Juego, set y partido. El show ha terminado, y estos espectadores permanentes y fieles al tenis mundial, vamos abandonando nuestro asiento en nuestra particular pista, rumbo a nuestro escritorio. Encendemos el portátil, aún con los highlights frescos en la memoria, y nos disponemos a hacer balance de una temporada brillantemente singular.

Más allá del incontestable dominio de Djokovic, la campaña que acaba de finalizar ha dejado el renacer de una leyenda que nunca murió, la caída de un gigante, el fracaso de una generación o la irrupción de algún que otro showman.

Un serbio para dominarlos a todos

Si Gary Lineker tuviese que definir la temporada de la ATP, seguramente adaptaría al ámbito de la raqueta su célebre frase y diría aquello de que "el tenis es un deporte de uno contra uno, en el que siempre gana Novak Djokovic".

Parece difícil plasmar mejor en una frase el año del de Belgrado. Lo cierto es que la silueta de Novak Djokovic levantando un título se ha convertido en una costumbre dominical más, a la altura de las películas de serie b en la sobremesa o la Misa de una.

Y hablando de religiones, el Terremoto de los Balcanes ha tomado asiento en el Olimpo del tenis, y mira ya desafiante al que hasta ahora es su más sagrada divinidad: Roger Federer.

Fotografía: zimbio.com

No obstante, ninguna metáfora puede reflejar mejor que las cifras lo
"El tenis es un deporte de uno contra uno en el que siempre gana Novak Djokovic"que ha sido definido por muchos como "la mejor temporada de un tenista en la historia". 11 títulos, 3 Grand Slam, 6 Masters 1000 (récord absoluto), un 93% de victorias y 15 finales de 16 posibles son la firma de un tenista que, a día de hoy, mira por encima del hombro al resto.

Más allá de las meras estadísticas, las sensaciones que el serbio ha dejado en las pistas de todo el globo son de una superioridad insultante, cuyo final no conoce horizonte. Djokovic ha sido capaz de derrotar 31 veces esta temporada a jugadores emplazados entre los diez mejores del mundo, y en la mayoría de ocasiones lo ha hecho sin desplegar, ni de lejos, su mejor tenis.

Reinventarse o morir

Si alguien ha estado cerca del halo de imbatibilidad balcánica este año, ese ha sido Roger Federer. En un panorama en el que la resistencia física y la potencia en los golpes dictan el "pan nuestro de cada día", y a sus 34 años, el Maestro de Basilea ha sabido apostar por un tenis diferente, ese que solo él puede practicar. Odas a este noble deporte, como la semifinales de Wimbledon y US Open han reavivado en la mente de los nostálgicos, las imágenes del mejor Federer jamás visto.

La llegada de Stefan Edberg ha traído consigo un soplo de aire fresco para Roger. Viéndose superado desde el fondo por sus principales rivales, el excampeón sueco ha sabido inculcar en la mente de Roger la idea de que la red debe ser su hábitat natural. Sus restos a escasos centímetros del cuadro de saque, los famosos SABR (Sneak Attack By Roger Federer), ya forman parte del incalculable patrimonio que el helvético está dejando en este deporte.

Siguiendo los dictados de su entrenador y con un talento que difícilmente se volverá a ver, Roger Federer ha completado una temporada magnífica, en la que solo Novak Djokovic ha sabido pararle los pies.

El único punto negro en su trayectoria este año, ha sido la quimera del decimoctavo Grand Slam, la guinda a la carrera más laureada. El propio Djokovic y el desgaste físico que implica jugar al mejor de cinco sets, han sido los dos muros con los que Federer se ha topado en la búsqueda de su último gran objetivo.

La caída de un gigante...que al final se levantó

"Una lesión mental". Este era el diagnóstico que Rafa Nadal hacía de una temporada para olvidar, la peor en una década en la que el de Manacor solo había conocido el dulce aroma del éxito.

2015 ha sido el peor año de Nadal como profesional

Después de un mal arranque, el mejor deportista español de todos los tiempos, buscaba en la tierra batida su particular redención. Pero el imperial Djokovic asaltó su santuario en París, infrigiéndole su segunda derrota en 72 partidos en Roland Garros. Rafa no pudo recuperarse de esta bofetada en el césped londinense, donde "el Bob Marley del tenis", Dustin Brown, desnudó sus carencias una vez más. Fabio Fognini, bestia negra esta temporada, fue el encargado en Flushing Meadows de asestarle una puñalada en forma de remontada -primera vez en 153 partidos que perdía tras ir ganando por dos sets a cero-, que le mandó directamente a la UVI.

Fotografía: zimbio.com

Contra todo pronóstico, "el enfermo" mejoró en la que tradicionalmente había sido su peor fase del año, la gira indoor. Las piernas volvieron a responder, la derecha a intimidad y la cabeza a resistir las embestidas de sus rivales, esos que volvieron a ver en Nadal una montaña muy difícil de escalar. Inesperadamente, la peor temporada del gladiador tuvo un simulacro de final feliz.

El relevo que no llega

Esta temporada, una serie de jugadores estaban llamados a dar un golpe encima de la mesa y demostrar que ellos son el futuro de un deporte que lleva dominado por los mismos pesos pesados desde hace una década. Hablamos de los Dimitrovs, Raonics y Nishikoris. ¿El resultado? Un fracaso absoluto.

Estos jugadores, a excepción de Nishikori, no solo no han dado un paso al frente, sino que han empeorado su rendimiento respecto al 2014. Las rupturas profesionales y sentimentales han terminado afectando al tenis de Baby Roger, mientras que el maltrecho pie derecho de Raonic ha lastrado su temporada. Solo Kei Nishikori, a pesar de su flojo final de año, podría salvarse de la quema.

Fotografía: zimbio.com

La realidad es desoladora. A día de hoy, el nivel de estos jugadores en todos los aspectos, se encuentra a años luz del Big Four. El relevo generacional en el circuito ni está, ni se le espera.

"Espectáculo" más allá de los peloteos

Por desgracia o por fortuna, este 2015 ha traído consigo la reaparición de un tipo de personaje que estos años atrás escaseaba en el circuito: el tenista brillante y polémico a partes iguales.

En una escuela en la que el doctor honoris causa es John McEnroe, el alumno más aventajado se llama Nick Kyrgios. El controvertido tenista aussie ha sido frecuentemente portada en los periódicos, y no precisamente por su indudable calidad. De entre todos los escándalos protagonizados por el "bueno" de Nick, sobresale su lamentable comentario dirigido a Stan Wawrinka, en el que recordaba al suizo el supuesto affair de su pareja sentimental con su compatriota y amigo, Thanassi Kokinakkis, otro que tal baila.

El otro gran villano de esta temporada parla italiano, responde al nombre de Fabio Fognini y con "sus huevos rotos" por Nadal, ha protagonizado alguna de las escenas más polémicas del año.

Estos cinco puntos, podrían resumir una temporada magnífica para algunos, desastrosa para otros, pero inolvidable para todos. La nueva temporada está ya a la vuelta de la esquina. ¿Seguirá Djokovic con su dictadura?, ¿Ganará Federer su decimoctavo Grand Slam?, ¿Volverá la mejor versión de Nadal?. A partir de enero, la solución. Los aficionados ya cuentan los días.

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