De Kuip abrí sus puertas para acoger la final de la Recopa de 1997. El tercer torneo europeo de clubes exhalaba su último aliento. Desaparecería dos años después, arrastrando ilusiones y dejando melancolía. Se enfrentaban nada menos que el vigente campeón Paris Saint Germain, y el dominador histórico. Un Barça que con esta victoria conseguiría su cuarto entorchado y doblará así a sus perseguidores inmediatos AC Milan, Chelsea, Anderlecht y Dinamo de Kiev. Fue, quizá, la final de mayor nivel de las últimas que se disputaron en la añorada competición.

El FC Barcelona del 97 era el conjunto de Bobby Robson. Ya no pertenecía a Cruyff. Y no intentaba parecerse ni lo más mínimo. El míster, a su llegada esa misma temporada, dijo que ni pensarlo. Él era inglés, su personalidad era británica y su fútbol poco tenía que ver con la escuela holandesa. Dejémonos de posición, de presión arriba y de tres defensas, de riesgos poco necesarios, y seamos serios y pragmáticos. Pero no obviemos el ingenio, eso nunca.

Así que habiéndose abierto el mercado europeo con la Ley Bosman, fichó a los mejores futbolistas mundiales y creó la plantilla más exageradamente buena que se podía imaginar. Luego puso un 4-2-3-1 y a cada jugador en su puesto. Con implicación y buen ambiente grupal, conseguido a través de la corrección en los modales y un profundo conocimiento de este deporte, hizo olvidar, al menos en parte, al Dream Team. Para cuando se necesitase temperamento, ahí estaba la mano derecha. José Mourinho pondría lo suyo.

Aquel Barça tenía de todo. Un Vitor Baía que, pese a quemarle el balón, despejaba lo indespejable. Un Sergi que hablaba de tú al mismo Maldini y venía de ser nombrado mejor lateral de la EURO ´96 en una selección que había caído en cuartos. Guardiola en plenitud y sin lesiones y el último gran Popescu haciéndole de escudero. Luis Enrique, el niño -justamente- mimado de Bobby, que jugaba en cualquier puesto del campo y solía ser el mejor de lo presente. Un Figo que ya pasó de ser joven y un Stoichkov renacido a sus 30 primaveras tras su paso por el Calcio. Y arriba, De la Peña y Ronaldo. El primero asistiendo al espacio que el otro generaba o creando el espacio cuando ni se imaginaba que pudiese existir, y el otro ganando los partidos que prácticamente se le antojaban.

En las cuatro eliminatorias de la competición nadie había conseguido una victoria contra los azulgrana. La Fiorentina de Toldo, Batistuta y Rui Costa sufrió en sus carnes el ciclón barcelonista en las semifinales. Los viola se pensaban cerca del partido definitivo tras traerse un empate del Camp Nou, y se encontraron con un 0-2 en Florencia.

Celebración (foto:blaugranas)
Celebración (foto:blaugranas)

El PSG no se quedaba corto. Ya no era el ataque fulgurante de dos años atrás, con el Balón de Oro Georghe Weah y su socio Ginola, pero eran los vigentes campeones. El único ausente de la final que el año anterior se ganase al Rapid de Viena fue Youri Djorkaeff. El crack había marchado en la temporada previa. Sin duda, se trató de otra gran pérdida, que se sintió menos dado que ahora estaba Leonardo. El fino brasileño jugaba dónde quería y como quería. En esta final lo haría de segundo delantero y exhibiendo su técnica sobre su velocidad. Eso, lo que quisiera.

El que sí seguía en el equipo era el eterno capitán. Con Raí, Cauet y el internacional Guerin en el centro del campo, el PSG había contrarrestado la huida del talentoso Djorkaeff con una solidez al alcance de pocas escuadras europeas. El veterano Lama seguía impidiendo los goles y el genial Patrice Loko, tras ser titular en la Eurocopa de Inglaterra, marcándolos. Leonardo daba la transición y la elegancia desde la izquierda. El conjunto de Ricardo Gomes era un bloque. Y arriba tenía mecha rápida. Tanta como para colocarle un 3-0 al Liverpool en la semifinal y mandar de vuelta de Reino Unido a los McManaman, Barnes, Collymore y Fowler.

FC Barcelona 1-0 PSG (14 de mayo de 1997, De Kuip-Rotterdam)

FCB, en 4-2-3-1: Baía/ Ferrer-Couto-Abelardo-Sergi/ Popescu-Guardiola/ Figo-De la Peña-Luís Enrique/ Ronaldo

PSG, en 4-4-2: Lama/ Fournier-Le Guen-N´Gotty-Domi/ Cauet-Guerin-Leroy-Raí/ Leonardo-Loko

Ambos equipos visten de azul y rojo. Por tanto a uno le tocó ir de verde y al otro de blanco, haciendo, como ya pasase en la final de Wembley ´92 con el color naranja, más identificable la posterior victoria barcelonista. Eso sí, para la fotografía final con el copa, todos de azulgrana.

