Si se tiene en cuenta que el tema a tratar es si este país es creíble o no fuera de fronteras, nos damos cuenta que varios casos que se han dado demuestran que ni siquiera lo es dentro de sus propios límites territoriales y para su propia población, por lo tanto, ¿qué podemos esperar que vean en nosotros los demás?

Sin duda que el hecho más notorio fue el golpe de mesa que se dio el 31 de marzo en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) al darse la renuncia de su entonces presidente, Sebastián Bauzá, junto a todo su Comité Ejecutivo, las Mesas Ejecutivas tanto de la A como la de la B, además de muchas personas de confianza del mandatario que decidieron retirarse junto a él.

Sin embargo la polémica que llevó a Uruguay en ese entonces a la boca de todos, no fue el nombrado abandono de la presidencia, sino los motivos por los cuales esto sucedió. Una cortina de violencia que se utilizaba como pretexto para ocultar el verdadero motivo de fondo el cual estaba rodeado de beneficios económicos y empresariales, no fue lo suficientemente oscura como para tapar esta verdad.

La verdad sobre la verdad

El hecho ocurrido en el Estadio Centenario entre la hinchada de Nacional y la policía, días atrás, provocó que el presidente de la República, José Mujica, retirara la guardia policial de los estadios al próximo fin de semana. Supuestamente por este motivo, sumado a la suspensión del partido de Peñarol y la presión sobre el Ejecutivo de la AUF por parte de Eduardo Ache para la quita de puntos de este encuentro, fueron los que llevaron a Bauzá a abandonar su cargo.

El motivo dado por el expresidente fue la “ingobernabilidad”, cuando en verdad ésta la mantenía contra un frente de equipos que unidos y buscando desestabilizar su gobierno, lograron el cometido de voltear al máximo mandatario y así lograr terreno libre para beneficios de terceros, estos terceros que en el fútbol no ven rodar una pelota, sino un signo de dólares.

Este grupo de siete clubes, de los más necesitados económicamente, se cargaron con la labor de hacer frente a toda propuesta planteada por parte de la AUF, de llevar la contra de manera caprichosa y hasta infantil, cegados por obtener una recompensa y una retribución a la hora de pasar raya y ver los resultados.

Estos mismos equipos que se plantaban en contra de Bauzá presentando una denuncia penal contra la Confederación Sudamericana de Futbol (CONMEBOL) por supuesta malversación de fondos y de recaudación mediante los derechos de televisación. Esto se dio luego de que por parte del organismo sudamericano se negara una oferta por los derechos televisivos realizada por la empresa Global Sport, la cual es propiedad del empresario Francisco “Paco” Casal.

El hombre detrás de la pantalla

Puede parecer coincidencia que aparezca este nombre en juego, pero no lo es en absoluto. El empresario, quien también es dueño de Tenfield y ya mantenía un enfrentamiento con el entonces presidente porque este pretendía poner en licitación los derechos de los partidos televisados de la selección nacional antes del Mundial de Brasil mientras que él no estaba de acuerdo con que eso se hiciera sino hasta después de la Copa, se ve luego de la renuncia del expresidente de la AUF beneficiado al no tener un interventor tanto en los negocios locales, como continentales.

Mientras todo esto, los equipos llamados “grandes”, hicieron una suerte de “vista gorda” ignorando de cierta forma lo que pasaba pero sin perder la intención de pretender integrar el nuevo comité de neutrales que durante el gobierno de Bauzá no contaba con representantes de estos dos equipos, pero al darse la salida del mismo, no perdieron tiempo ni oportunidad de correr a ocupar un lugar.

Esto no fue pasado por alto, ni por la CONMEBOL ni mucho menos por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) quienes tomaron cartas en el asunto y actuaron, tanto en contra de los clubes denunciantes a la confederación sudamericana, como al nuevo Ejecutivo formado de manera poco creíble y parcial.

