Hay momentos en la vida en los que un ser humano no es capaz de cambiar el rumbo de las cosas, en realidad los seres humanos son incapaces de alterar el tiempo. Sin embargo es posible alterar el orden de las cosas, en el caso particular del futbol, la responsabilidad de un resultado recae en jugadores y cuerpo técnico, en algunos casos el seguidor del equipo se limita a arengar o ser un espectador silencioso, según sea el color de la camiseta.

Si bien el futbol se juega 11 contra 11 y pese a ser denominado “un juego”, no deja de sobrepasar los límites de una simple competición, es un deporte que puede desatar los instintos más primitivos como los más nobles y sinceros.

Dependiendo el grado de amor que le tengas hacia la camiseta, el sentimiento de victoria o derrota varía según sea tu caso, por eso surge la pregunta: ¿qué pensabas al minuto 88´? Seguramente ya pensabas en cómo ibas a llegar al trabajo, escuela o universidad al día siguiente, en las burlas, en todo lo que hiciste para conseguir la entrada a la final, en los 8 años de sequía y las malas temporadas que acompañaste.

Quizá se te escapaban unas lágrimas de impotencia o tu incredulidad era tal que tu mente estaba en blanco. Como mencionaba al inicio “en algunos casos el seguidor del equipo se limita a arengar”, puede que suene a una barrera, pero aquel 26 de Mayo del 2013 quedó demostrado que el grito que nace del alma y se entona a los 4 vientos que impulsa al son de “Vamos América” es capaz de dar ese golpe anímico que hace falta en la cancha cuando el estado físico sufre estragos.

Aquella noche un impulso sobre humano empujó a los de Coapa y de manera épica jugadores y afición dieron la vuelta tomados de la mano. La copa del 26 de Mayo no se olvida y tal vez sea el título más glorioso para el americanismo por la forma en que se consiguió.

La esperanza volvía con el gol de Aquivaldo, el americanista nunca olvidará la manera en que gritó el gol que nos devolvía el alma, esa pelota que Moisés Muñoz hizo que cruzara la línea y se quedara jadeando bajo la red, provocando que todo fanático de América le gritara el gol al olvido cuando la suerte estaba echada. Es imposible no recordar la serie de penales donde Miguel Layún culminó y la vuelta olímpica sin que se te caiga una lágrima, porque estoy seguro que después de aquella noche te hiciste más americanista, más fiel y no importa qué tan gris sea el panorama, siempre pondrás el hombro al equipo y sacarás el pecho donde llevas los colores del América, haciendo alusión a la frase más vibrante del himno: ¡estoy contigo, oye mi corazón! Somos América señores.