Hoy que recordamos con cariño aquel 30 de abril de 1947, día en el cual se registra por escritura pública la fundación de nuestra institución, quisiera pedirles a quienes amamos a Atlético Nacional a que no olvidemos a quien es quizás el personaje más importante de su historia: Humberto "Turrón"Álvarez.

La historia de Turrón y Nacional parece sacada de un cuento de hadas escrito por García Márquez o una novela de amor de Shakespeare, tan magnífica como Romeo y Julieta... Pero fue real, no producto de ficción, fue escrita a punto de buen fútbol, coraje para no abandonar el barco, resiliencia para salir de las adversidades, lealtad por no dejarse seducir por las tentadoras ofertas del exterior, corazón y fuerza testicular para soportar los días grises.

Posiblemente nos gastemos la vida entera y no entendamos la relevancia del legado de Turrón. 

La importancia de Humberto Álvarez no sólo radica en que fue el mejor jugador de la época (me atrevo a decir que de la historia nuestra) y de la creación de una Natillera con la que se cubrían las cuestiones administrativas, sino que con ello refundó a Nacional, no dejó que, como otros clubes de la época, desapareciera, lo representó ante diversas instituciones; fue capitán y campeón, fue el alma de la Institución.

Turrón merece más que una placa cada que Nacional recuerde un momento importante de su historia, merece estar vigente, el cariño de su afición, los mejores médicos para que estén pendientes de los achaques propios de la edad, Turrón merece una pensión simbólica por parte del Club o una Natillera por parte de la hinchada.

Que bueno que sus últimos años los viva con decoro, que sienta cuanto lo amamos, cuanto significa para Nacional y su gente.

No dejemos que su nombre sea sólo parte de una historia que nos vanagloriamos en contar, hagamosle los homenajes en vida... EN VIDA... ¿Cuantos clubes de élite pueden contar que su primer ídolo vive? Hagamos que se sienta vivo de verdad.