Era el peor escenario posible para un estreno. En teoría. Al preclasificado número siete del mundo, le había tocado en el sorteo lidear en primera ronda con un jugador complicado y aguerrido como es Kohlschreiber. Todo pintaba para una dura batalla bajo el intenso calor del mediodía australiano, pero la solvencia de los golpes del japonés decidieron darle otro tinte al partido.

El encuentro comenzó parejo, de mutuo respeto y continuo estudio. Nishikori se mostró desde un principio rápido de piernas y agresivo, y ante la propuesta el alemán no desentonaba. Pasada media hora de juego y sin oportunidades de break presentes, la primera manga se resolvió en el décimo juego cuando el japonés apretó y Phillip, desinfló. 6-4 para el nipón con una sola bola de juego. 

Kohlschreiber sintió el golpe y salió al segundo set más agresivo en sus golpes, pero  como ya es una costumbre en su juego, la falta de fortaleza mental en los puntos clave destruye lo que su potente forhand intenta.  Salvó una posibilidad de quiebre en el segundo game, pero ya en el cuarto no soportó el envión de la estrella del país del Sol Naciente que subía a la red con soltura cada vez que podía.

Nishikori entendió que el partido pasaba por su raqueta y salió al tecero presuroso a terminar el trabajo. Un quiebre tempranero destrozó las esperanzas del alemán que no lograba descifrar los cambios de ritmo de su contrincante, quien a diferencia de lo que ocurrió en gran parte del 2015, parece haber recobrado el equilibrio necesario en su frágil físico.

El noveno juego significaba doble match point para el pupilo de Michael Chang, quien cerró el encuentro a la primera oportunidad con una derecha paralela. En 1 hora y 55 minutos, el japonés se reía de su suerte en el sorteo y avanza a la siguiente roda pletórico de confianza en sí mismo. Quiere más.