Para todos los románticos del deporte de la raqueta que echen la vista atrás, aparecerá el nombre de un joven sueco que arrolló a sus rivales cual cosechadora al trigo. Bjorn Borg, aquél tenista a priori poco ortodoxo de la década de los 70, cambió por completo el deporte que vio nacer a tantas leyendas. Aposentado en el fondo de pista y con un revés a dos manos, Borg hacía las delícias de los espectadores, especialmente en Roland Garros -seis- y Wimbledon -cinco-.

Unos inicios muy precoces

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En un mundo dominado por Rod Laver y Arthur Ashe, irrumpir en el panorama tenístico se presumía complicado. Muchos eran los que se codeaban con las altas esferas del tenis, pero pocos los que lo hacían con soberana sencillez. Ilie Nastase y Jimmy Connors empezaban a tomar el relevo, acaparando títulos de Grand Slam. Pero ninguno se imaginaba lo que estaba a punto de acontecer.

En la ciudad de Södertälje, Estocolmo, un niño de 15 años acababa de ser convocado por su país para disputar la Copa Davis. La atención tenística se centró en esta pequeña localidad sueca. Los ojos de propios y extraños se fijaban en la melena rubia de un chico apellidado Borg. Todo el mundo hablaba maravillas de este chico, que empezó la práctica del tenis por su cuenta, sin entrenador que le corrigiera los fallos. Muchos se dieron cuenta de su enorme potencial, pero pocos presagiaron lo que dos años después acabaría aconteciendo.

El tenis cambió con Borg

A pesar de lucir tener tan solo 15 años, Borg era un espejo para todo el mundo. Su estilo de juego, catalogado de poco ortodoxo por los entendidos de la época, revolucionó de tal manera el tenis que, a día de hoy, el estilo de la gran mayoría de tenistas es el mismo. En el mundo del tenis, dominado por australianos y americanos, predominaba el estilo de juego saque y volea, además de efectuar el revés a una mano. Los tenistas de la época andaban como locos por cerrar espacios acudiendo a la red. Prácticamente todos jugaban igual, y ahí fue el momento en el que Borg cambió el tenis.

El juego del sueco se caracterizaba por una entrega física desde el fondo de pista, acompañada de golpes con efecto tanto de derecha como de revés. Björn no se acercaba a la red. No era su estilo de juego. Parecía la oveja negra del circuito, el único diferente. Pero para más inri, el chico de la melena rubia efectuaba el revés a dos manos.

Un imberbe en Roland Garros

Tras asombrar al mundo entero en Copa Davis, Borg tenía las ideas claras. Quería ser uno de los más grandes de la historia, que su nombre se recordara para la eternidad. Y para ello, tenía que conseguir levantar títulos de Grand Slam. Ni corto ni perezoso, el sueco se presentó en París con 18 años recién cumplidos. Tres años atrás se dio a conocer en el torneo de naciones, pero esto ya era otra cosa. Tenía ante sí un Grand Slam. Esos torneos reservados para los más grandes. Y en el polvo de ladrillo de Roland Garros.

Orantes, tras perder la final: "Nada, que no pude. Eso es todo"

Ni corto ni perezoso, Borg se plantó en la final del torneo parisino. Enfrente tenía a Manuel Orantes. Difícil papeleta para un chico que acababa de llegar. Y más después del inicio arrollador del español -dos sets arriba en el marcador-. Parecía misión imposible pensar en levantar el título. Pero no para Borg. Era joven, tenía hambre y estaba fresco. Tres ingredientes que, unidos a la clase y a la excelente concentración, fabricaron la receta perfecta hacia la remontada. 6-0, 6-1 y 6-1 en los tres últimos parciales y primera Copa de los Mosqueteros. "Nada, que no pude. Eso es todo", declaraba un Orantes desilusionado ante la oportunidad perdida.

Zimbio

Pero esta no sería la única vez que Borg levantaría este prestigioso título. Al sueco le encantaba la tierra de París y se sentía como en casa. El amor hacia Roland Garros fue en aumento y los títulos caían de su lado. Tras Orantes, Vilas -en dos ocasiones- Pecci, Gerulaitis y Lendl . Todos ellos mordieron el polvo en la final ante Borg. Seis títulos sobre la tierra batida más prestigiosa del panorama tenístico. Un record histórico que perduró durante los años, hasta que Rafael Nadal logró destrozarlo.

Wimbledon, su otro amor

Los más críticos no creían en Borg, pero el sueco ganó durante cinco años consecutivos

La leyenda de Borg no solo se reduce a Roland Garros. El sueco también estaba obsesionado con el torneo londinense. El pasto de Wimbledon le motivaba, y quería escribir su nombre en el torneo. A pesar de haber logrado levantar el trofeo en París, los más críticos y algunos jugadores no se cortaban en asegurar que Borg fracasaría. Su estilo de juego no es compatible con esta pista, decían. Y el sueco se lo tomó en serio.

Varias semanas antes de disputar la edición de 1976, Björn entrenó duramente el cambio de estilo. Sabía que si quería ganar, tenía que acercarse a la red y volear. Y así lo hizo. Entrenó duro todos los días hasta la disputa de la contienda. Y una vez sobre el verde de Londres, el sueco no tuvo rival. Clases magistrales de tenis ante todos los rivales posibles, hasta que se plantó en la final. Y ni más ni menos que ante el rumano Nastase, claro favorito al torneo.

El rumano no se imaginaba el desenlace final. 6-4, 6-2 y 9-7 para el joven rubio en una pista que, a priori, no era la más idónea para su juego. Pero una vez más, Borg dio un ejemplo de superación, adaptación y transformación. Pasó de ser el 'chico poco ortodoxo' a ser la gran estrella mediática. Todos acudían a él. Todo giraba a su alrededor. Y él, como gran profesor, siguió deleitando con su clase dentro de una pista de tenis, y consiguió el Grand Slam londinense los cuatro años siguientes y dejando en la retina de los aficionados el considerado mejor partido de la historia. Björn Borg y John McEnroe -una de las mayores rivalidades-, final de Wimbledon de 1980.

Borg v McEnroe 1980 from Chris Padwick - TV Producer on Vimeo.

Dos títulos de Maestro y una retirada prematura

En la Copa de Maestros tampoco se le ha dado nada mal a Borg. El sueco consiguió levantar el título en 1979 y 1980, siendo uno de los privilegiados con más de un título de Maestro en sus vitrinas. De este modo, pudo resarcirse de la final perdida ante Connors en 1977.

A pesar de una trayectoria repleta de títulos, en especial los 11 Grand Slam, a Borg se le quedó la espina clavada del US Open. Nunca consiguió reinar en La Gran Manzana a pesar de alcanzar la final en cuatro ocasiones. Pero aquello no parecía estar hecho para él. A su palmarés tampoco consiguió sumar un Open de Australia, pero el primer Grand Slam del año nunca fue una motivación para el sueco.

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Cuando Björn estaba en su punto más álgido, decidió retirarse del tenis. Con tan solo 26 años, la leyenda que consiguió cambiar la práctica del tenis no volvería a pisar una pista de forma oficial. En nueve años forjó su historia en los cimientos del tenis. Una historia difícilmente olvidable para las generaciones actuales y las postreras. A pesar de volver al circuito una década después y no cosechar resultados positivos, las vistas de los románticos quedarán puestas en los nueve años en los que reinó de principio a fin un niño que abrasó el circuito.