En un año con altibajos y perjudicado por las lesiones, Milos Raonic no ha logrado plasmar en cancha todo su potencial tenístico: las incertidumbres, los titubeos y las molestias físicas se han hecho presente en él y lo han marginado de un gran número de torneos a lo largo de esta temporada (jugó solamente cinco en 2017). Sin embargo, la semana pasada, el actual número seis del mundo cosechó buenos resultados, se deshizo de talentosos jugadores y alcanzó  su segunda final del año, luego de la adquirida en Delray Beach en el mes de febrero. Esta vez fue en el ATP 250 de Estambul y si bien el croata Marin Cilic se convirtió en su verdugo al  despacharlo por  7-6 y 6-3, fue un torneo positivo para Raonic que se reencontró con pasajes de gran tenis y que logró finalizar el torneo árabe sin problemas musculares.

El Másters 1000 de Madrid fue la siguiente parada para el canadiense que, luego de avanzar la primera ronda sin jugar por su alto ranking, debió enfrentar a Gilles Muller: un jugador perteneciente a la vieja escuela, que causa daño con sus feroces y violentos  saques y que recurrentemente aventura excursiones a la red. El luxemburgués de treinta y cuatro años se encuentra en la vigésima sexta posición en el ranking mundial y llegó a Madrid luego de ser vencido en la final del ATP 250 de Estoril. Por las características de ambos tenistas, todo hacía pensar que el Estadio tres del Mutua Madrid Open esperaría por un partido poco vistoso, sin muchos peloteos y con juegos muy cortos debido a la peligrosidad y velocidad de sus servicios.  

El partido no levanta vuelo

Tal como se preveía en su inicio, el partido nunca llegó a armarse por los potentes servicios que ambos lucieron a lo largo del encuentro. Sin mucha elegancia pero sí con mucha precisión y contundencia, Raonic fue superior a su adversario que no logró generar ningún break point en poco más de una hora de acción. La experiencia  y la sabiduría del canadiense -acostumbrado a jugar estos tipos de partidos- fueron​ fundamental en el resultado final del mismo. En el 1-1 del primer set, el preclasificado número cinco del torneo madrileño, consiguió un tempranero quiebre y fue suficiente para adueñarse de la primera manga por 6-4. Solidez, agresividad, potencia y un servicio de alta gama, fueron las virtudes de Milos que le permitieron tomar distancia en el partido.

Raonic ganó el 90% de los puntos con su primer servicio

El segundo set continuó de forma muy similar, ambos trataron de dominar el encuentro a través del combo de saque y derecha buscando así, acortar los puntos con tiros ganadores. El tercer juego del set marcó el cierre del partido de segunda ronda: Raonic se guardó de paciencia, puso mucha concentración y disputó un buen juego defensivo. Las buenas devoluciones pusieron en jaque a Muller que mostró algunas imprecisiones en sus golpes y no pudo sostener su servicio. Con un buen tenis y respaldado con su principal arma, el saque, el canadiense fue conciso e inteligente para aprovechar las pocas ventajas que dio su rival. Con un nuevo 6-4, avanzó a los octavos de final del Másters 1000 de Madrid, instancia en la que deberá verse la cara con el belga David Goffin.