Se compite con raquetas, pero son las cabezas las que deciden. En Madrid, Pablo Andújar nota la soga al cuello. Está en su semana más trascendental, fortalecido en cuerpo y espíritu tras encadenar por primera vez en trece meses cuatro triunfos consecutivos. Preparado para afrontar el reto que le propone Rafael Nadal en semifinales. Pero algo le detiene. Una fuerza que traspasa barreras, que sacude tanto en la pista como en los corazones. Sin voz ni voto, Andújar se ve desbordado. Encaja un 'rosco' de salida y se despide sin apenas levantar los brazos (6-0 y 6-4) en 76 minutos de juego. Anulado por el rival y el escenario. Un desenlace que acerca a Nadal a su séptima final del año tras penar más de siete meses fuera del circuito por una rotura parcial del ligamento rotuliano y una hoffitis de la rodilla izquierda. Y que despeja una verdad demoledora: siempre que baila sobre tierra, el balear suma el 92 por ciento de sus partidos ante españoles. Toda una dictadura.

“Estoy muy contento por jugar otra final aquí”, comenta el manacorense, que de este modo alcanza su cuarto domingo decisivo en Madrid en el último lustro tras el título de 2010 y las finales de 2009 y 2011. “Los resutados están siendo inmejorables. Ni en sueños podía haberlo imaginado hace unos meses. Estoy feliz también por cómo he jugado, mucho más agresivo que ayer. Sobre todo en el primer set. Luego, Pablo (Andújar) ha jugado mejor y me ha puesto en ciertos apuros, como el 15-40 con 2-3 en el segundo set. Pero, por suerte, he podido escapar”, continúa.

Sólo cinco españoles han batido a Nadal sobre tierra desde 2001

Antes, claro, está el peso del gigante. Sobre tierra, Nadal no sólo ataca con los puños. Aquí pesa su mera presencia, su legado. Los españoles, fieles conocedores de la historia del siete veces campeón de Roland Garros, lo acusan en sus carnes como pocos. Como si afrontaran anestesiados una misión que parece prácticamente imposible. Desde que es profesional (2001), el número 5 del mundo únicamente ha hincado la rodilla cinco veces en la arena frente a compatriotas. Algunas siendo aún lampiño, como ante Álex Corretja en Montecarlo en 2003, Carlos Moyá en Umag ese mismo año y David Ferrer en Stuttgart en 2004. Y otras bajo extrañas circunstancias, como con Juan Carlos Ferrero en Roma en 2008 (ampollas) o contra Fernando Verdasco en la pasada edición en la Caja Mágica, la cual estuvo envuelta en polvareda azul.

Para Andújar esto es una losa. Brillante durante todo el torneo al servicio, el conquense se derritió en cuanto barajó los restos endemoniados de Nadal (apenas sumó el 32% de puntos al saque en el primer acto). Ni siquiera pudo imponer su ritmo en los peloteos al estar continuamente arrinconado lejos de la línea de fondo. Sin embargo, reaccionó en el abismo. Con apenas nueve puntos facturados en la primera manga, soltó lastre. Aceptó la red como válvula de escape y llegó a otear hasta tres bolas de 'break' en el sexto juego (2-3) del segundo parcial. Aunque sin éxito. Nadal neutralizó el motín con tacto y fortuna al lanzar Andújar dos bolas al pasillo de dobles. Ya saben, el citado pánico.

De este modo, el campeón de 11 grandes disputará este domingo (15.30 horas) su trigésima cuarta final de Masters 1000 (22-11 de balance) ante el vencedor del encuentro entre Stanislas Wawrinka y Tomas Berdych, el vigente finalista. Y su séptima en lo que va de 2013 tras los éxitos en Sao Paulo, Acapulco, Indian Wells y Barcelona, y las derrotas de Viña del Mar y Montecarlo. Un recorrido que retrata su momento. Nunca antes comenzó el año con tal fuerza (30-2 de tarjeta). Jamás su yugo despertó tanto terror en sus rivales.