Lesiones, derrotas tempranas y la imposibilidad de encontrar su mejor nivel fueron las constantes en el 2017 de Milos Raonic. El canadiense, que venía de firmar su mejor año en el 2016, donde llegó a ubicarse hasta el puesto número tres del ranking ATP, tuvo una temporada para el olvido, que lo alejó aún más de la élite del tenis. 

El principio de la caída

Milos abrió la temporada Brisbane, poco antes de la parada en Melbourne. En aquel ATP 250 pudo derrotar a Diego Schwartzman Rafael Nadal de manera categórica, con el buen nivel que aún arrastraba desde el 2016. Cayó en semifinales ante Grigor Dimitrov pero se fue del torneo con un buen sabor de boca, listo para encarar el primer Grand Slam del año. Llegó el Australian Open y con él la nueva esperanza de que que sería un buen año para Raonic. El canadiense tuvo complicaciones para avanzar a cuartos de final, donde volvería a toparse a Rafael Nadal, pero a una versión mejorada a la que había enfrentado días atrás en Brisbane. El español lo venció en sets corridos y Milos se despidió de Australia. 

Casi un mes más tarde, Raonic apareció en Delray Beach para continuar con la primera gira de canchas duras y comenzar a planear los dos primeros Masters 1000. Mostró un gran nivel en los cuatro partidos que disputó; en uno de ellos terminó venciendo a Juan Martín Del Potro en sets corridos. Sin embargo, una lesión le impidió disputar la final y competir en el Abierto Mexicano Telcel, torneo en el que había confirmado su participación. Las molestias se mantuvieron lo suficiente como para que Milos se ausentara de Indian Wells. Prefirió descansar y planear su participación en el Miami Open, el segundo Masters de la temporada. El nacido en Montenegro apareció para vencer a Viktor Troicki, pero nuevamente volvería a retirarse del torneo por cuestiones físicas. Raonic enfrentaría un mes de ausencia de las pistas. 

Difícil encontrar ritmo

Milos volvió en Estanbul, ya con la gira de polvo de ladrillo andando. El descanso pareció haber hecho efecto esta vez, pues logró llegar a la última instancia de aquel ATP 250, donde terminó perdiendo el título frente a Marin Cilic. Llegó a Madrid con la mira puesta en lograr por fin una buena participación en un torneo de maestros pero no fue el caso. Raonic se despidió en su segundo partido frente a David Goffin perdiendo en sets corridos y siendo superado en todos los aspectos. La historia no fue muy distinta en Roma, donde logró vencer a Tomas Berdych en octavos pero terminaría cayendo en cuartos ante Alexander Zverev

Raonic volvió a los ATP 250 pero tampoco encontró su lugar ahí. Viajó a Lyon para encontrar confianza y ritmo pero se encontró con una nueva derrota inesperada, esta vez ante un Berdych que días atrás había derrotado sin complicaciones. El factor psicológico comenzaba a jugar en contra del canadiense. Sin la preparación ideal, Milos llegó a París para disputar Roland Garros. Después de las primeras dos rondas se encontró con el retiro de otro adversario y así logró colocarse en octavos de final. Pablo Carreño, con su temporada en pleno ascenso, le propinaría a Raonic una nueva derrota sorpresiva y además dolorosa, que lo obligaba a despedirse del segundo Grand Slam de la temporada en la primera semana. 

Por si se tratara de un factor o no, el canadiense decidió romper filas con Richard Krajicek, el ex campeón de Grand Slam que fungía como su entrenador. La ruptura se dio en buenos términos y Raonic continuó trabajando con Riccardo Piatti de cara a la gira de hierba, donde tampoco encontró buenos resultados. Milos llegó a Londres para disputar el Aegon Championships y Wimbledon. Del primero saldría en primera ronda, eliminado por Thanasi Kokkinakis, y del segundo, en los cuartos de final traes caer ante Roger Federer. Poco pudo hacer el canadiense en la Centre Court hace un suizo que continuaba desplegando su mejor tenis. Aquella versión de Raonic capaz de eliminar a 'Su Majestad' exactamente un año atrás lucía cada vez más lejos. 

Desenlace prematuro

Después de Wimbledon, Milos ya se ubicaba en el puesto 9 del ranking, seis sitios por debajo de donde había terminado la temporada anterior. Cuando llegó a Washington, para iniciar la segunda temporada de canchas duras, ya estaba en el lugar 10, rozando el top ten. Y sus malos resultados no le ayudarían a mantenerse ahí por mucho tiempo. Llegó hasta los cuartos de final en la capital estadounidense, donde Jack Sock lo despidió en sets corridos. Según el propio Milos, se sentía bien para encarar el Masters 1000 de Montreal. Jugar ante su público, en su casa, era algo que podría aportarle sensaciones positivas. Debutó ante Adrian Mannarino y ahí terminaría su participación, luego de un partido realmente malo que terminó perdiendo por un doble 6-4. 

Raonic pasó por el quirófano para realizarse una operación menor en la muñeca, que lo mantuvo fuera por casi dos meses. El canadiense volvió a las canchas en Tokio, ya en el lugar 12 de la clasificación. Venció a Viktor Troicki en su estreno, pero terminó por darse cuenta de que no podría continuar. Se despidió del torneo por la misma causa de toda la temporada: las lesiones. Su cuerpo y su mente dijeron basta. Milos se vio en la necesidad de dar por terminada su temporada para empezar a planear el 2018. La próxima temporada sin duda será distinta, empezando por su cuerpo de trabajo, ya que en noviembre despidió a Ricardo Piatti, por lo que el año que viene será una renovación total. 

Después de alcanzar su primera final de Grand Slam en Wimbledon, y de estar más de tres años dentro de los primeros 10, Milos Raonic ha retrocedido notablemente en su camino por encontrar las máximas glorias del tenis. El cascaron del canadiense continúa agrietado pero parece cada vez más lejos de romperse. El camino a la élite luce complicado para Raonic. Nuevo equipo, físico renovado y su puesto en el lugar 24 del ranking le traerán desafíos a los que ya no estaba acostumbrado a enfrentarse. De no reponerse, Milos podría ubicarse dentro de esas tantas promesas del tenis que nunca terminaron por cumplirse.