Quien no conociera el historial díscolo de Kyrgios y le viera en su duelo ante Monfils, podría opinar que es un jugador muy maduro para su edad, ordenado y con actitud constructiva. Y es que así jugó el australiano, cuajando uno de los mejores partidos de su carrera. Parece estar muy cómodo en Tokio, e incluso haberle cogido cierto gusto a esto de jugar al tenis, y esas sensaciones no muchas veces experimentadas por Nick, podrían verse certificadas con un título.

Cuando juega a este nivel Kyrgios se divierte, aunque suele caer en una oleada de golpes fuera de lugar y complicarse la vida. No fue así ante un Monfils que asistió impávido a una transformación express del australiano, del que puede señalarse que jugó sólido, un término antagonista con Nick habitualmente. Orden, actitud positiva y espectáculo notable fueron los ingredientes para el triunfo de Kyrgios.

Kyrgios se da un homenaje

El australiano terminó el partido con la friolera de 30 golpes ganadores, prueba irrefutable del nivel de concentración y acierto en que estuvo sumido ante un jugador que le puso muchos anzuelos y trampas. No cayó en ninguna de ellas el joven australiano, muy lúcido y con gran capacidad de análisis en pista.

Subió a la red con velocidad pero sin precipitarse, y ganó 17/23 disputados en esa zona de la pista. Se permitió el lujo de conectar willys sin que ello le desconcentrara, y siendo un argumento para devolver la pelota y no un mero artificio. Monfils desaprovechó dos bolas de break en el primer set y lo pagó muy caro.

El encuentro se abrió algo más en el segundo parcial, donde hubo un intercambio de roturas antes de que Kyrgios se fuera a por el partido a tumba abierta, metiéndose en pista para restar directo los segundos saques de su rival. Lo consiguió, situándose a tan solo un partido del tercer título de la temporada para él, tras los logrados en Marsella y Atlanta.