Ya avisó el pasado martes la actual número 63 del mundo, Ana Ivanovic, que tenía que dar un mensaje muy importante a sus fans y al mundo del tenis en general. Efectivamente, al día siguiente a las 19:00 Ana Ivanovic comunicó, visiblemente emocionada, su decisión de dejar el tenis a través de su cuenta oficial de Facebook. La serbia pone fin, a sus 29 primaveras, a una exitosa carrera de 13 años con motivo de las molestias físicas que ha ido arrastrando los últimos tiempos. Agradeció todo el apoyo recibido por los fans y a sus compañeros de profesión, y reveló que sus futuros proyectos estarán ligados al mundo de la moda, que la ha acompañado a lo largo de toda su carrera profesional.
Ivanovic se une a la curiosa lista de tenistas que, aun en edad de competir, decidieron colgar la raqueta: Dinara Safina, Justine Henin, Martina Hingis, Monica Seles o Anna Kurnikova. Esta última también dejó el tenis por la moda. Aun así, la tenista serbia será recordada como una de las portadoras del actual tenis de potencia y rapidez. Ha coincidido siempre con grandes remesas de jugadoras como Mauresmo, Henin, Safina, Jankovic y Serena en sus primeros años, y posteriormente con Sharapova, Azarenka, Wozniacki y la propia Serena.
Su palmarés la reconoce como una de las mejores jugadoras de la generación de los 80. Cuenta con 15 títulos individuales, entre los que destacan los dos WTA Tournament of Champion, el Premier Mandatory en Indian Wells y por encima de todos el Roland Garros de 2008.
Sus inicios, la parte más exitosa de su carrera
Los inicios de la carrera de un tenista están llenos de ilusión, sueños, expectativas, pero también de miedos y fracasos. El salto al foco del tenis mundial, y por ende al mundo mediático, es la primera criba de todo tenista profesional. Grandes jóvenes raquetas se han quedado en el camino por no saber gestionar la presión que supone el circo tenístico. Ana Ivanovic no padeció tan duramente los efectos del éxito y la fama. Y es que la serbia irrumpió en el circuito profesional con tan solo 17 años, y en el año de su debut ya sumó su primer torneo WTA, el de Camberra.
El año 2004 de Ana Ivanovic es un ejemplo de como se debe entrar en el circuito profesional. A pesar de su debut en el circuito WTA, Ivanovic siguió compitiendo en torneos ITF para ganar experiencia y ascender el ranking . Ese año ganó los cuatro ITF que jugó, además de disputar la final junior de Wimbledon, que perdió ante Kateryna Bondarenko.
Durante sus primeros años, la serbia ofreció un tenis sólido, potente y muy maduro, algo novedoso teniendo en cuenta su edad. Sus principales virtudes solían aparecer en los torneos de pista dura donde el tenis de la serbia se adaptaba mejor, pero paradójicamente sus grandes hazañas las ha realizado sobre el polvo de arcilla. En Roland Garros 2005, donde tres años más tarde le esperaría la gloria, dejó un avance de su potencial al eliminar en los octavos de final a la por entonces número tres del mundo, Amèlie Mauresmo. Ese año acabó en el puesto 16 del mundo y a los dos siguiente asaltó el top ten, posicionándose como número cuatro del mundo con 19 años.
Roland Garros 2008, un antes y un después
Juventud, éxito y felicidad. En esas condiciones pocas cosas más se pueden pedir. Sin embargo, los tenistas, al igual que el resto de deportistas de élite, son insaciables. Con sus 19 años, Ana Ivanovic paseaba su irradiante sonrisa y su belleza innata por todos los torneos del mundo obteniendo más buenos resultados que malos, pero todavía seguía faltando un pequeño salto para alzarse con un Grand Slam.
En 2007 se quedó a las puertas de conseguir el gran hito que supone ganar un major, pues en Roland Garros perdió su primera final de Grand Slam ante Justine Henin 6-1 y 6-2 y seguidamente en Wimbledon llegó a las semifinales. Pero 2008 fue el año de Ana Ivanovic. Comenzó arrasando con su primer Premier Mandatory en las tierras californianas de Indian Wells y alcanzando la final del Open de Australia que perdió contra María Sharapova. La suerte la sonreía, su juego acompañaba y las lesiones la respetaban. Ivanovic vivió su particular idilio con el tenis ese mismo año, y que mejor celebrar ese estado de gracia que en París, la ciudad del amor.
