La televisión es el opio del pueblo
"No entiendo por qué no me llamaste, mamá" (Fuente: Lecturas.).

La televisión es un espejo convexo, deforma realidades, en este caso deformadas de fábrica. Ese es el significado que daba Valle-Inclán para explicar lo que era un esperpento; y lo que en la noche del jueves millones de personas pudieron ver era un esperpento, el paradigma del esperpentismo.

Supervivientes es ya de por sí un esperpento, como Telecinco, el Boris Karloff de la industria televisiva nacional. Sálvame es el cerebro de Víctor Frankenstein y sus creaciones son los títeres ganadores, ganadores de los propios concursos que la cadena genera. Algunos lo ven como un manicomio atiborrado de locos con distintas patologías mentales: mujeres mayores que se creen divas, ninfómanas, chonis, payasos, ciclados y entes que acaban en un cementerio de elefantes en el sótano de Mediaset, donde terminan descansando la mayoría de viejas glorias. Otros lo ven como la vida misma, que es lo que es, un reflejo del absurdo español, la mundanidad actual y la vehemencia de un pueblo cuyo opio pasó de ser la religión a ser la gran pantalla.

Supervivientes, solo en el nombre

El concurso simpático de la isla, el que nos entretenía porque periquito tenía mucho aguante o menganito pescaba más que 'el Capitán Pescanova', se ha convertido en otro producto simbionte del circo vespertino, sin el que difícilmente se podría llevar a cabo la actuación diaria de cuatro horas. Recuerdo que allá por el inicio de siglo, las nominaciones eran un momento sagrado y la expulsión semanal la toma de la comunión. Eso ahora es lo que menos interesa. Fortu o Nacho, ¿qué más da? Sí, los mejores concursantes de Supervivientes, si es que se valora la supervivencia, pero la mejor carroña para satisfacer una triste necesidad creada, como es el beber o el respirar, de unos adláteres que somos los que estamos al otro lado del televisor. Si en lugar de Nacho Vidal hubieran puesto un cono, se hubiese ido también Fortu, porque él era la presa más jugosa, de la que poder sacar gramos y gramos de drogas para el rebaño.

El concurso se ha convertido en un nuevo corral de chismorreo

Como toda droga, unas son más nocivas que otras y cuanto más nociva y potente, mejor para eliminar el sentido crítico de los consumidores. El nuevo producto que ha salido a las calles es Chabelita Pantoja, un buen ejemplo de lo que indirectamente crea la desdicha televisiva. Lo de ayer fue la gota que colmó el vaso, el éxtasis, el delirium trémens. Lo de ayer me recordó a la buena de Sara Goldfarb siendo timada por un genial Tappy Tibbons de risotadas atronadoras, en un escenario fantástico de música ochentera, luces estroboscópicas y colores parpadeantes; en 'Réquiem por un sueño'. Las risas se convirtieron en abrazos, halagos por la sinceridad de sus palabras y lloros desde la grada oriundos de un sujeto digno de estudio psicológico. Reventaron los parámetros de audiencia, de eso estoy seguro. Nos encanta - y a mí el primero -, ser espectadores de una comilona propia de un marajá, de ver a un guepardo experimentado desgarrar las carnes aún jóvenes de una gacela que ni siquiera se dignó a correr.

Fuente: República.com

Siento total y absoluta admiración por el Tappy Tibbons de Supervivientes. Incluso en el más frío témpano penetra con locuaces preguntas, infectando al animal entero. Apuñala por fascículos, sin que la víctima se percate de que paulatinamente va muriendo. Lejos de críticas infundadas, nuestro Tappy Tibbons es el mejor en lo suyo y no hay debate. Es el metrónomo de la televisión española, controla los tiempos y la psicología de sus invitados sin querer hacerlo, porque es así, el profesional de los profesionales de este santo medio.

Y ella, esa gacela llamada Isabel AKA 'Chabelita' Pantoja, fue ayer privada de cualquier sentido del ridículo. Quedó desnuda ante millones de animales deseosos de un espectáculo grotesco. Y lo peor es que la inocencia de la que al fin y al cabo es una niña, fue desvirgada por el más dañino y el mejor de los preguntadores, Jorge Javier Vázquez. Esta vez no le hizo falta preguntar, porque la gacela, como se decía antes, ni se dignó a correr. Desembuchó y desembuchó, y aún sobraba cuerda para cuando la cortaron. Fue un momento histórico para la cadena, mucho más relevante que la visita de los Reyes esa misma mañana. Un momento destacable en la nevera de Telecinco: cuando la hija de la estrella enrejada habló.

El esperpento se tornó en algo realmente dramático. Los ojos de 'la superviviente silenciosa' eran un auténtico suplicio. Nadie, a excepción de su verdadera madre adoptiva Dulce, la recibió en plató. Nadie. La soledad de una incipiente estrella, que de no ser fuerte, hubiese caído como un castillo de naipes: “No entiendo por qué no me llamaste, mamá”. De sus palabras se rascaba pena y dolor, resentimiento hacia una familia que le ha dado más disgustos que alegrías, siendo la nocturnia del jueves el pandemonio del declive pantojil, personificado en esa gacela, cuya muerte a manos de novio, prima, hermano, madre, tío y de Tappy Tibbons, quizá sirva para hacernos ver a nosotros, seres drogadictos, que como decía mamá: la droga, seas consumidor o camello, nunca es buena.

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