Llegaba la recta final de un torneo Apertura y con ella, usualmente, los partidos de ‘relleno’ para el Puebla. Relleno entrecomillado, tomando en cuenta que la lucha porcentual siempre era materia de interés en el seno camotero y, por consecuencia, los partidos debían ser encarados con la suficiente seriedad como para buscar sacarles el mayor provecho posible, de cara a la pelea en la tabla de cocientes.

A regañadientes, tal vez, pero por segunda vez consecutiva, La Franja está encarando un Apertura con otro tipo de intereses. El descenso, si bien factible aún, lo suficientemente alejado como para trabajar con tranquilidad; la liguilla, contradiciendo la cotidianeidad de cada segundo semestre de año, lo suficientemente factible como para seguir siendo materia de interés y poniéndole sabor al último par de partidos que encarará el cuadro de Ricardo Valiño.

Puebla juega con un extra anímico

Es muy difícil hablar tácticamente del Puebla versión Apertura 2016. Desmenuzar lo que pasa en la cancha semana a semana con los Camoteros cuesta trabajo. Se podría decir que, a estas alturas, sigue sin aparecer un patrón lógico que dicte el rumbo de los partidos del blanquiazul basándose concretamente con lo que sucede en materia de planteamiento; de pizarrón. Lo cierto es que Puebla, casi en la totalidad de sus partidos, parece jugar con un extra anímico que lo logra sacar de la adversidad o, en el peor de los casos, al menos lo acerca lo suficiente al resultado como para no generar ese reproche que se volvió común por tanto tiempo, alusivo a la falta de interés del jugador por sacar la casta por el club.

Sí, los partidos contra Toluca y Guadalajara se echaron por la borda; no se quisieron jugar. Y aunque la situación no es plausible, ese tipo de exhibiciones parecen constantes en la Liga MX. Se sabe de antemano que los equipos, por razones particulares que probablemente no deberán ser del conocimiento del aficionado, no juegan con la misma intensidad algunos cotejos.

Pero a ese par de detalles, como contrapeso, se presentan los juegos contra: Tijuana, Chiapas, Veracruz, Morelia y Cruz Azul, en donde se superó al rival e incluso en varios se dio el toque de emotividad que demostró compromiso con la causa. Y a ellos se les agregan otros partidos más, como: el de Monterrey en el inicio del torneo, el de América, Pachuca y León; en donde, empatando, el sabor dejado, fue definitivamente positivo, tomando en cuenta las circunstancias del partido y del rival.

Este Puebla ha cumplido en lo que va del torneo. Probablemente, 20 puntos en 15 juegos dicen menos de lo que se pretendiera en un equipo que cumplió. No obstante, conociendo el sombrío pasado (y también presente) del equipo, por mayor positividad que se pretendiera en el inicio de torneo, era difícil asegurar que, apenas faltando dos juegos para concluir, La Franja seguiría en la pelea.

¿Fallar a liguilla revertiría la grata situación?

Salvo que Puebla presente peores exhibiciones que las que dio ante Toluca y Chivas, no. Los dos clubes que le quedan por enfrentar a los Camoteros, Necaxa y Universidad, son rivales directos en la lucha por los ocho primeros puestos, han mostrado cosas importantes en el torneo (particularmente Necaxa es la gratísima sorpresa del mismo) y tendrán que enfrentar sus últimos dos partidos en circunstancias similares a las de Puebla; con una concentración grande y un factor en particular que, para la mala fortuna de los Camoteros, será muy marcada: ganarle al Puebla prácticamente les asegura liguilla.

Entonces, sin el afán de sonar conformistas, hay que permitirnos disfrutar estos últimos 180 minutos del Puebla en el torneo regular, con la esencia que este mismo Puebla del torneo nos ha dejado. Con la alegría innata que da el partido a partido; la emoción pura que puede dar una remontada, un golazo, la actitud y el compromiso por los colores. Eso que tanto se pide en esta ciudad y que rara vez se ve. Eso que, al menos este semestre, se le ha brindado a la afición a manos llenas: alegría pura por ver al equipo jugar. Impredictibilidad total en cada uno de los resultados, permitiendo al aficionado ver cada juego del club con el interés genuino de saber qué pasará en la cancha, sin tener un ápice de noción de qué podrá pasar acorde a los antecedentes.

Al final, de ilusiones en Puebla se ha vivido por mucho tiempo. Y, siendo honestos, usualmente, como afición, no salimos bien librados de la situación. Este Puebla, remontándonos a la oferta principal del juego que es la de brindar alegría, ya cumplió. No es lo único, efectivamente. Pero, siendo tan impredecible como pocas campañas que se recuerden, bien valdría la pena tomar la alegría como el gran factor que definió a Puebla en el Apertura 2016.

Y que quede claro que alegría no es sinónimo de jogo bonito, ni su posible analogía mexicana. Alegría, para estos fines más esenciales, ha sido ver a un equipo que no se cansa, a un equipo que pretende el resultado en cualquier cancha y a un equipo capaz de permitirnos historias memorables con su tesón. ¿Cuántos partidos de este torneo quedarán en el colectivo mental de la afición poblana? Seguramente más de uno y seguramente alguno de ellos en el podio de los últimos años.

Entonces, se viene el final del campeonato y con él el último llamado para que Puebla regrese a la liguilla tras seis meses de ausencia. Ya habrá tiempo para hablar de lo malo, de lo colectivo y de lo individual. Por lo pronto, a disfrutar.