Compite el hombre, pero es el mito el que arrasa con todo. Es jornada de cuartos de final en Roland Garros y Rafael Nadal no se anda con medias tintas. Con apenas tres duelos para tocar el título, ya no queda deseo, sólo lucha. Eso transmiten sus puñetazos, nuevamente diabólicos y profundos. Y sus piernas, tan ágiles como para recorrer montañas nevadas. Después de varios días de dudas, el Nadal que asoma ahora por la Philippe Chatrier vuelve a ser ese gigante de granito. Ese azote capaz de tumbar cómodamente (6-2, 6-3 y 6-1) a Stanislas Wawrinka y de lanzar un mensaje aterrador al viento. Fiel a su 'crescendo' habitual en los Grand Slams, el español desafiará en semifinales a Novak Djokovic (6-3, 7-6(5) y 7-5 sobre Tommy Haas), su rival más temible. Y lo hará henchido de credenciales.

Porque cada paso que da Nadal en la tierra parisina le acerca a su leyenda. En su fórmula reside su fortaleza. Mientras que muchos tenistas asaltan la primera ronda luciendo su mejor cara, el campeón de 11 'majors' arranca con tiento. Como el alumno que aprende de cada tropiezo. Si ante rivales sin empaque como Daniel Brands o Martin Klizan sufrió mil tormentos hasta el punto de ceder una manga en cada encuentro, sus siguientes compromisos (Fognini y Nishikori) siempre marcaron un salto hacia adelante. Pasando de fijar su destino en la contención a apostar por la demolición. De ser presa a cazador.

Para Wawrinka pesa el 9-0 adverso de los precedentes

Toda esta evolución pasa ante los ojos de Wawrinka. El suizo, pura contundencia, no tarda ni un suspiro en verse con la soga al cuello. Disputados lor primeros diez puntos, ya tuerce el gesto (2-0 adverso) al hacer suyos apenas dos. Y tarda más de 40 minutos en sumar su primer servicio sin otear el peligro (en todo el primer parcial siempre llegó como mínimo al 'deuce'). Normal que estampara su raqueta al suelo (con 5-1 y bola de set en contra). Colérico, Wawrinka da muestras desde el inicio de que la prueba se le escapa de las manos. Pesan tanto los precedentes con Nadal (9-0 de balance, 19-0 en sets) como sus golpes, tan altos que le aculan a la pared. De hecho, sólo se vio al helvético metido en la pista mediado el segundo acto, cuando sacó su genio para recuperar la desventaja ('break' para el 3-3).

Aunque este acto de rebeldía marcó su epitafio. Fundido tras batallar 4 horas y 16 minutos ante Richard Gasquet en octavos, el número 10 del mundo se derritió (40 errores no forzados, demasiados) en el cuerpo a cuerpo con Nadal. Corriendo de esquina a esquina, quedó hecho trizas tras un parcial de 8-0 definitivo (pasó del 6-2 y 3-3 al 6-2, 6-3 y 5-0). Y con el brazo echando humo tras padecer un asedio prolongado en la zona de su revés a una mano. Ya saben, el peor tiro para hacer frente al fuego de la derecha del heptacampeón en París.

El triunfo acerca a Nadal al esperado choque con Djokovic en su vigésima semifinal grande. Y en un momento esperanzador. Sirviendo a más de 196 kilómetros por hora y ávido al resto (52% de puntos ganados), como en sus mejores días. Para el español no hay prueba más exigente. 'Nole', que ambiciona cerrar el Grand Slam con su primer Roland Garros, es de los pocos tenistas con armas para neutralizar el ritmo de Nadal. Y sabe que le puede luchar de tú a tú en cualquier escenario de roja tierra, como ya demostrara al destronarle en la final de Montecarlo hace unos meses (6-2 y 7-6(1)). Se trata de un desafío para ambos. La batalla entre los dos mejores tenistas del momento.