No ha de existir situación más angustiosa que la de despeñarse por un precipicio y no tener ningún asidero al que aferrarse. Es lo que le está ocurriendo a Guillermo García-López en un funesto 2016, en el que sus argumentos sobre la pista no le bastan para ganar a jugadores a los que hace apenas dos años vapuleaba. Es la cruda realidad, un cambio de tendencia difícilmente explicable y que se retroalimenta en cada derrota.

El manchego se encuentra atrapado en un torbellino de sensaciones negativas que le van acercando al abismo cada vez más. Incapaz de salirse de la corriente que le arrastra, el español vaga por las pistas sin mucho convencimiento, y ni siquiera una alegría en dobles, como fue la final en el US Open, han logrado conferirle cierta chispa a su tenis. A sus 33 años, Guillermo García-López está perdido, y en Amberes no ha podido encontrar una pista que le reconduzca a la senda del triunfo.

García-López, carente de ilusión

El tenis es un deporte de sensaciones, de intangibles que marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso. Guillermo García-López parece hastiado, exhausto tras una larga carrera y carente de la ilusión por un deporte que le ha dado todo. A sus 33 años, todo indica que su final está próximo, ya que una crisis como la que lleva atravesando durante todo el 2016, solo se puede explicar por planteamientos psicológicos notables, más allá de una pérdida de confianza o un problema de juego.

El español ostenta un balance de victorias-derrotas de 22-29

El español sigue atesorando los golpes que le convirtieron en un jugador temible para cualquiera, y le han permitido ganar títulos ATP y erigirse en un fijo en el top-40. Sin embargo, su brazo y sus piernas no fluyen con el mismo convencimiento e intensidad. Ante Kovalik volvió a ocurrirle lo mismo que le viene pasando en todos los torneos; salió con ilusión y, al primer revés que se llevó en el encuentro, se mostró cabizbajo e incapaz de reaccionar.

El break del primer set logrado por Guillermo fue devuelvo por el eslovaco rápidamente, y eso le fue suficiente para desmoronar la moral del español como un castillo de naipes. 6-3 6-3 en un segundo set en el que Guillermo estuvo en pista más por inercia que por confianza e ilusión.