Durante la última década, el tenis británico se había resumido en dos palabras: Andy Murray. Pero dada la larga travesía por el desierto que continúa atravesando el escocés debido a sus recurrentes problemas físicos, las Islas necesitaban como el comer la aparición de un nuevo nombre que les haga ilusionarse de nuevo. Esa persona destinada a poner de nuevo a Gran Bretaña en el primer pelotón del tenis mundial parece ser Kyle Edmund. Este jugador de 23 años nacido en Johannesburgo pero afincado en el Reino Unido desde que era un niño, ha comenzado a cumplir las expectativas que se tenían puestas en él desde hacía tiempo en su mejor año como profesional en el circuito ATP.

Edmund estrenó su palmarés de títulos en Amberes (Bélgica), disputó otra final en Casablanca (Marruecos) y destacó en varios Masters 1000 pero, por encima de todo, están sus semifinales en el primer Grand Slam de la temporada, el Open de Australia, siendo el primer británico, aparte de Murray, en alcanzar dicha ronda en un torneo de estas características desde que lo hiciera Tim Henman en 2004. Todo ello le ha valido para finalizar entre los quince primeros del mundo y situarse en una privilegiada posición para intentar dar el salto al top10 el año que viene. 

Pelotazo en Melbourne y buenas sensaciones en polvo de ladrillo

Como en temporadas anteriores, Edmund dio el pistoletazo de salida a su año tenístico en el ATP 250 de Brisbane, torneo en el que ya mostró sus credenciales llegando a los cuartos de final, donde se toparía con el búlgaro Grigor Dimitrov, al que precisamente vencería tres semanas más tarde en Melbourne. Un esguince de tobillo provocado en este mismo partido le obligaría a renunciar a Auckland en pos de llegar en las mejores condiciones posibles al primer 'grande' del año. 

El balance de Edmund este año es de 36 victorias por 21 derrotas. Además, el británico alcanzó los cuartos de final hasta en diez ocasiones

Todo el mundo era conocedor del potencial de Edmund en su raqueta, pero probablemente nadie esperaba lo que el británico sería capaz de hacer en esas dos semanas siguientes. Al no ser cabeza de serie, Edmund se vio obligado a un exigente estreno ante el sudafricano Kevin Anderson, 12º favorito por aquel entonces. En un encuentro lleno de alternativas y que se fue hasta las cuatro horas de juego, Edmund se dio el derecho a soñar con algo grande al doblegar al sudafricano por 6-7 6-3 3-6 6-3 y 6-4. Tras esa primera ronda y debido a la caída de otros favoritos, el británico se convertía en el jugador con mejor ránking de todos los que quedaban en esa parte del cuadro. 

Las oportunidades están para aprovecharlas y Edmund lo hizo a las mil maravillas, llegando a sus primeros cuartos de final tras deshacerse, entre otros, del georgiano Basilashvili en cinco mangas o del italiano Andreas Seppi en cuatro. Allí esperaba, como ya se mencionó anteriormente, Grigor Dimitrov. El búlgaro, avalado por su reciente título de 'Maestro' en Londres, era el número tres del mundo y estaba dispuesto a alcanzar sus segundas semis consecutivas en las Antípodas. Pero si hay algo que caracteriza a Kyle Edmund es que es fiel a su estilo, que no es otro que atacar constantemente. Con la confianza por las nubes, el británico doblegó a su rival en un partido en el que estuvo por delante en todo momento y en el que, incluso, acabó ganando con bastante autoridad por 6-4 3-6 6-3 y 6-4. Lamentablemente para él, su viaje terminaría dos días después, donde un inspirado Marin Cilic le dejaría a las puertas de la final tras vencerle por la vía rápida. En aquel encuentro, Edmund pagó los nervios y su inexperiencia en esas lides. Pese a este final con sabor agridulce, el de Johannesburgo valoró muy positivamente el que había sido el mejor torneo de su carrera.  

Edmund durante su encuentro de semifinales en Australia ante Marin Cilic. Foto: zimbio.com
Edmund durante su encuentro de semifinales en Australia ante Marin Cilic. Foto: zimbio.com

Gracias a este extraordinario resultado, Edmund subió como la espuma en el ránking ATP, pasando del número 49 al 26, su mejor puesto. Pero esto también tuvo su parte negativa y, es que, el notable esfuerzo que realizó el británico en esas dos semanas tuvo sus consecuencias en forma de lesión. Una sobrecarga muscular lo dejó fuera de la eliminatoria de Copa Davis frente a España y una extraña infección de garganta lo imposibilitó acudir a la gira sudamericana de tierra batida del mes de febrero. De este modo, Edmund reapareció en los dos primeros Masters 1000 del año, Indian Wells y Miami, pero dado que aún se encontraba corto de ritmo, cayó en su debut en ambos torneos ante el israelí Dudi Sela y el norteamericano Frances Tiafoe

