Contundente, preciso, sutil y con la ilusión y ambición de un primerizo. Así llegó Marin Cilic a su primera final de Grand Slam. Sin temor al escenario, sin miedo a romper los esquemas preestablecidos. Marin aterrizó en Nueva York con un objetivo claro: hacer historia.

Nishikori ya dio la primera sorpresa derrotando a Djokovic

El mismo día en que Kei Nishikori había dado la primera gran sorpresa del día -la victoria ante Djokovic-, el mundo fue testigo de una hazaña inédita en un enfrentamiento entre Cilic y Federer. El croata sorprendió al pentacampeón suizo cuando la confianza del helvético, tras levantarle en cinco sets el partido de cuartos de final a Gael Monfils, rozaba niveles estratosféricos. Tan solo un partido le restaba a Federer para alcanzar la final donde hubiese peleado por el tan ansiado 18º Grand Slam y a la cual, sin embargo, no llegaría.

Como un vendaval que destroza todo a su paso Cilic arrancó una semifinal que al cuarto juego se veía obligada a detenerse a causa de la lluvia cuando el de Medjugorje lideraba el primer parcial 3-1. Federer, atónito al otro lado de la cancha, vio cómo tras la reanudación del partido Cilic caminaba sin detenerse hacia la conquista del primer parcial (6-3).

Cilic estuvo excelso con su servicio durante todo el encuentro

La luz de emergencia comenzaba a encenderse en la cabeza del suizo que, bloqueado técnica y mentalmente, era incapaz de poder prestar guerra ante una versión de Marin Cilic totalmente desconocida. El croata, a lomos de su servicio, demolió golpe a golpe cada jugada construida por el exnúmero uno mundial. Con un 6-4 sellaba el segundo acto y las opciones de Federer cada vez eran más utópicas. La única forma de intentar colarse en la final del US Open, tras cinco sets ante Monfils y después del recital de Cilic en las dos anteriores mangas, era una prácticamente imposible remontada. A pesar de tener al público de la Ashe entregado en cada punto a su favor, Federer dijo adiós a Nueva York en la antesala al último partido del Major americano.

Aura de campeón

Marin Cilic no bajó la guardia y se lanzó de lleno a por el partido. Parecía ser él la leyenda y no un Federer que de manera incongruente afrontaba cada tanteo con pie y medio fuera de Nueva York pese a quebrar el servicio de su oponente en el último acto. Sentenció y apuntilló el croata con un 6-4 final una lidia que acabaría con la ‘puerta grande’ y el acceso a un rincón desconocido para él como la final de un Grand Slam.

El pupilo de Ivanisevic mostró al mundo que él tenía talla suficiente como para estar dentro del topten en una semifinal en la que demostró credenciales de voracidad y actitud allí donde solo hubo un nombre y, por un día, no fue el de Roger Federer.