Los de la comarca lagunera se caracterizan por buscarle de modos poco ortodoxos, por lo que la llegada de un portugués no sonaba tan descabellado. El llamado discípulo de Mourinho, llegó como una incógnita a dirigir a un cuadro que en ese entonces tenía pesos pesados como Oswaldo Sánchez, Darwin Quintero o Daniel Ludueña, que venían de unas buenas temporadas, cosechando títulos y encantando a la afición, hasta un nuevo estadio andaban entrenando. La expectativa hacia el trabajo del europeo era grande.

En su primer torneo cosechó ocho victorias, cuatro empates y tan solo dos derrotas. Mostró un nivel constante, todos corrían, o la mayoría, pues sus extenuantes horarios provocaron la ira de los líderes del vestuario, ocasionando varias salidas al término del torneo, pero que no empañó lo mostrado en el torneo. Llegaron a liguilla y echaron al Atlas de Tomas Boy, mostrando jerarquía y temple, pues en una disputa contra el ex técnico del Atlas, no se arrugó y le puso frente a un iracundo jefe.

Fueron eliminados por Cruz Azul en una semifinal donde los azules parecían tocados por un ángel, pues entraban todas, nada que hacer para los Laguneros. El equipo cementero de hoy dista mucho de aquel del 2013, donde también está años luz de ese Santos del mismo año, pues en éste torneo se acumula la mísera cantidad de dos victorias, seis empates y cuatro derrotas, un rendimiento muy pobre que refleja la inconstancia en la que ésta envuelta la máquina. En cuanto actitud, contundencia y despliegue físico se puede notar una clara pobreza que los de la comarca no mostraban en ese primer torneo.

Sin embargo, hay una gran similitud. El primer torneo sirvió para hacer ajustes, tanto en el plantel como en el organigrama. Hubo un cambio plausible que se espera también lo haya en el equipo azul. Así que los primeros torneos son similares. Veremos si el éxito en la laguna se puede repetir en la capital.