La sonrisa retrata a un hombre que ha encontrado sus golpes. Cuando Rafael Nadal tumba al japonés Kei Nishikori por 6-4, 6-1 y 6-3 en octavos de final, el heptacampeón en Roland Garros ya no siente el vértigo de los últimos días. Lo ha borrado de un plumazo, a punta de pistola. Al fin, después de penar en las primeras rondas mil tormentos con su 'drive', el español ya se sabe dueño de su propio destino. Porque tras ver ante Brands, Klizan y Fognini una versión contemplativa, el Nadal de hoy es un tenista más reconocible. Ese que castiga a sus rivales en un baile indescifrable de bolas altas y pesadas. Y que campa por la Philippe Chatrier ajeno a los elementos, como si el viento y el frío no interfirieran en su avance. Así, nuevamente firme, se brinda el mejor regalo el día de su 27 cumpleaños: en su actuación más breve del torneo (2h 02m), por primera el balear no cedió ninguna vez su servicio.

“¡Happy birthday to you! (¡Feliz cumpleaños!)”, resuena por la grada mientras la organización le obsequia en la pista con una tarta conmemorativa. El homenaje libera toda la tensión de los últimos días. Tras quedar atrapado por las tormentas que cayeron en París a lo largo de la semana pasada, el campeón de 11 grandes se ha visto obligado a afrontar un maratón que le ha llevado a disputar tres encuentros en cuatro días. Y lo ha cerrado mejor a cada zancada, consciente de que ya es tradición verle crecer según se acercan los duelos decisivos. Su progresión se asienta en los números. Ante Nishikori, un leñador al margen de su estatura (1,78m), sumó más golpes ganadores (20) que los firmados por el número 15 del mundo (apenas 14). Y no dio réplica al resto, cerrando cualquier concesión (0/4 en bolas de 'break') con la fluidez propia de los elegidos.

Y eso que fue el joven nipón, de 23 años, el primero en hincar el diente. Con un talento innato para la práctica de este deporte, Nishikori maneja un revés cruzado desbordante. Encerró a Nadal varios metros por detrás de la línea de fondo, que arrancó sin dictado en los peloteos. Y hasta se procuró las primeras opciones desde la trinchera (1-2 y 15-40), aunque sin premio. El escenario cambió según creció la seguridad de la derecha de Nadal. En franquía no hay tiro que cercene igual la tierra. Rompió de inmediato (3-2) y siguió cabalgando a sus lomos, letal hasta el punto de firmar un parcial de 7-0 (del 6-3 y 0-1 al 6-3, 6-1 y 1-0) demoledor. Para entonces Nishikori es otro. Sus rugidos se los lleva el viento. Y su raqueta, en vez de despedir latigazos siembra horrores (39 errores no forzados). Normal que terminara besando el suelo en varias ocasiones.

Con este paso adelante, Nadal afronta la fase decisiva del certamen luciendo otra cara. Atrás quedan los sobresaltos de las primeras escaramuzas. Las nueve rupturas concedidas (tres por partido) o los 48 juegos (su récord negativo) sumados por sus rivales hasta llegar a octavos. A partir de los cuartos de final, donde espera un heroico Stanislas Wawrinka capaz de remontar dos sets adversos (6-7(5), 4-6, 6-4, 7-5 y 8-6) al francés Richard Gasquet, ya no hay lugar para sustos y abrojos. Ahora se lucha por el título. Y el heptacampeón ya ha cogido impulso.

OTROS RESULTADOS.

Octavos de final.

Novak Djokovic (SRB/N.1) a Philipp Kohlschreiber (ALE/N.16), 4-6, 6-3, 6-4 y 6-4.

Tommy Haas (ALE/N.13) a Mikhail Youzhny (RUS/N.29), 6-1. 6-1 y 6-3.