Y no me refiero a tu forma de jugar, de proteger la pelota y esconderla, tampoco a los tiros libres que cobras impecable a larga distancia y que los colocas en el poste del portero, para desafiar así al tiempo-espacio, la gravedad y a la habilidad del arquero en cuestión.

Tampoco está en tela de duda tu calidad, tu pasión y entrega por la albiceleste, que hoy más que nunca te ha dado la espalda con todo y sus aficionados, tras perder la cuarta final en tu carrera con la Selección de tu país: tres de Copa América y una de Copa del Mundo.

Ya no es divertido porque no da gracia tu gesto de desesperación, el ceño fruncido cuando te sentaste en la banca después de volver al segundo puesto continental. No me da risa como estiraste la playera argentina, como si la quisieras arrancar del cuerpo, de la piel y del alma. Me cuesta detectar el buen humor con la pelota que mandas a la estratósfera en el penal de la final; sin conocerte, supuse que lo primero que vino a tu mente fue “¿por qué otra vez?”, “me van a dar con todo”, “me van a llover las críticas”, siempre pensando más en las cosas malas que dirán tus detractores antes que las frases de apoyo de quienes te quieren.

No me causa la menor sonrisa verte llorando de tristeza, porque la época de burlarse de ti ya pasó, ya se sufre con tu angustia, con tu desesperación de ponerle pases de magia a los delanteros y que no las metan, como si el único con derecho de hacer grande a los pamperos tuviera por nombre Lionel Messi. Nadie más.

Pero no renuncies. No te limites a soñar más como cuando eras niño y estabas en fuerzas básicas de Newells Old Boys, de llegar a primera y ser campeón del mundo con la albiceleste, la que hoy rechazas. No nos quites el placer de verte al lado de tus compatriotas, comandando a once que ponen todo en ti, aunque no puedes centrar y rematar al mismo tiempo. Cómo si jugaras solo.

Niégate a darles la razón a quienes te juzgan de ser un jugador sin pantalones, como si enfundarte la mítica “10” que vistió alguna vez Maradona, fuera para cualquiera. Que te dicen que no tienes personalidad, o como dicen en Sudamérica “pecho frío”,  que son temerosos de la hora cero para definir partidos de la máxima relevancia, como no lo haces en Barcelona y como tampoco sucede con tu país. Estoy seguro que de haber sido campeón Argentina en la Copa América Centenario aún con tu penal errado, la gente diría que son los mejores “a pesar de Messi”.

Ya no eres divertido, Messi; y no me refiero a verte jugar, sino al fracaso tras fracaso que te rodea con la albiceleste.

Botepronto: Chile es un gran equipo, el mejor del continente que tiene a jugadores que son excelentes a nivel local y en Europa. Un buen ejemplo a seguir.

Préndela así, de volea.

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Sobre el autor
Aser Oropeza
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