Elecciones en Cataluña: ¿Conflicto de naciones?
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Las elecciones catalanas siempre han levantado cierto interés y, por qué no decirlo, hasta un determinado morbo. Era llamativo ver un escenario electoral propio, en donde los grandes partidos estatales nunca conseguían igualar sus resultados de las elecciones generales. Ello se debe a que en esta singular comunidad no han rivalizado solo entre ellos, sino también contra unos partidos políticos regionalistas fuertemente implantados. ¿Qué es lo primero que nos está indicando esta particularidad? Que, como se suele decir “Catalonia is different”.

De este modo, con el devenir de los años, esas singularidades han alcanzado ya un punto que bien podría denominarse de no retorno. Estas elecciones se han polarizado de tal manera que existe un bloque de partidos (Junts pel sí) que apuesta decididamente por la independencia de Cataluña. Asimismo, existe también otra alianza, de carácter ambiguo, que afirma apostar por el derecho a decidir (Catalunya sí que es pot). Por último, nos encontramos con partidos como PSC, PP, Ciudadanos, etc. cuya finalidad es que Cataluña permanezca en España.

Una vez presentados estos aspectos, y más allá de otras propuestas políticas que puedan plantear los partidos en liza, ¿cuál es el elemento principal de estas elecciones? Evidentemente, ese carácter plebiscitario que señalaba anteriormente, que implica la existencia de un problema entre Cataluña y España. Ahora bien, estos dos entes territoriales no se encuentran en la misma posición, ya que España cuenta con el respaldo de un Estado, mientras que Cataluña carece de los medios e infraestructuras de una organización estatal. Así que, esta última, o mejor dicho sus élites políticas, desean poder dotarse de la fortaleza de un Estado.

El Estado, como organización política, cuenta con una serie de competencias exclusivas que suponen una gran ventaja para la clase gobernante del mismo. De hecho, si fuera la nación española la que careciera de Estado, probablemente la mayoría de sus políticos plantearían la necesidad de abordar este tema. Por esa misma razón, las élites españolas no desean perder su cuota de poder en Cataluña, lo que ocurriría si ésta se declarara independiente. Sin embargo, el debate no se afronta en estos términos, que resultan poco agradables, sino que se hace desde otros estéticamente más adecuados. En consecuencia, desde Cataluña se afirma que ésta es una nación que desea ser independiente y que, por tanto, es justo que cuente con un Estado propio. Por el contrario, desde España, se defiende la idea de que eso es imposible porque la normativa afirma que la soberanía de la nación española es indivisible.

Algunos apuntes históricos sobre la nación española y catalana

He aquí la cuestión principal del conflicto, pero ¿qué es una nación? Una construcción histórica. ¿Y esto qué significa? Sencillamente que es algo que no existe como tal en la naturaleza, sino que ha sido diseñado por distintos acontecimientos históricos. Así pues, el sentimiento de pertenencia a una nación, es lo que podría conocerse como identidad colectiva nacional. Pero, aunque no sea la única identidad colectiva, sí es la que tiene una mayor capacidad de movilización. No obstante, la nación es un invento bastante moderno, que data de finales del XVIII y principios del XIX. Por eso, antes de esos siglos, no existían ni la nación española, ni la catalana, ni ninguna otra. Entonces, ¿qué había antes? Pues otras unidades territoriales cuya adscripción a las mismas podía depender de otras identidades colectivas (no nacionales).

A pesar de ello, los nacionalistas intentan remontar el origen de su nación lo más atrás posible en el tiempo, puesto que se entiende que eso dota de mayor legitimidad a su proyecto. El nacionalismo español presenta un amplio abanico de mitos como la batalla de Numancia, Covadonga, el Salado, etc. Al mismo tiempo, el nacionalismo catalán se apoya principalmente en la Guerra dels Segadors. Pero, ni en un momento ni en otro existían todavía ni la nación española ni la catalana. Aunque, estos mitos, junto a los símbolos, contribuyen a reforzar unos rasgos culturales preexistentes que permiten presentar una realidad en términos de un “nosotros” y un “ellos”. Este hecho, generalmente ha sabido ser aprovechado por las élites territoriales.

En cualquier caso, sí es cierto que la nación española, como tal, puede ser un poco más antigua que la catalana, ya que el mito fundacional de la primera (la llamada Guerra de Independencia) es de principios del XIX, mientras que la segunda necesitó de una Renaixença asentada. Debido a ello, a principios del siglo XX aparecieron los llamados nacionalismos periféricos (como el catalán o el vasco) en territorios que presentaban mayores singularidades y que, a su vez, contaron con procesos de reafirmación cultural, como la, antes citada, Renaixença. ¿Y cómo reaccionó en su momento el nacionalismo español? En vez, de optar por una estrategia de integración y de reconocimiento de particularidades, se tornó reactivo.

Por tanto, hay dos naciones en conflicto (la española y la catalana), cuyos modelos territoriales parecen, en la actualidad, muy difícilmente reconciliables. En la nación española predomina la idea, imbuida de los rasgos orgánicos típicos del nacionalismo, que entiende que ésta no puede desmembrarse (que es justo lo que ocurría si Cataluña se independizara). Atendiendo a esa razón, se ha orquestado toda una campaña que busca desprestigiar la idea de un posible Estado catalán. Dicha campaña se sostiene con pesimistas cifras económicas; todo lo relativo a la Unión Europea; o también se ha llegado a mencionar que el Barça no jugaría la liga española, con la consiguiente pérdida de interés en la misma.

Conclusión

El nacionalismo es algo más sentimental que racional. Así que, ese tipo de argumentos, que además no dejan de ser augurios intencionados, no están consiguiendo el resultado esperado. Por consiguiente, el bloque de “Junts pel sí”, que parece que declarará la independencia si gana las elecciones, no deja de subir en las encuestas. ¿Marcaría la diferencia el hecho de que hubiera un Estado catalán?, ¿o sería bueno que el Estado español conservara sus fronteras? Las elecciones catalanas pretenden poner fin a estos interrogantes, pero ¿acaso el Estado, tal y como apuntaba Max Weber, no es una relación de dominio de unos sobre otros? Los defensores de una nación y de otra defienden su modelo, aunque, en última instancia, la nación no deja de ser una invención que sirve de anclaje para salvaguardar las actuales relaciones de poder.

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