El poder de la confianza es más fuerte que cualquier otra cosa en el tenis, y más en jugadoras jóvenes y de tanto potencial como Mónica Puig. La puertorriqueña lleva dando serios avisos de su potencial desde 2015, amparada en una velocidad de bola más que notable y una gran capacidad para desplazarse por la pista. Es el modelo de jugadora que impera en el circuito en los últimos tiempos, del grupo de Pliskova, Muguruza y Kvitova. 

Ésta última fue su víctima en un duelo protagonizado por la irregularidad de ambas y su brillantez en los momentos de inspiración. Golpes ganadores por doquier y un ritmo de pelota que emocionó al público nipón fueron los ingredientes para que la campeona olímpica siga agrandando su leyenda y suma a Kvitova aún más en el pozo en el que lleva sumida todo el año.

Puig fue de menos a más

Son jugadoras que asumen el error como un peaje para alcanzar el éxito. Su juego se basa en la búsqueda inexorable del golpe ganador y si no están con gran intensidad de piernas y máxima concentración, pueden cuajar rachas de juego esperpénticas. Es lo que le ocurrió a una Puig totalmente incapaz de meter bolas dentro durante la primera manga.

Eso condenó a la puertorriqueña a perder el primer 1-6, acompañado del buen rendimiento de una Kvitova que se pudo meter en pista amparada en su servicio. La checa tuvo serias opciones de culminar el partido pero desaprovechó las cinco bolas de break de las que dispuso. Puig creció gracias a su inspiración en los momentos cumbre y poco a poco fue carburando la máquina imparable que es su tenis cuando todo fluye.

Kvitova contribuyó a la causa con recurrentes dobles faltas y una bajada de sus prestaciones al servicio. La puertorriqueña confirma así su gran momento de forma y presenta sus credenciales para hacer algo grande en Tokio. Su rival en cuartos de final saldrá del duelo entre Radwanska y Strycova.