Recién llegado de Melbourne, donde ha realizado el mejor torneo de su carrera, Kyle Edmund será el líder de Gran Bretaña en la eliminatoria que abre el Grupo Mundial de la Copa Davis 2018. Sin su número uno y principal estandarte, Andy Murray, ausente por lesión, ésta será la segunda ocasión en la que Edmund coja las riendas del equipo británico en la Davis. Es consciente de que gran parte de las opciones de su equipo en este cruce pasan por él pero también de la dificultad de vencer a tenistas de la talla de Pablo Carreño o Albert Ramos en una superficie totalmente opuesta a la de Australia.

Con la moral por las nubes

Parece que con la llegada de su nuevo técnico, el sueco Fredrik Rosengren, Kyle Edmund ha comenzado a sacar partido a todo ese enorme potencial ofensivo que destila en cada uno de sus golpes. El británico se erigió en una de las grandes sorpresas del recientemente finalizado Open de Australia. Edmund rompió la barrera logrando su mejor resultado en un torneo de Grand Slam: semifinales.

Ha jugado siempre que ha sido convocado, cinco de cinco

En el camino, el británico dejó en la cuneta, entre otros, al vigente finalista del US Open, Kevin Anderson, y al último ganador de la Copa de Maestros, Grigor Dimitrov, éste último en cuartos de final. Sería el croata Marin Cilic el encargado de poner fin al sueño de Edmund al batirle en tres sets. Gracias a su gran resultado en Melbourne, Edmund ha salido este lunes entre los treinta mejores del ránking ATP, el número 26, por primera vez en su carrera. Lo único negativo de su estancia en Australia es que acabó ligeramente tocado (molestias en la cadera) su encuentro ante Cilic. En una superficie tan exigente como la tierra batida, Edmund tiene claro que ha de estar al 100% físicamente para competir en sus dos encuentros individuales.

Kyle Edmund durante la semifinal del Open de Australia ante Marin Cilic. Foto: zimbio.com
Kyle Edmund durante la semifinal del Open de Australia ante Marin Cilic. Foto: zimbio.com

Experiencia en polvo de ladrillo

Pese a que históricamente la superficie de tierra batida no ha sido la más fructífera para los intereses británicos, hay que decir que Kyle Edmund se desenvuelve de manera más que aceptable en dicha superficie. De hecho, sus tres victorias hasta ahora en la Copa Davis han llegado en tierra batida. En 2016 ganó sus dos choques de cuartos de final ante los serbios Janko Tipsarevic y Dusan Lajovic, mientras que el año pasado certificó la victoria de Gran Bretaña sobre Canadá en la primera ronda del Grupo Mundial al imponerse en el quinto punto a Denis Shapovalov. Por lo tanto, no es desconocida este tipo de pista para Edmund, cuyo gran inconveniente será la dificultad de adaptación a unas condiciones totalmente diferentes a las que ha tenido en este principio de año.

Kyle Edmund durante la eliminatoria de cuartos de final frente a Francia el año pasado. Foto: zimbio.com
Kyle Edmund durante la eliminatoria de cuartos de final frente a Francia el año pasado. Foto: zimbio.com

Extraordinario ofensivamente, mucho que mejorar en defensa

No es un secreto que el juego de Kyle Edmund se basa en la enorme agresividad que imprime en cada uno de sus golpes ,especialmente con su derecha, un auténtico martillo pilón. Pero como cualquier tenista de su edad, 23 años, todavía tiene muchas cosas que mejorar. Si ofensivamente el británico va sobrado de recursos, defensivamente deja mucho que desear. Cuando Edmund pierde la iniciativa del punto y se ve obligado a correr de lado a lado, pierde todo peligro. Sus desplazamientos laterales, algo que se puede comprobar en cada uno de sus partidos, no son nada del otro mundo. Edmund es un jugador tan ofensivo que no está acostumbrado a correr detrás de la pelota. Su juego consiste en ganar el punto en uno o dos tiros, tanto con el servicio como al resto, y todavía no tiene automatismos defensivos. Esto es algo que, obviamente, tendrá que ir aprendiendo con el tiempo y si lo logra algún día, su progresión puede llegar a ser enorme.

Si su cadera no lo impide, el británico será el principal sustento de su país en busca de una victoria que garantizaría la presencia de Gran Bretaña en el Grupo Mundial por sexto año consecutivo.