Sábado 24 de enero del 2015, desde temprano se respiraba un ambiente de fiesta en las inmediaciones del Coloso que más tarde volvería a llevar a cabo una congregación casi suficiente para abarrotar las gradas del estadio más pasional del mundo de acuerdo a FIFA, sí, tal como se había especulado habría lleno en el Azteca. Es verdad que los de Coapa están acostumbrados a la incesante expectación de propios y extraños, sin embargo la tarde de sábado pintaba para algo diferente, un extra de pasión que se veía reflejado en las miles de camisetas con el dorsal 10 que merodeaban el recinto ubicado el Tlalpan, algo estaba por venir.

El partido inició con un estadio que parecía disputar una final o el pase a la Copa Libertadores, las gradas desbordaban ilusión, por una parte los chicos que hacían un recorrido con la mirada de 360° al monstruo de concreto que ha ganado campeonatos y que esta ocasión se vestía de gala, por otra parte los mayores que pese a no asombrarse con tanta facilidad como los más pequeños esta tarde se los ve con una mirada diferente, una mirada de idolatría que a la vez les dibuja en el rostro impaciencia por presenciar algo que hace mucho anhelan.

La disputa por los tres puntos se lleva a cabo, por un lado los de “la franja”  tratan de hacer su juego en el verde césped con mucha cautela, los locales por su parte ejercen su juego ofensivo cual auto deportivo hace rugir su motor de alto caballaje rompiendo el silencio con una acústica bestial, pese a esto la gente parece distraída, todos tienen un ojo en el campo y el otro en el banco.

Los pupilos de Matosas siguieron generando oportunidades ante un graderío que miraba insatisfecho los embates de las Águilas que no podían capitalizarse, lo más peligroso fue tal vez el cabezazo de Benedetto que buscaba techar al arquero camotero o quizá fueron las dos fallas de Peralta frente al arco, una calca de la otra, aunque todo esto quedaba en segundo término

Finalmente la espera agotadora terminó, la legendaria voz del estadio regocijante anuncia el ingreso del jugador por el que un estadio entero estaba esperando “entra con el número 10 Cuauhtémoc Blanco, de pronto los corazones se detienen cuando el último gran ídolo de Coapa pone un pie en el césped, entonces las luces de las cámaras y celulares en las gradas dan la ilusión de ser miles de estrellas que formaban una constelación que anunciaba la llegada del hijo pródigo ¡Sí señor, el “Temo” estaba en casa! . Ya nadie se fija en el marcador o el estilo de juego, las miradas se centran en el 10 que apenas al ingresar tira su primera pared con magistral toque para que se rompan las gargantas de los asistentes que al unísono coreaban “Ole ole ole ole Temo”.

El partido dejó de tener protagonismo para ceder toda la atención a la estrella de la noche que bailaba con “la caprichosa” esa que nos vuelve locos a todos pero que solo unos pocos pueden tenerla y tocarla con sutileza, hoy a la caprichosa la bailó uno que sabe y es tal su magia que a los de amarillo no les importó nada y coreaban un “ole” cada que el creativo mexicano tocaba el balón. Los niños presenciaban la aparición del ídolo y así entendían la admiración de los grandes, a su vez los grandes volvían a mirar al ídolo con la ilusión e idolatría de un niño, fue así como el partido se fue consumiendo y el partido finalizó para descontento de los asistentes que añoraban con toda su fuerza estar aunque sea un par de minutos más cerca del ídolo.

Todo culminó en un empate sin anotaciones, pero  ¿Qué importa? Si el ídolo los había deleitado con su toque preciso, su presencia única e irreverente, su humor y su picardía, así como su franqueza que lo orilló a declarar que él no quería placas a modo de homenaje e incluso mencionó no esperar nada de la actual directiva americanista,  pero como él lo mencionó alguna vez “solo queda el escudo”, es por eso que al término del encuentro la gente se rindió a los pies del guerrero de Tlatilco que olvidó toda diferencia con los dirigentes de su ex equipo y disfrutó del amor que le tiene la gente, esa gente que aunque lo vea con otra camiseta nunca dejará de llevarlo como un estandarte, esa gente que hoy abarrotó las tribunas para ver el regreso del último gran ídolo.

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