No hubo final feliz para Roger Federer. Tras una semana digna del mejor "cuento de hadas", su protagonista, Roger Federer ni fue feliz, ni comió perdiz. Su particular ogro fue el habitual en los últimos tiempos: Novak Djokovic. El serbio, con un tenis tan preciso como letal, tumbó a un Roger Federer que no encontró la inspiración divina de las semifinales.

Djokovic fue mejor en todo. A pesar de que no fue el mejor día de Federer en esta edición de Wimbledon, el discípulo de Becker salió a la espectacular Pista Central con esa mirada felina que esconde tras de sí un mensaje claro e inequívoco: "Hoy voy a ganar". Y cuando esto es así, nada ni nadie puede pararle.

Federer dejó escapar el primer set

La Pista Central de Wimbledon era una hoja en blanco en la que el suizo debía escribir el último capítulo de su brillante historia. El capítulo número 18, el octavo con tinta verde.

Roger, alentado por este hecho y con la lección dada el viernes aún en la memoria, salió a la pista con la idea clara de comerse al serbio. Atacar, atacar y atacar. Y su vertiginoso juego pronto dio sus frutos en forma de break. 4-2 y saque. La grada, con un apoyo incondicional hacia él, rugía. El set estaba en el bolsillo del de Basilea.

Federer se gustaba, quizá en exceso, y su descomunal narcisismo le El narcisismo le costó caro a Roger Federercostó caro. En el siguiente servicio quiso adornarse en una volea sencilla que terminó fallando. Otro claro error con el revés daba la oportunidad a Nole de recuperar el break. Y cuando a Djokovic le das una opción, le sobra media. Saque roto y a volver a empezar.

No hubo más concesiones con el saque y el set se decidió en un tie break en el que Federer jugó su peor tenis del torneo. Apenas tuvo que mantener la bola dentro Djokovic para dar el primer golpe en la final.

Un tie break para la historia

El mágico y solemne ambiente de la central se enfrió, y con él el partido. Djokovic parecía tener todo bajo control y solo el saque de Roger, menos dañino que en el partido anterior, aguantaba las envestidas de la bestia serbia.

Novak apenas fallaba y ganar el partido a Federer se le presentaba como una cuesta de la que no podía ver el final. La sensación era que Djokovic estaba siendo superior, pero las oportunidades de break se decantaban del lado helvético. Pero cada vez que Federer amenazaba con despegarse en el marcador, Djokovic dejaba de ser humano para convertirse en un robot programado para no fallar ni una sola bola, por muy difícil que ésta fuera. En el 6-5 tuvo Djokovic dos bolas de set con sabor a bolas de partido, pero el talento innato del genio de Basilea logró neutralizarlas. Llegábamos a una nueva muerte súbita. 

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