Kristina Maldenovic es una jugadora que posee un grandísimo talento en su raqueta. La francesa tiene tenis para dar y tomar y es que esa combinación de tenis agresivo, de golpes duros y potentes, a la par que sólido desde el fondo de la pista, junto con su capacidad innata de ser magnífica en la tarea de la volea, gracias a la multitud de partidos de dobles que lleva a sus espaldas, hacen de ella una tenista muy temida en el circuito. Mladenovic mostró un tenis de muchos quilates en los primeros cinco meses y medio del curso. Sin embargo, el posible cansancio o que simplemente dejaron de salir las cosas, mermaron su tenis y la hundieron en una continua vorágine de derrotas.

Brillando cual diamante

Como esa estrella que más brilla en lo alto del firmamento. Así fue "Kiki" Mladenovic durante los dos primeros trimestres del curso. Tras trabajar durante varios años en la sombra sin ser esa jugadora a la que no se tenía que tener en cuenta, al fina la gala despuntó y consiguió entrar dentro de la élite del tenis femenino. Sus niveles de confianza y motivación eran casi grotescos y hacían de ella una jugadora que nadie querría encontrarse en ningún torneo. Pese a que las cosas no auguraban nada bueno en el principio del curso con dos derrotas consecutivas a las primeras de cambio como fueron en Hobart y el Open de Australia, la tenista francesa despertó pocas semanas después en San Petersburgo. Ahí, bajo el idílico pabellón ruso, Mladenovic sacó a relucir todo el tenis que tiene para proclamarse campeona del certamen ruso consiguiendo así el que es hasta la fecha el único título de su carrera.

En Acapulco, México, mantuvo esa buena sintonía donde volvió a repetir final, previo paso para el primer envite de la Fed Cup ante Suiza donde sumó una victoria y una derrota y por Dubai, donde cedería en cuartos de final ante la china Qiang Wang. En Acapulco, la ucraniana Lesia Tsurenko la privó de conseguir su segundo título. Era momento de la verdad y es que se aproximaba los primeros Premier Mandatory. En Indian Wells, realizando un tenis soberano que acabó con Simona Halep y Caroline Wozniacki en la cuneta, se plantó en semifinales. Allí, una inspiradísima rusa Elena Vesnina la doblegaría en dos sets. En Miami, con todo el cansancio acumulado, caería en primera ronda.

Una exitosa gira de tierra batida

Quizás no sea su mejor superficie, pero Mladenovic se desenvuelve a las mil maravillas en la arcilla y en este año mostró su compatibilidad consiguiendo hacer dos finales, Stuttgart y Madrid, y unos cuartos de final, sobre Roland Garros. En Roma, sólo viajó para ceder en la primera ronda ante Julia Goerges. En Stuttgart, la gala se mostró contundente en cada duelo que disputó. Ese tenis tan vertiginoso la llevó a vencer a Angelique Kerber, a Carla Suárez Navarro, dos fabulosas terrícolas, y a la rusa Maria Sharapova que regresaba casualmente en Stuttgart tras su sanción por haber consumido la sustancia dopante, Meldonium. Llegó a la final, pero la local Laura Siegemund, de dulce, la privó de conseguir otro título más.

En Madrid, el cuadro fue distinto, más factible, pero siempre con esa incógnita de que en un día malo, te vas a casa. Madrid sentó bien a la gala, pues se mostró al mismo nivel de las últimas semanas. Sorana Cirstea y Svetlana Kuznetsova lo comprobaron. De nuevo en otra final, Halep se tomaría la venganza en un duelo épico que acabó cayendo del lado rumano. Tras ceder en Roma a las primeras de cambio y dar ciertos síntomas de lesión, la gala aterrizó en París para poner el colofón a la gira de tierra batida. En su casa, el mejor lugar posible, Mladenovic no mostró su mejor nivel y es que la posible tensión de jugar ante su público, la pudo atenazar. Sin embargo, logró llegar hasta los cuartos de final donde Timea Bacsinszky la batiría tras haber vencido previamente a Garbiñe Muguruza en tres mangas.

Comienza la caída libre

La hierba es otra superficie donde Mladenovic no se desenvuelve mal, una superficie idílica para su exquisito juego de dobles. Sin embargo, no dio esa seguridad que venía dando semanas atrás. Tras disputar las tres semanas de preparación a Wimbledon, alcanzando dos cuartos de final y unos octavos de final, la gala cedió sorprendentemente ante Alison Riske en segunda ronda en Londres yéndose así de vacaciones que fueron bien merecidas.

Y es que las vueltas de vacaciones nunca son buenas, y "Kiki" lo comprobó cuando llegó a Washington para disputar el primer torneo de la segunda mitad de la temporada. Tras un complicado debut, Mladeovic cedería estrepitosamente ante Bianca Andreescu en segunda ronda, el origen de un camino final más que amargo.

En caída libre, cuesta abajo y sin frenos

Desde entonces, Mladenovic entró en un círculo vicioso de derrotas más que frustrante. La francesa entró en barrera, totalmente desorientada, sin saber dónde ir, qué hacer y donde poder meterse ante semejante chaparrón. Mladenovic no sumó ninguna victoria más en todo el curso. Los once encuentros que la iban a restar hasta final de curso sólo conocían un camino que conducía a una respuesta, una palabra: derrota. Lo más alarmante de todo es que de esos once choques, sólo dos de ellos se decidieron en el tercer set, unos números más que alarmantes para una jugadora de su nivel. La gala llegó a encadenar 18 sets consecutivos encajados sin ella sumar ninguno de ellos, lo cuál son nueve partidos y la gran mayoría con resultados del estilo 6-2 6-3.

Logró clasificarse a Zhuhai tras un notable primer semestre de curso. En la última oportunidad de poder maquillar un tramo final horrendo, Mladenovic no fue capaz ni siquiera sumar un triunfo. La gala cierra el 2017 con un sabor agridulce, más agrio que dulce. Lo que está claro es que Mladenovic tiene tenis para regalar y seguro en 2018 lo vuelve a demostrar.