Corría el año 1978. El sueco Björn Borg dominaba con consistencia un circuito ATP en el que, ante la decadencia del rumano Ilie Nastase, sólo el polémico e histriónico Jimmy Connors podía plantarle cara. La batalla entre escandinavo y americano simbolizaba el choque frontal de dos estilos. La calma ante la arrogancia. La elegancia ante el desparpajo. Un año antes, un jovencísimo estadounidense llamado John McEnroe había irrumpido en el universo tenístico de la misma forma en la que se mantendría durante toda su carrera: sin dejar indiferente a nadie. Sin embargo, el 78 estaba destinado a la aparición de un talento silencioso. Un rey sin necesidad de corona. Ivan Lendl hacía su debut como profesional.

A los 17 años entró en el circuito

Nacido en Ostrava, una mediana población del norte de la antigua Checoslovaquia, el 7 de marzo de 1960, Lendl desarrolló una temprana afición por el deporte de la raqueta, la cual le llegó por vía materna. Su madre, Olga Lendlova, llegó a ser número 2 de su país en esta disciplina. Con apenas 17 años, un joven e inexperto tenista checoslovaco ya formaba parte de un circuito lleno de leones, jugadores de carácter indómito y muy pocas ganas de perder. Debido a su calidad, Lendl no tardaría mucho en acostumbrarse a este factor.

Aquel joven tenista centroeuropeo no estaba predestinado a ser un foco mediático. Con la efervescencia de Connors y McEnroe dando tumbos por el circuito, su sobriedad y su antipatía no resultaban atractivas para el gran público. Sin embargo, Lendl también estaba alejado del temple y la humildad de Borg. Su carácter, distante y frío como un témpano, creaba a su alrededor un aura de inaccesibilidad que lo convertía en un ser indeseable, lejano y difícil de conocer. Su mirada, constituida por dos grandes ojos oscuros, resultaba incómoda para cualquier rival, y su estilo de juego era un auténtico quebradero de cabeza para sus adversarios.

Historias de una brutal autoexigencia

La rivalidad Lendl-McEnroe pasará a la historia como una de las más grandes

La filosofía tenística de Ivan Lendl pasa por ser irrepetible en la ATP. Hombre de firmes convicciones, el checoslovaco se mostraba impacable con sus errores, forzándose a sí mismo a ejecutar cada movimiento con una frialdad casi inhumana. En muchas ocasiones, su eterno rival dentro y fuera de la pista, además de compañero de generación, John McEnroe, se atrevió a referirse a él como si de un extraterrestre se tratase. "¿Queréis que vuestro número uno sea un robot? ¿Eso es lo que queréis?", preguntaba el estadounidense a los periodistas con su habitual tono que bailaba entre la ironía y la rabia contenida.

Alejado del anárquico estilo de su coetáneo, Lendl pensaba cada golpe con sumo cuidado. Cada detalle contaba. Dotado de unas condiciones atléticas excepcionales debido a su magnífica preparación física, su fiereza desde el fondo de la pista era un hecho que rozaba en la antología. Su revés era mágico. Su golpeo, símbolo de la perfecta ejecución técnica, se registró como uno de los mejores de la historia del tenis. Ivan Lendl era un luchador. Su nivel era una propuesta personal. Le daba igual decepcionar al público. Pero, ¿decepcionarse a sí mismo? Ni pensarlo.

A lo largo de una carrera que se extendió durante 16 años, Lendl acumuló la friolera de 94 títulos individuales, siendo actualmente el segundo tenista con más triunfos tan solo por detrás de Jimmy Connors (quien cosechó 109). Además, este frío y misterioso tenista llegó a acumular ocho victorias en Grand Slams en sus vitrinas, siendo el torneo de Wimbledon, y la superficie de hierba en general, su cuenta pendiente durante toda su carrera. Debido a su incompatibilidad con el clásico campeonato británico, Lendl nunca llegaría a completar el Grand Slam como profesional.

La huella del tenista centroeuropeo en el circuito no se limitaría a sus resultados, a través de los cuales lograría batir el récord de semanas como número uno mundial (posteriormente sería superado por Pete Sampras y Roger Federer en este apartado). Además de ello, Lendl se convirtió en el símbolo de una nueva forma de jugar al tenis, una visión más práctica y efectiva del deporte de la raqueta. A través de su intensísima rivalidad con McEnroe, ambos lograrían cristalizar las dos caras de la moneda. La matemática y la pasión. El carácter frío y lo irascible del ser humano. Tanto dentro como fuera de la pista, el checo y el estadounidense siempre se lanzaron miradas retadoras, representantes fieles de la fiereza tenística de los años ochenta.

Un maestro de múltiples coronas

Como único e irrepetible maestro, Ivan Lendl se coronó en la Copa de Maestros, por aquel entonces denominada Masters Grand Prix, en nada menos que cinco ocasiones, alcanzando además la final nueve veces consecutivas, ocupando así prácticamente toda la década en la que reinó en el circuito. Su primera vez como finalista fue en 1980, con apenas 20 años de edad, cuando caería por un contundente marcador ante el ya agonizante rey de la ATP, el sueco Björn Borg. Los dos años siguientes, Lendl lograría sus dos primeros triunfos como maestro, tras derrotar, respectivamente, a los estadounidenses Vitas Gerulaitis y John McEnroe.

El revés de Lendl, uno de los mejores de la historia del tenis (Foto: AFP / Getty Images).

Tanto en 1983 como 1984, el checo caería en la final de la Copa de Maestros ante este último, cerrándose así el ciclo de tres finales consecutivas copadas por los dos mismos jugadores. Tras los dos citados tropiezos, Lendl comenzaría un reinado de tres años que le llevaría a proclamarse campeón en 1985, 1986 y 1987. En esas tres finales vencería a dos de las nuevas estrellas del circuito; el alemán Boris Becker (en dos ocasiones) y el sueco Mats Wilander. Finalmente, 1988 serviría como colofón en la trayectoria del magnánimo tenista de Ostrava en la Copa de Maestros, cayendo en la final ante Becker en un encuentro trepidante que acabaría resolviéndose en el desempate del quinto set (por aquel entonces, y hasta el año 2004, este torneo se disputaba al mejor de cinco mangas).

Con su combinado nacional, el checoslovaco, Lendl se proclamó campeón de la Copa Davis en 1980, pese a que años más tarde se iría a vivir a Estados Unidos y dejaría de participar en esta competición. En 1992 se convertiría en ciudadano americano. Tras su retirada en 1994, la leyenda checa se dedicaría a su otra pasión, el golf, y recientemente también ha participado en el circuito senior que organiza la ATP, donde se ha podido reencontrar con sus viejos rivales.

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Sobre el autor
Adrián Viéitez
Periodista vigués. Colaboré con la edición española de VAVEL.com entre abril de 2013 y enero de 2016, cubriendo la información del Celta de Vigo. Además, colaboré asiduamente con as secciones de Tenis, Premier League y Cine.