¡Ay Marquito! (así, en diminutivo)

Mientras más escucho tus declaraciones más me convenzo de que estás dedicado a todo, menos a lo que mejor haces –supuestamente-, que es jugar futbol.

Eres cliente frecuente de las revistas de chismes cada fin de semana por tus aventuras en múltiples centros nocturnos y tus romances sonados con actrices; además pusiste en vilo a la directiva del Guadalajara hace unas semanas por tu capricho de querer ir a probar suerte a otro fútbol, aunque fuera uno tan paupérrimo como el de Qatar –aunque no era el nivel futbolístico lo que precisamente te sedujo-.

Y para rematar, tenías que ponerle la cereza al pastel, y ¡vaya que lo conseguiste!

Ahora resulta que “te duele y hiere tus sentimientos” que la poca afición chiva que acude al Omnilife cada quince días te abucheé.

Yo te pregunto ¿Y qué querías que hicieran, que te aplaudieran?

Amagaste con dejar tirado al club más popular de México recién iniciado este torneo, en la cancha eres una sombra del jugador talentoso que – a cuenta gotas- has demostrado ser, y en los momentos de mayores complicaciones y presión huyes de la prensa y la afición. ¿En verdad te sorprende la actitud de tu fanaticada?

No sé si fue iniciativa tuya o una medida impuesta por la directiva del también arrepentido Jorge Vergara, pero sentarte a medio leer un escrito rodeado por tus compañeros -cuyos rostros evidenciaban perfectamente lo que pensaban sobre estar ahí parados- en vez de demostrar tu “cambio como profesional” en la cancha me resulta penoso.

Si quieres que la afición te reconozca, te aplauda y coreé tu nombre, ¡ponte a jugar futbol!

Influye en el accionar de los partidos, genera oportunidades trascendentales para tus compañeros, piensa en la cancha, anota goles. Eso es lo que quiere la gente de ti: que seas un futbolista y no un chamaco de la farándula disfrazado con el uniforme del Club Guadalajara.