Más allá de la prolongada crisis del Puebla FC, misma que no parece tener fin en el futuro cercano y que solo genera frustración entre sus seguidores, la planeación directiva en el seno del club sigue sin tomar rumbo. A menos de medio año de una nueva pelea por no descender, La Franja continúa sin tener un proyecto que demuestre que su potencial cumplimiento de ‘metas’ (si es que así se le puede llamar a salvar la categoría) no será dejado de nuevo a la fortuna.

Aunque de muchas cosas se pueda hablar con respecto al ignominioso desempeño del club casi de forma vitalicia desde el inicio del nuevo siglo (y un poco antes), salta a la vista la relación dinero-plantel, tan importante en una liga opulenta como la mexicana. Está claro que, desde que el fútbol nacional se volvió negocio de empresas multinacionales, son pocos los directivos ‘independientes’ –es decir, que no cuentan con el sustento de una compañía lo suficientemente poderosa– que pueden competir.

En el caso de los Camoteros la situación es ejemplificada de la mejor forma, al notar que el club jamás ha dado el salto para ser llevado directivamente por una empresa lo suficientemente solvente en el plano económico y, por consecuencia, los resultados suelen caer a cuentagotas. Entendido lo anterior, es de llamar la atención la ausencia de ese factor que reemplaza el talento externo y que debería ser parte de la filosofía de cualquier equipo que busque el éxito sin gastar las estratosféricas cantidades que se requieren para armar planteles competitivos: las divisiones inferiores.

Desde el 2009, solo dos canteranos han podido completar el proceso.

Pero, ¿qué pasa en la cantera del Puebla? Peor aún, ¿existe? Es evidente que, con las reformas hechas hace algunos torneos, todo club de Primera División está obligado a poseer una base de jugadores entre 16 y 21 años para alimentar a los equipos que jugarán en las competencias Sub-17 y Sub-20. En el caso del Puebla, la situación resulta ser un mero trámite, al nunca verse reflejada en un real surgimiento de nuevos talentos que puedan competir en el máximo circuito.

La situación es tan alarmante que, desde la Temporada 2009-2010 en la que fueron instaurados aquellos torneos, solo dos camoteros han podido completar todo el proceso que comprende iniciar con la Sub-17 y terminar debutando en Primera División: Jorge Zárate y Pablo González. De ahí en fuera, aún con un lustro de oportunidades para hacer algo más, La Franja solo se ha limitado a pedir prestado (sí, hasta para la cantera) y completar sus equipos con los jugadores mayores que no tienen cabida en el primer equipo.

Ejemplificando la no grata situación, el ‘mejor’ Puebla Sub-20 que ha existido hasta el momento, de la mano de Carlos Poblete, logró el subcampeonato en el pasado Clausura 2014, pero solo un jugador logró debutar en Primera División para el siguiente torneo y ni siquiera puede ser considerado 100% canterano del club; Eduardo Pérez, el centro delantero estelar de aquel equipo, logró emprender sus primeros pasos en Primera con La Franja, pero en realidad surgió en los Tecos de la UAG.

Además, si se le excluye, jugadores como Carlos Torres o Emilio Yamín ya superaron el límite de edad para jugar en el torneo de manera normal y ya no siguieron siendo considerados para el equipo, optando por continuar sus carreras en Segunda División. Por otra parte, jugadores como Aldair Santana o Jonathan Levin ya superaron también el límite de edad y, aunque se mantienen en Puebla, tampoco han podido debutar en 'la grande'.

Es verdad, los proyectos de inferiores son largos y Puebla no está para ellos este próximo semestre que será clave para definir su futuro. De todos modos, de mantener la categoría, sí se esperaría una definitiva reestructuración de la cantera de cara al mediano plazo.

Al final, un equipo que no cuenta con un proyecto estable en la dirección técnica, que no cuenta con el dinero para establecer plantillas poderosas y que no cuenta con cantera, prácticamente, no cuenta con nada.

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