Guardiola, De la Peña y Figo contra Raí y Leonardo sería el duelo en la imaginación. Popescu como sombra de Raí, capitán sobre capitán, y Guerin de De la Peña harían lo propio en la destrucción. Luego, Ronaldo y Loko intentaría dar la puntilla. En la banqueta esperarían su momento de gloria Busquets, Amor, Stoichkov, Pizzi y Giovanni por los catalanes y Algerino, Pouget, Dely Valdés Fernández y Kenedy por los parisinos.

El cuero echó a rodar y el ritmo fue altísimo. Luís Enrique amonestó a Fournier en el primer minuto, lo que abría un filón en la izquierda. Bobby Robson olió sangre ahí y puso a Figo a percutir con su regate, cambiando el lugar con Lucho. Los primeros compases fueron dominados por el PSG, pero todo gracias a la intensidad. La calma la intentaban poner Pep y "el pequeño buda". Figo se asoció con Ronaldo en el minuto 10, y sólo el disparo con la menos buena impidió el primer gol del portugués. Su chut lamió el poste.

El PSG seguía adelantado. El Barça esperaba atrás y cuando recuperaba la pelota intentaba coger la vía lógica, directa y segura: el carril Guardiola-De la Peña-Ronaldo Nazario en dirección al gol. Sergi se comía el carril, ¡por el amor de Dios!

Momento del gol (foto:goal)
Momento del gol (foto:goal)

En el ecuador de la primer mitad Leonardo seguía moviéndose entre líneas, y cada balón cerca de su zurda era una acción de peligro potencial. En el 30´envío fuera un latigazo, tras robo y asistencia del "10". Fernando Couto fue amonestado, tras embestir a Fournier, lo que no dejaba de ser noticia… Más tarde, Couto remató a gol de modo imperial un testarazo en escorzo que parecía imposible, como tampoco era noticia. Aun hoy, repetición tras repetición, cuesta ver la presunta falta de Popescu por la que fue anulado el tanto. Incluso dónde estaba el infractor rumano.

Figo, Luís Enrique e Iván iban de un lado a otro, buscando el metro libre más cercano al balón, más cercano al maestro Guardiola. De la Peña bajó a su campo a recibir y asistió a Ronaldo que, con la mitad de cacha por delante, cogió velocidad e hizo recular a medio equipo francés. Nadie le quiso entrar, claro, pero finalmente pudieron cerrarle el tiro a la derecha del marco de Lama e impedir el gol. El que no pudieron evitar fue el del minuto 37. Ronaldo provocó el penalti. Fue un derribo mediante rachón de N´Gotty, que parecía lo único posible a hacer para frenar la maniobra de esa bestia de cabeza afeitada. El mismo Ronaldo materializó la acción fatídica. Mirada a la izquierda y tiró al centro-derecha que engañó totalmente a Bernard Lama. 1-0, aquí estuvo la Recopa.

En la reanudación los entrenadores fueron a lo seguro. Amor y Algerino relevaron a los amonestados Popescu y Fournier. Cauet estuvo a punto de empatar en los minutos iniciales de la segunda mitad con un zurdazo en dirección la escuadra. Pero era el año de Baía. Una estirada felina y el balón lejos de los tres palos proyectado por su guante derecho. Todo en orden, reflejaba su gesto. En el 56´ Loko cruzó al palo y el rechace lo malogró Leonardo de manera poco comprensible. Fue un susto mayúsculo del que el Barça supo sobreponerse. Viendo que la copa se le escapaba, en el minuto 67 el técnico de los galos apostó por otro hombre gol. El panameño Dely Valdés entró por Guerin, pasando Leonardo a la banda izquierda y formando una nueva dupla de ataque. Figo devolvió el golpe con un lanzamiento al travesaño y Robson aguantó los cambios hasta última hora. Stoichkov y Pizzi entraron cerca del 90´para perder tiempo. Markus Merk pitó y la cuarta Recopa luciría en las vitrinas de Can Barça.

Fue un gran año el primero sin Cruyff. Inicios dubitativos de Robson, ideas cuestionadas constantemente hasta entrado 1997. Hasta que De la Peña comenzó a ser titular y todo empezó a girar en torno a él. Esta Recopa era el segundo título del Barça de Bobby Robson. La Copa del Rey que Pizzi arrebataría al Betis de Serra Ferrer haciendo olvidar a un Ronaldo convocado con Brasil, cerraría el ciclo. Robson y Ronaldo sólo estarían un año, pero su legado permanece indeleble en la mente de los seguidores.

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