En un día donde el rey de Roland Garros, Rafa Nadal, cumplía años en su torneo fetiche, las miradas de la mañana del 3 de junio en París se centraban en la Philipe Chatrier, encapotada como de costumbre. Muguruza se había plantado en unos cuartos con una idea de juego con la que iba a vencer o morir. Sharapova, vencedora del torneo dos años atrás, tenía la resposabilidad en su espalda, habiendo caído por el camino muchas favoritas, entre ellas Serena -precisamente ante Garbiñe-. 'Masha' estaba avisada, pero los torbellinos son difíciles de parar.

"Hay que ser valiente. El miedo te hace ser peor jugadora", expresaba Muguruza antes del partido. Dicho y hecho. Garbiñe se plantó en la arcilla de la Chatrier y desencadenó la tormenta que las nubes no quisieron fabricar. Una lluvia de golpes, movilidad y fuerza para avasallar a Sharapova. La idea estaba escrita: jugar dentro de la pista, atacar en los restos y mostrarse agresiva una y otra vez. Si algo caracteriza a la hispanovenezolana es ese ímpetu en el ataque, pero siempre con margen, sin forzar líneas. El torbellino Muguruza se llevó a Sharapova por 6-1 en la primer manga pero, como es habitual, Sharapova es como cualquier gato: tiene 7 vidas.

Sharapova comprobó que si quería ganar el partido se debía adentrar dentro de la pista, ser más incisiva en sus golpes y sacar del cuadro de juego a Garbiñe. Aplicó el plan, pero enfrente tenía a una gladiadora que no estaba por la labor de claudicar. Una igualdad máxima en la segunda manga hizo que Sharapova, con un primer saque mucho más sólido (4 dobles faltas en el primer set), consiguiera llevar la iniciativa en los puntos, algo que la rusa habitúa en sus encuentros, y cerrar el set por 7-5.

El tercer y definitivo set fue la confirmación de la estirpe Sharapova: acaba los encuentros de manera espectacular. La rusa fue un ciclón. Conseguía una y otra vez mandar al fondo de la pista a Muguruza, donde sufre para conectar sus golpes profundos característicos. Esto, unido a 5 bolas de break desaprovechadas por Garbiñe en el cuarto juego, decantaron el partido del lado ruso. La hispanovenezolana comenzó a mostrarse errática, a medida que Sharapova seguía una y otra vez sacándola de la pista, provocando innumerables errores forzados. Muguruza se encontraba 'tiesa' de piernas, y su cadera no giraba acorde a sus brazos, que acabaron agarrotados mientras su bolas se iban quedando una y otra vez en la red. 6-1 para 'Masha' y unas nuevas semifinales en Roland Garros, donde espera Bouchard, otra 'veinteañera' que buscará arañarla en la arcilla.

Garbiñe, quien antes del partido expresó que 'tenía mucho que ganar y poco que perder', ha deslumbrado en París con su juego valiente, incisivo y siempre al ataque. 20 años y un futuro espléndido, este Roland Garros marcará su carrera para bien. El tren de semifinales se escapó, pero Muguruza tiene mimbres para ser capaz de montar mil estaciones ferroviarías. En sus manos está el futuro del tenis español. 

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Sobre el autor
Pablo Morán
Periodista deportivo. 22 años.