Merecido descanso el que se tomó Agnieszka Radwanska tras el Abierto de Australia. Comenzó el año con la misma inercia positiva con la que finalizó 2015. La flamante campeona en las WTA Finals, se alzó con el título de Shenzen, prolongando su idilio con el continente asiático. Tras una buena actuación en Melbourne, donde cosechó unas semifinales, la polaca decidió reponer fuerzas y postergar su regreso hasta el torneo de Catar.

Parece haberle sentado bien este receso. Radwanska ha vuelto con fuerzas, poniendo de manifiesto un gran espíritu competitivo y mostrándose igual de sólida de fondo de pista que en sus mejores momentos de tenis de los últimos meses. En octavos de final, se encontraba con la horma de su zapato: Mónica Niculesca, una jugadora capaz de pasar bolas de todas maneras posibles, y cuya estrambótica derecha cortada puede hacer entrar en colapso a cualquier jugadora. No fue el caso de Radwanska.

Un muy duro primer set decidió el encuentro

Espectacular batalla la que se desató entre la polaca y la rumana en una memorable primera manga. Duelo de tú a tú, con dos tenistas realmente solventes, moviéndose muy bien de fondo de pista y haciendo constantes cambios de ritmo y altura. El saque era un quebradero de cabeza para ambas, y la igualdad era máxima.

Niculescu se vino abajo cuando perdió la primera manga

Cuando el tiebreak parecía inevitable, Radwanska sacó su mejor tenis y encadenó dos juegos brillantes. Imprimió un punto más de potencia y profundidad a sus golpes, y quebró no solo el saque de la rumana, sino también su moral. Y es que el segundo parcial fue un placebo de partido. Niculescu se vino abajo y no pudo competir al mismo nivel.

Radwanska puso la directa; sin artificios, sin adornos, limitándose a hacer su trabajo bien hecho y lograr una victoria más a su palmarés. Parece con serias opciones de llegar lejos en este torneo, ante el desplome de favoritas en estos días. En cuartos de final podría verse las caras con Vinci, en lo que sería una nueva batalla de contraatacantes.