La llegada de la tierra batida europea a partir del mes de abril sirvió para que Edmund volviera a ganar partidos ( no lo hacía desde Melbourne) y recuperara nuevamente la confianza. En Casablanca alcanzó su primera final ATP, aunque fue barrido por el 'Renacido' Pablo Andújar. El conquense no dio opción y se impuso por un doble 6-2. Pero esto fue el inicio de una buena serie de resultados para Edmund en polvo de ladrillo. En Madrid llegó a sus primeros cuartos de final en un Masters 1000, venciendo a un, en ese momento, devaluado Novak Djokovic y a otro top10 como era el belga David Goffin. El británico acabaría cayendo ante el canadiense Denis Shapovalov en tres sets. Otro miembro de la 'Next Gen', en este caso, Alexander Zverev, sería el verdugo de Edmund en los octavos de final de Roma, por un ajustado 7-5 y 7-6(11). En Roland Garros y quizá por lo visto en sus últimos torneos no cumpliría del todo las expectativas al despedirse en la tercera ronda ante el italiano Fabio Fognini, en otro maratoniano choque a cinco mangas. 

Inconsistente en casa y Norteamérica

Con la llegada de la hierba, las expectación por ver lo que sería capaz de hacer Kyle Edmund actuando como local crecía por momentos. Pero lo cierto es que el británico no llegó en su mejor forma a esta parte del año y toda esa presión que llevaba encima fue demasiado para su, todavía, tierna mentalidad. Tanto en Queen's como en Eastbourne sólo se llevaría un partido al zurrón, mientras que en Wimbledon, una versión más reconocible de Novak Djokovic lo despediría en la tercera ronda tras un partido lleno de tensión y en el que el casi siempre modélico público local perdió en varias ocasiones los estribos faltando el respeto al serbio. 

Edmund durante un partido en el Masters 1000 de Shanghai. Foto: zimbio.com
Edmund durante un partido en el Masters 1000 de Shanghai. Foto: zimbio.com

La confianza que había exhibido el británico en el inicio de la temporada brillaba por su ausencia. Tampoco en la gira veraniega de pista dura pudo encontrar su mejor versión, sufriendo derrotas a las primeras de cambio en casi todos los torneos, incluido una dolorosa en el US Open ante el italiano Paolo Lorenzi

Lo que bien empieza, bien acaba

Tras un descanso de varias semanas que su cuerpo y su cabeza pedían a gritos, Edmund logró acabar la temporada de la misma manera en la que la comenzó. El británico dejaría su sello en el triunfo europeo en la segunda edición de la Laver Cup, victoria ante Jack Sock incluida, y se adentró en una gira asiática en la que obtuvo muy buenos réditos, comenzando con sus segundas semifinales en un ATP 500, Pekín, siguiendo con otros cuartos de final en un Masters 1000, Shanghai

Acto seguido y sin descanso, comenzó la última gira del año, de vuelta a Europa y a cubierto. En Amberes, Edmund cumplió su condición de primer cabeza de serie y se impuso en la final al francés Gael Monfils para obtener su primer entorchado como profesional. Las lágrimas que mostró el británico tras cosechar su triunfo dejaban palpable la importancia que era para él haber inaugurado su palmarés en el circuito. En Viena un inspirado Fernando Verdasco cortaría la racha de victorias de Edmund, en el que sería su último partido del año ya que unas molestias en la rodilla le impedirían estar presente en el último Masters 1000 del año, París-Bercy

Kyle Edmund y Gael Monfils posan con sus respectivos trofeos de campeón y subcampeón en Amberes. Foto: gettyimages.es
Kyle Edmund y Gael Monfils posan con sus respectivos trofeos de campeón y subcampeón en Amberes. Foto: gettyimages.es

En resumen, una temporada con muchas cosas positivas para Kyle Edmund, aunque también con alguna que otra decepción. Es evidente que para mantenerse de manera recurrente en la élite, el británico todavía tiene que pulir unos cuantos aspectos, sobre todo a nivel mental y en cuanto a movilidad, pero lo que no cabe duda es que, con el enorme potencial que atesora a nivel ofensivo, Edmund puede llegar a ser uno de los hombres a tener en cuenta en un futuro a corto plazo. No será fácil el año que viene para el británico. Tendrá que demostrar que puede estar a la altura y ser capaz de lidiar con la presión de ser el número uno de un país que continúa añorando a Andy Murray. Veremos si se convierte o no en el sucesor del escocés.