Stalin Rivas, cuñado de Paúl Ramírez y uno de los mejores jugadores nacidos en Venezuela, fue el encargado de difundir la infausta noticia. Después de un trasplante que resultó infructuoso y de dolorosos tratamientos, “La Iguana” Ramírez falleció este lunes. El guayanés formado en las categorías menores del Caracas Fútbol Club y que despuntó en el Sudamericano sub20 del 2005, hasta el punto de ser transferido al Udinese de Italia, sufrió una complicación que le subió la tensión y que a su vez ocasionó un derrame cerebral.

Luis Manuel Seijas, Ronald Vargas y Alejandro “El Lobito” Guerra, fueron compañeros de camada de Ramírez. Apenas contaba con 25 años de edad, el que supo ser una de las máximas promesas del balompié criollo. Una de sus últimas apariciones públicas tuvo lugar hace unos meses en el estadio Cachamay de Puerto Ordaz, en un encuentro de Mineros de Guayana, el equipo de su tierra. La familia del fútbol venezolano se solidarizó con su causa, pero a estas alturas queda la sensación de que se pudo hacer más por ayudarlo.

La ingratitud que sufren muchos futbolistas cuando apenas se alejan de las canchas y la situación de extrema gravedad en la que se encuentran muchísimas personas que esperan por un trasplante, son reflexiones obligadas que no deberían hacerse únicamente con motivo de la desaparición física de un brillante joven, al que sus allegados describen como una extraordinaria persona y un luchador.

El vinotinto hoy no servirá para acompañar triunfos y alegrías. Luto y tristeza es lo que hoy embarga a millones de hinchas venezolanos.