El cielo también llora, eso se mostró ayer en la Arena Condá, donde se realizó el velorio colectivo de 51 de las víctimas que murieron en el accidente aéreo del pasado lunes en Antioquia. 

Cuán tibios eran los cánticos de las tribunas, y no es para menos, pues en los rostros de los aficionados del Chapecoense solo se veía dolor, después de que de un día para otro pasaran de estar rozando la gloria en Sudamérica a tener que despedir a sus héroes.

En la gradería se podía ver la leyenda que mejor reflejaba el sentimiento de la gente en esos momentos: "nas alegrías e nas horas mais difíceis, meu furacão tu és sempre um vencedor" (en las alegrías y en las horas más difíciles, mi huracán tú eres siempre un vencedor).

En el campo de juego, el panorama no era menos descorazonador: un globo blanco subía al cielo cada que se pronunciaba el nombre de una víctima y el alcalde de Chapecó dio un discurso tan emotivo como su llanto en Medellín. Para resaltar, en el Atanasio vistió la camiseta del Chapecoense y ayer en la Arena Condá lució la de Atlético Nacional, el rival del equipo de su ciudad en la final que nunca se jugó.

Así como en la capital de Antioquia se vieron centenares de escudos del Chapecoense durante el evento en conmemoración a las víctimas, ayer sobraron los agradecimientos en Brasil para el Verdolaga, club que encabezó el apoyo nacional hacia un pueblo que aún llora la pérdida de una delegación.

El fútbol en Chapecó nunca será igual y el suceso que hoy enluta al mundo quedó grabado para siempre en el corazón de los colombianos, en especial de aquellos que hicieron parte de los homenajes que se realizaron durante la semana. 

Para unos demagogia, para otros un completo acto de solidaridad, pero lo del Nacional con el nuevo campeón de Sudamérica fue justo y de paso sirvió para unir a dos países que hoy no conocen distintivos de colores, al menos hasta que dos de sus equipos vuelvan a medir fuerzas, aunque ya con el respeto que la vida del hermano se merece.