Los partidos de la selección Sub-20 fueron esculpidos por el mismo escultor. Con ciertas mejorías desde la generación de juego y la creación de sociedades pero con el mismo inconveniente surgido desde el partido contra Uruguay: Los goles se escondieron.

El combinado nacional no ha realizado un performance negativo desde el planteamiento de los partidos ni en la actuación de los intérpretes elegidos por el director pero, es cierto que las victorias terminan siendo las pruebas que inclinan un veredicto positivo o negativo.

Balza para acercarse a Peña

El equipo de Rafael Dudamel ha crecido desde la organización del ataque con el ingreso de José Balza como titular en el tercer partido, que surgió como el enlace entre las líneas de defensores y medios con Ronaldo Peña. Recortaba distancias para que los defensores y volantes no se excedieran de balones largos en búsqueda de lo que sea.

La aparición del jugador del Carabobo FC como una opción viable para que el equipo logre afianzarse desde el juego asociativo más aun si Yangel Herrera y Yeferson Soteldo encuentran en él una vía más sencilla para encontrar al delantero centro de la selección en posiciones más ventajosas.

Peña no funge como un nueve de área posicional  sino más como un segundo delantero que le gusta retroceder para combinarse con los volantes y termina siendo perjudicado por el desgaste que genera luchar contra los centrales lo envíos largos de sus compañeros. El ingreso de Balza le aporta el apoyo para que no tenga que retroceder su posición para recibir la pelota y resolver.

La duda nace desde el cuerpo técnico de la selección que no parece haber establecido el once titular y los principales actores que puedan resolver situaciones incómodas desde el juego o el resultado.

La escasa profundidad por las bandas

Dentro de las variantes expuestas en el sudamericano la selección carece de un jugador que sea profundo por los costados. Los volantes por las bandas terminan centrando sus posiciones para acercarse más al arco con oportunidades de anotar pero, en los tres empates pasados, no existen desbordes  punzantes para generar desequilibrio.

El error no nace desde los movimientos espontáneos de los volantes, sino de la poca proyección de los laterales para generar superioridad por ese sector. Los volantes al sentirse náufragos por la bandas buscan sociedades por el centro,  sobre todo cuando los enjaulan y neutralizan por cantidad. Dicho síntoma no parece tener medicina para Dudamel y compañía. La escasa profundidad por los lados, genera la necesidad de utilizar el ataque interno en una zona sobrepoblada de rivales. 

Enfrentar a La Albiceleste con solo un resultado posible

Uno de los peores escenarios que se podían plantear para la fase de grupos: enfrentar al equipo de Claudio Úbeda con la necesidad de ganar y transformar las buenas sensaciones en una alegría.

El planteamiento es complicado desde el vamos pero, por lo desarrollado en Ecuador, Argentina logró despertar contra el combinado boliviano aprovechando momentos claves del partido y transformando las ocasiones en anotaciones, lo que a La Vinotinto  se le ha hecho muy complicado.

La selección Albiceleste ha utilizado 3 dibujos tácticos diferentes en sus tres partidos: 4-2-3-1 contra Perú, 4-3-1-2 contra Uruguay y el 4-4-2 en el último partido contra Bolivia. Los rivales invitan a Úbeda a cambiar el esquema para crear superioridad en zonas del campo donde el rival tiene mayores dificultades. Por similitudes entre rivales, el 4-3-1-2 usado contra La celeste debería ser el sistema ideal para enfrentar a Venezuela.

Presionar a Ascacibar. Vigilar a Barcos

La posición en el campo de Santiago Ascacibar, capitán y volante defensivo argentino, es relevante para el funcionamiento táctico del equipo de Úbeda. El joven de Estudiantes de La Plata tiene la responsabilidad de mantener el equilibrio cuando el equipo realiza las transiciones y de sacar la pelota limpia desde los centrales. En el partido de más dificultad, el entrenador le colocó a Brian Mansilla y Julián Chicco para protegerlo de las presiones uruguayas;  contra Perú y Bolivia formó parte de un doble pivot entendiendo que los rivales no presionarían tan alto.

La Vinotinto, de elegir mantener la presión a la línea de volantes, debería vigilar los movimientos del número 5 y obstruirle las opciones de pase para neutralizar su influencia en el juego. La mayor responsabilidad la tendrán los jugadores que formen parte de la primera línea de volantes junto al segundo delantero que tienen que vigilar de cerca los movimientos de Ascacibar para que no pueda encontrar con facilidad a los volantes ofensivos.

La otra influencia directa del desequilibrio argentino nace desde las piernas del joven de Independiente de Avellaneda, Ezequiel Barco,  uno de los jugadores con mayor proyección del balompié sudamericano. Desequilibrante, asociativo y muy maduro a la hora de tomar decisiones. Hay que vigilarlo para no sufrir en demasía. La responsabilidad recae también en los contenciones que deben ser capaces de neutralizar todos los ataques internos de los argentinos.

La diferencia que marcan las áreas

La Vinotinto ha demostrado controlar el espacio entre cada una de las áreas cuando el partido se juega a igualdad de condiciones pero es dentro de las mismas donde las diferencias se marcan. En el área propia, Wuilker Fariñez se ha convertido en el salvador en momentos claves de los encuentros frenando las arremetidas de los contrincantes. En el área rival, la definición se ha convertido en una tarea para trabajar arduamente.

Existen ciertas conductas de los individuos que terminan afectando su raciocinio a la hora de la toma de decisiones en momentos donde el tiempo es muy breve. Es injusto culpar a los delanteros de que solo se haya logrado anotar un gol en tres partidos  disputados. Dudamel tiene que seguir retocando las piezas en el tablero, tiene un día para establecer las soluciones de cara al partido que puede definir,  para muchos, un proceso de más de un año de módulos de entrenamiento. El equipo trabajará en búsqueda de los goles perdidos.