Roland Garros 2008 fue el culmen a un inicio de carrera sencillamente espectacular. Ivanovic desplegó el mismo tenis que venía exhibiendo desde el inicio de año y fue pasando rondas de manera "sencilla". Hasta el momento sus apariciones en Grand Slam habían sido generalmente buenas, pero en las últimas rondas se hacía evidente su juventud y ganas, y eso concurría en derrotas. Pero en ese Roland Garros la serbia era otra, es como si tuviera sobre sus espaldas 20 años de carrera. Mostró una madurez absoluta y eso la permitió resolver el durísmo encuentro de semifinales contra su compatriota, Jelena Jankovic, que tuvo que resolverse en un agónico tercer set donde hubo oportunidades de victoria para ambas. Ivanovic no solo consiguió el pase a su tercera final de Grand Slam, sino que tomó el cetro del tenis femenino mundial.
Lejos de conformarse con el número uno y con su madurez tenística, Ivanovic inscribió su nombre en la copa Suzanne Lenglen después de derrotar en la final a Dinara Safina por 6-4 y 6-3. Se convirtió en la primera tenista serbia en ganar un Grand Slam. Con 21 años, Ana Ivanovic hizo historia para su país.
Después de su gran triunfo como profesional las cosas comenzaron a truncarse en la carrera de la serbia. Las lesiones comenzaron a aparecer. Mantuvo el número uno del mundo 12 semanas, pero los malos resultados en el US Open y unas inesperadas tempranas derrotas en la gira americana relegaron a Ivanovic a la cuarta plaza de la clasificación. Con ese ranking se clasificó para el torneo de maestras, donde alcanzó las semifinales.
Lesiones, irregularidad y adiós al tenis
La aparición de las nuevas jugadoras que dominan actualmente el tenis, la cada vez más complicada adaptación a este deporte por la rapidez que está adoptando tras una lesión o la incesante competencia en el circuito WTA. Son los posibles factores que pueden explicar el porqué nunca hemos vuelto a ver a la Ana Ivanovic del 2008, esa tenista potente y madura, cuyo tenis se adapta a las exigencias actuales de este deporte.
Los años 2009 y 2010 fueron los más difíciles de la carrera deportiva de la serbia que vio como las lesiones lastraban su desarrollo como profesional. Las retiradas de torneos y los largos periodos de lesiones se convirtieron en un habitual. Salió del top ten, pero su calidad no la perdió y logró cerrar sendos años con el WTA Elite Trophy. A partir de ahí, la serbia nunca recobró su nivel y se adentró en su particular montaña rusa, tan pronto hacía un torneo brillante como en el siguiente caía en primera ronda. Todo ello derivó en un baile de entrenadores en su banquillo para intentar buscar de nuevo el norte a una carrera completamente a la deriva. Desde Dejan Vranes, su entrenador en los inicios, hasta Nigal Sears, su último entrenador, pasaron 11 entrenadores más.
Esa propensión al cambio no hizo más que desorientar a Ivanovic en su afán por volver a la cima del tenis mundial. Sin embargo, la incorporación de Nigel Sears, suegro de Andy Murray, en 2014 pareció devolver luz a tanta oscuridad. Con él llegaron las victorias y los torneos, ni más ni menos que cuatro en 2014. Ivanovic recuperó su tenis y cerró el año como número cinco del mundo, su mejor ranking desde 2009. Aunque los resultados en los torneos importantes no llegaban, la tendencia de la serbia había cambiado y las lesiones parecían darla un respiro. Con Sears también alcanzó unas semifinales en Roland Garros y desplegó un buen tenis durante la gira de tierra de 2015, pero la irregularidad seguía siendo el gran talón de Aquiles de Ivanovic, por lo que terminó el año saliendo del top ten de nuevo y con dudas sobre el desarrollo de su tenis.
Su último año como tenista profesional ha sido horrible. Despide el 2016 y su carrera sin títulos, sin finales, con malos resultados y con muchas lesiones. Este compendio de elementos la han llevado a colgar la raqueta y a decir adiós a una larga carrera plagada de éxitos al principio y a una lucha contra las lesiones y contra ella misma en los últimos años. Porque Ivanovic por encima de su talento tenístico es admirada por su capacidad de lucha y sacrificio que la han llevado a conseguir lo que ha conseguido. Siempre con una sonrisa de oreja a oreja y una filosofía positivista.
A sus 29 años se despide de aquello que la ha llevado al estrellato mediático, la ha otogado todo lo que tiene; ahora comienza una nueva etapa en el mundo de la moda, pero quien sabe si en el futuro Ivanovic volverá a ligarse al tenis de alguna manera. Hasta entonces, nosotros, los aficionados al tenis, recordaremos los valores que hicieron a una jugadora talentosa, un ejemplo de esfuerzo, ganas y constancia por alcanzar una meta.