Garbiñe Muguruza terminó por encontrarse con su mejor tenis y su mejor temporada en un año en el que en algún momento se pensó que no estaría para cosas importantes. La mano de una compatriota terminó por guiarla al camino correcto, y la ahora número dos del mundo se encargó de seguir por ese sendero. 

Primera mitad intermitente

Muguruza inició la temporada en el puesto número siete del ranking WTA. La nacida en Caracas tuvo problemas para mostrarse sólida en los primeros partidos del año. Terminaría retirándose en las semifinales de Brisbane ante Alizé Cornet, de cara al primer Grand Slam del año. Ya en Melbourne, a la española no se le vio con su mejor nivel en las primeras rondas, a pesar de avanzar en sets corridos. La primera prueba dura llegó ante Coco Wandeweghe en los cuartos de final y Garbiñe caería eliminada del Australian Open

La Fed Cup le otorgó un sabor agridulce con una victoria ante Barbora Strycova y una derrota con Karolina Pliskova. Después de ello, Muguruza participó en los torneos de Doha Dubai para alistar los Premier Mandatory que se avecinaban, aunque sin mucho éxito. Una derrota temprana y un retiro la privaron de encontrar su mejor versión de cara a Indian Wells, donde volvió a sufrir una derrota ante Pliskova en los cuartos de final del torneo. En Miami, ante Caroline Wozniacki, su tercer retiro de la temporada no auguraba nada bueno para el resto del año. 

Garbiñe comenzó a preparar la defensa de Roland Garros en la arcilla de Stuttgart, donde recibió una sorpresiva derrota ante Anna Kontaveit. La misma historia en Madrid frente a Timea Bacsinszky y un retiro más  en Roma no fueron suficientes para crear una buena preparación de cara al Abierto de Francia. Ya en el segundo Grand Slam de la temporada, Muguruza sucumbió ante la local Kristina Mladenovic luego de un partido sumamente emocional para la española, que se marchó de territorio parisino con lágrimas en los ojos. Garbi cayó al lugar 15 del ranking. Las cosas no mejoraron para la de Caracas. Inició la gira de hierba en Birmingham con unas buenas semifinales, pero una nueva derrota sorpresiva en Eastbourne volvió a sembrar dudas de cara al Grand Slam londinense. Sin embargo, lo mejor aún estaba por ocurrir. 

La explosión de la mano de Conchita

El factor más importante en la temporada de Garbiñe llegó con un cambio de última hora. De cara a Wimbledon, la española Conchita Martínez sustituía a Sam Sumyk como entrenador de la venezolana, y esa terminaría por ser la mejor decisión del año. A partir de entonces, como si de una varita mágica se hubiera tratado, Muguruza cambió radicalmente. Un juego completamente distinto, sólido, concentrado y agresivo la colocaron rápidamente como una de las favoritas al título. Su victoria ante la entonces número uno, Angelique Kerber, en octavos de final terminaría por convencer a propios extraños. 

La consagración final llegaría en la final ante Venus Williams. Garbiñe se coronaba en el escenario que un par de años atrás la había visto caer ante otra Williams, pero que ahora la reconocía como su campeona vigente. Muguruza campeona de Wimbledon, con todo lo que ello significaba. El punto de inflexión necesario para dar un cambio de rumbo importante, que solo la dirigía cada vez más arriba. 

Ya en la gira de canchas duras, y después de semifinales en Stanford y cuartos de final en Toronto, Muguruza lograría su segundo título del año en Cincinnati. Previo a competir en Nueva York, otra gran noticia llegó para Garbiñe: luego de una combinación de resultados se convirtió en la número uno del mundo. Una hazaña destinada para muy pocas, de aquellas que terminan por escribir el nombre en la historia. Garbi era, oficialmente, la mejor de todas. Llegó el US Open y con él continuó una buena versión de Muguruza. Tras cuatro rondas dominando a sus rivales, la española se encontró con una Petra Kvitova en estado de gracia, que terminó por eliminarla del último Grand Slam de la temporada. Un adiós que tuvo un buen sabor de boca, a diferencia de sus otras salidas tempraneras del año.

Cierre complicado

Garbiñe registró semifinales en Tokyo y cuartos de final en Wuhan. Después, Muguruza perdería el número uno del mundo tras una enfermedad que le impidió competir en del todo bien en Beijing. Así, tras unas derrotas reflexivas y un descanso necesario, la española preparó su participación en las finales de Singapur. Garbiñe logró ganar su primer partido ante Jelena Ostapenko, pero después sufrió derrotas ante Venus Williams y Caroline Wozniacki, lo que terminó por poner fin a lo que fue, sin duda alguna, su mejor temporada. 

Muguruza terminó el año como número dos del ranking WTA. Lo más importante, la posibilidad de demostrarse a sí misma que definitivamente está hecha para los grandes torneos, además de la cima de la tabla de posiciones. La mentalidad de Garbiñe jugará un papel esencial en un 2018 que pinta lleno de retos para los que parece estar lista. Con todo un futuro por delante y aún un amplio margen de mejora, la española buscará seguir escribiendo una historia que ya ha trascendido, pero que puede ser aún más exitosa. 

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