Si hablamos de progresión, mejoría y evolución, hablamos, sin duda, de David Goffin. El de Rocourt, hasta ahora visto como un jugador tímido, poco resolutivo y falto de determinación, ha visto en este año 2017 un punto de inflexión en su carrera, logrando la madurez necesaria para instalarse en la élite mundial; algo que había perseguido, con relativo poco éxito, durante mucho tiempo. Goffin, que durante 2016 sondeó el codiciado Top Ten, ha llegado a límites insospechados, viendo la gran competencia instalada en el circuito masculino. Todavía no conocemos su techo, un factor, sin duda, clave para el continuo desarrollo del número uno belga.

Aprovechando las oportunidades

No da lugar a debate que las múltiples lesiones y el mal rendimiento de jugadores punteros ha condicionado esta temporada. Hombres como Murray, Djokovic o Wawrinka, siempre en las quinielas para ganarlo todo, no han pasado por su mejor momento; en el caso del suizo, este curso fue eclipsado por su lesión previa al US Open, lo que le dejó fuera de juego lo que restaba de año; sumado a una importante lesión, el rendimiento de Murray y Djokovic, muy por encima del resto en 2016, dejó mucho que desear, y su hundimiento tenía que ser aprovechado, lógicamente, por jugadores de segunda línea que esperaban, ansiosos, su oportunidad.

Uno de esos aspirantes fue el propio David Goffin. Afectado enormemente por la alta competencia en torno a esa zona baja del Top Ten, el belga había hecho méritos el año pasado para ganarse un puesto entre los mejores; sin embargo, todavía no había logrado derribar esa barrera, una barrera que se iría dilatando con el paso de los meses. Las bajas de Murray, Djokovic, Wawrinka, Raonic o Nishikori, jugadores ya consolidados en esas posiciones, dejaron un camino más que despejado a Goffin, que no desaprovecharía su ocasión. Fue a finales de febrero, tras una gran actuación en Rotterdam, cuando el belga lograría derribar ese escollo, aunque su alegría duraría poco, ya que perdería ese privilegio a la semana siguiente.

Tuteando a los grandes

La definitiva irrupción de Goffin se debe también a su actuación ante los tenistas punteros en la actualidad. Viendo tradicionalmente sus opciones reducidas en grandes torneos cuando se cruzaba con los huesos duros, el de Rocourt dio un salto de calidad, se reforzó física y mentalmente, y fue directo a por todas. Pese a un inicio de campaña un tanto decepcionante en este aspecto, con derrotas ante Dimitrov, Tsonga o Kyrgios, hombres que navegan en las mismas aguas, su dinámica cambió radicalmente en el Masters de Montecarlo, donde logró meritorias victorias ante Thiem y Djokovic.

Haciendo de la tierra batida su principal bastión, Goffin fue capaz de eliminar a Milos Raonic en los octavos de final del Masters de Madrid e, incluso, poner en aprietos a Rafa Nadal, que acabaría ganando el torneo, en los cuartos de final. El idílico final a este apartado llegaría en las Finales de Londres, donde derribó a los dos mejores jugadores del 2017: Rafael Nadal, en la fase de grupos; y Roger Federer, en las semifinales.

Rompiendo el 'maleficio' de las finales

Era un secreto a voces que el desempeño de David Goffin en las finales dejaba mucho que desear. El de Lieja se dio a conocer en el año 2014, cuando alzaría sus dos primeros títulos ATP: Kitzbühel y Metz. Desde entonces, el balance para Goffin era paupérrimo, perdiendo las siguientes siete finales que disputó. Sin embargo, esa mala dinámica, que hizo acto de presencia en este 2017 con sus derrotas en Sofía y Rotterdam, vería su fin ya en el mes de octubre, cuando el actual número siete del ranking encadenase dos victorias consecutivas, ambas en la gira asiática, al coronarse campeón tanto en Shenzhen como en Tokio, ambos certámenes disputados sobre pista rápida.

La irregularidad empaña su gran curso

En todos los aspectos a tratar siempre hay un "pero" y, en este caso, a Goffin podría reprochársele su irregularidad en ciertos tramos de la temporada, un hecho que le apartó, durante muchas semanas, de los puestos nombres de la clasificación. Pese a obtener buenos resultados en Australia, Montecarlo, Madrid o Londres, David nunca consiguió obtener esa dosis de continuidad necesaria para mantenerse.

Tempranas derrotas en el Godó, Roland Garros, Umag, Gstaad, Montreal, Cincinnati, US Open, Metz, Shanghai, Amberes o París castigaron enormemente a Goffin, que en ciertas fases del curso acusó un exceso de relajación, permitiendo a sus rivales ganar enteros y poder vencerle, en ocasiones, muy fácilmente.

Héroe nacional, y maestro

Una de las notas destacadas de la temporada fue la actuación de David Goffin con el combinado nacional. Bélgica, un conjunto muy reforzado y uno de los grandes favoritos en estos últimos años, cumplió con lo esperado llegando a una nueva final, repitiendo la gesta del año 2015. Goffin, líder absoluto de su equipo, contribuyó en la eliminación de Italia, batiendo a Lorenzi y Seppi, y Australia, venciendo a Millman y Kyrgios con una mayor dosis de dramatismo. No obstante, la versatilidad del combinado francés fue demasiado para los "Flamencos"; pese a las dos victorias de Goffin, sobre Pouille y Tsonga, fueron los galos los que, tras cinco agónicos partidos, acabaría celebrando, dejando a Bélgica, al igual que dos años atrás ante Gran Bretaña, con la miel en los labios.

Pero lo más importante acontecido en esta inolvidable campaña fue la participación del belga, muy merecida, en la Copa de Maestros. Tras los ya citados logros, consecuencia de esa notoria mejora en su juego, Goffin se clasificó para disputar el torneo más importante del año. Buscando culminar estos once meses de arduo trabajo, el europeo superó la fase grupos, batió a Federer en semifinales, pero no pudo ganar a un gran Grigor Dimitrov en la final. Goffin, combativo de principio a fin en esta edición de las Finales, sumando muchas horas en pista, demostró ser un jugador agresivo, tenaz y, sobre todo, brindador de espectáculo.