ese sería el ideal de Estado, un Estado incorrupto y que velara por los intereses de esa comunidad. La Constitución de ese Estado debería estar en consonancia con los derechos fundamentales del hombre, que moralmente hablando, son la dignidad, la vida, la comida, y el librepensamiento.

Constituir un Estado de estas características es un problema de grandes dimensiones, y aquí volvemos a la ignorancia del hombre, el que es capaz de aceptar las cosas porque son así, el que se cree lo que lee, el que no reflexiona, el que no crea razonamientos, o lo que es peor, los crea pero no los argumenta. Dentro de este mundo de ignorantes, o mejor aún de "ignorantes" estarían esos que piensan que el Estado sobra y que el derecho a comerciar, explotar, enriquecerse, vivir a costa de los demás, está por encima de los otros derechos del hombre.

Quizás el socialismo a día de hoy sea una utopía, quizás el anarquismo también, pero no tengo duda de que son sistemas de gobierno mucho más justos que el "anarcocapitalismo" que tanto defienden los empresarios multimillonarios de este país. Estos "ignorantes", son los sabios, los que intentan dominarnos, y los que no proponen otra cosa que privatizar los recursos más elementales que nos brinda la naturaleza. Es la idea de privatizar el consumo del agua, el no dejarte crear tu propia electricidad, y en el fondo, es el fin último del gobierno estatal que tenemos hoy día, un Estado sin Estado, un Estado privatizado, que termina sin tener más sentido que ser un inmenso recaudador de impuestos para pagar sueldos, sin sanidad, sin escuela, sin nada que realmente nos haga sentir y vivir en sociedad, a menos que te sonría la fortuna del dinero.

No es cuestión de cambiar toda la base social de golpe, no es cuestión de una revolución que no deje títeres sin cabeza, es cuestión de plantear un esquema moral que respete los derechos universales del hombre y del ciudadano, garantizar esos derechos por parte del Estado, y luego permitir el libre mercado y la propiedad privada dentro de unos límites establecidos previo acuerdo de todos los ciudadanos implicados, que son los legítimos dueños de los recursos. Sin la idea individualista del hombre, sin la necesidad de competir todos los días, sin el afán de ganar más dinero cueste lo que cueste y muera quien muera, con personas normales, sanas en juicio y moral, ese estado, sería factible. A día de hoy, estamos muy lejos de lograrlo.

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