Estos hechos recorrieron el mundo y dieron vista a todos de que la credibilidad que se había logrado en el gobierno de Bauzá, la cual se había perdido desde el gobierno de Eugenio Figueredo, actual mandatario del organismo del fútbol de Sudamérica, se estaba volviendo a perder y que la palabra “proceso”, esa de la que tanto se estaba enorgulleciendo el país, se estaba derrumbando por intereses personales.

Dura sanción, pero el deporte no se toca

La CONMEBOL, apoyado por la FIFA, sancionó a Uruguay dejándolo sin voz ni voto en la confederación, mientras que a los clubes involucrados en su contra se decidió abrirles expedientes disciplinarios ya que se considera que estos equipos actuaron de manera buscando favorecer y beneficiar en razones económicas y empresariales a terceros, y aquí es donde vuelve a sonar el apellido Casal.

Así queremos hablar de credibilidad. Un país tan pequeño donde los intereses monetario de un individuo, quien no es más que una persona ambiciosa en busca de enriquecer aún más y codiciosa de poder, logra más que los deseos de muchos humildes y trabajadores, quienes además de todo demuestran con creces que se pueden hacer las cosas bien y honorablemente.

La selección es de todos, los clubes de algunos

La selección uruguaya, la única capás de dar la cara por el Uruguay en el resto del mundo, es la que se ve en medio de toda esta “mafia”, una situación ya vivida en el pasado cuando no era más que un equipo “privatizado”. Todo esto a falta de pocas semanas para el Mundial.

La actualidad de los clubes individualmente, no es mejor que la de la AUF. Dentro del país parece no existir el término “proceso”, y los equipos que si pretenden hacerlo son víctimas y devorados por los más poderosos económicamente. Esto lleva a que este intento de mejorar desde abajo no dé frutos y termine en fracasos deportivo.

A la visión internacional, el fútbol local uruguayo dejó de ser la potencia que era antes y esa credibilidad que marca la historia de instituciones como Nacional y Peñarol se pierda en una fase de grupos donde la marca que logran batir es la de peores actuaciones a lo largo del tiempo, dejando a las claras las fallas dirigenciales que se ven en los terrenos de juego.

Estos dos equipos, los más poderosos de nuestro país y los cuales deberían ser el orgullo de nuestro fútbol, terminan siendo la vergüenza y deshonra en comparación a Defensor Sporting, un club que si puede ser llamado “serio”, producto de su buena organización interna que lo lleva a alcanzar el nivel que viene demostrando en la Libertadores, pero no sólo en fútbol, sino que en basquetbol también y siendo finalista, lo que demuestra una solidez institucional y ética de la que carece el resto.

Situación decadente de la que no se escapa ni el arbitraje local, como ejemplo está que para el Mundial de este año, no fue elegida ni siquiera una terna arbitral integrada por miembros de Uruguay y eso no sorprende ya que el nivel demostrado fin de semana tras fin de semana es muy bajo y ya nos estamos acostumbrando a ver errores y horrores a la hora de impartir justicia en un encuentro.

Pasión celeste

Entonces teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo podemos pretender hablar de la credibilidad del fútbol uruguayo? Fácil. Lo creíble de nuestro deporte favorito y más amado por todos no está detrás de un escritorio ni dentro de un banco, está en una cancha y en el lugar del mundo que sea.

Las farsas de los dirigentes, las ambiciones económicas de empresarios vinculados a intereses personales y ambiciosos, y todos esas vergüenzas que vivimos y vemos aquí y que desde “allá” nos ven, se olvidan y se dejan de lado en cada gol.

La credibilidad del fútbol uruguayo está en cada hincha, en la alegría del triunfo y en la tristeza de la derrota, tanto de los fanáticos como de los protagonistas que dejan el alma por sus colores y por su país. Mientras esto viva, nuestro fútbol siempre va a ser creíble.

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Sobre el autor
Maxi Barboza
Uruguayo, vivo en la Villa del Cerro, soy fanático del fútbol y del Moto GP. Estudié Periodismo general y Periodismo deportivo. Atrevido como muchos, sincero como pocos.