Corría la época de los 90's, misma en la que en materia futbolística, contó con algunos hechos que en la actualidad, lucen verdaderamente lejanos, asombrosos y difíciles de creer. Tiempos en los que la Selección Mexicana de Futbol dominaba y aplastaba a sus rivales de la zona, César Luis Menotti permeaba su sabiduría y conocimiento en lo que a la pelota se refiere y claro, cómo olvidarlo, Cruz Azul compartía casa con el acérrimo rival: América.

Tras un periodo experimental, en lo que al futbol se referiere, un niño escucha, ve y observa como las pasiones diversas por un equipo u otro en casa, se vierten para conocer el resultado de una de las elecciones más importantes en lo que a la vida de un mexicano se refiere; elegir unos colores y una pasión que acompañará durante todos y cada uno de los días de un aficionado a este deporte, resulta cada vez, un privilegio mayor, esto debido al sin fin de herencias en las que uno se puede ver inmerso; sólo algunos tendrán el honor de escoger.

De sonrisa sincera, alegre... auténtica, un niño recibió la noticia que a todas luces estaba por marcar su vida por completo; ese pequeño, estaba por conocer, lo que hasta ese momento era denominado como uno de los escenarios más importantes con los que el balompié internacional podía contar. Aquella visita al Estadio Azteca fue la más especial de todas.

Ya en esa pletórica explanada, donde cualquier niño puede llegar a enloquecer, luego de observar caras pintadas, aficionados agitando sus banderas y miles de fanáticos con los colores de su equipo, ese infante recordó una cosa: no tenía aún, elección futbolística; puro, moldeable y genuino. La ilusión por pertenecer a un equipo, involucrarse con sus colores y vivirlos al máximo, le dio sentido a todo.

"Hijo, escoge una bandera", escuchó a lo lejos mientras observaba ese gigantesco estadio de futbol. Aquél día, 'La Máquina' jugó de local ante un equipo de avolengo y tradición: Leones Negros. Por ende, todo estaba dicho, ese niño se sintió atraído por un color que resulta esperanzador, agrada a la pupila y genera identidad para un pequeño aficionado al futbol en formación. El color azul nunca resultó tan buena elección.

La vuelta a casa resultó un trayecto lleno de felicidad, contagiada de un sentimiento esperanzador que solamente podría compararse con un 25 de diciembre o un 6 de enero; no había más. El futbol llegó para quedarse. La compatibilidad, el deseo y el gusto por el balón evolucionó. Aquel niño de a poco, fue involucrándose más con el juego. Buscó alimentarse de algo que va más allá de un equipo de futbol y lo que genera el mismo. Intentó quitarse el miedo ingenuo de saber, ¿qué iba a pasar cuando el goleador, Carlos Hermosillo no jugara más en Cruz Azul?, y fue ahí, en ese momento, en el que la preguntas fueron llegando una por una. 

Analítico, pasional, consecuente y exigente. Lo anteriormente mencionado, fueron los matices que complementaron ese gusto, esa pasión y la elección de ese azul celeste que por siempre, será recordada como la mejor apuesta para el niño que en el 'Coloso de Santa Úrsula', vio en Cruz Azul, el mejor motivo para enrolarse con el deporte que mueve masas y genera emociones desbordadas.

El paso del tiempo, le dicta a ese hoy adulto, que su apuesta le ha dejado un sólo título de liga, un par de copas, una actuación memorable en Copa Libertadores de América y algún título de Concacaf. También es verdad que afrontó en repetidas ocasiones tragos amargos luego de perder el partido más importante ante Necaxa, Pachuca, Santos, Toluca, Monterrey y América; cierto, se dicen todos y no hay motivo alguno para sentirse avergonzado de ello. Lo que podría resultar triste, para ese niño que lleno de esperanza e ilusión eligió los colores de 'La Máquina', es que el presente, no le denota muestras e indicios de verse de nueva cuenta como un equipo creado y conformado para ser el mejor de México, mismo que robe miradas y suspiros como en aquella década de los 70´s de Márín y otros muchos enormes futbolistas más. 

Por ahora, la espera continúa; el anhelo es grande y por ende la necesidad de gloria es inminente, sin embargo, recordar lo que el niño escogió ese día en el Estadio Azteca, invita a una sola cosa: nunca claudicar. Probablemente el futbol ha sido duro con ese niño, hasta la fecha, quizá también le esté aguardando un poco de esa gloria que haga comprender que nunca se puede cambiar de equipo de futbol.