Tal cual, la letra de José Alfredo Jiménez aplica perfecto para lo que Ricardo Peláez, flamante Presidente del Club América, ha hecho con los jugadores de renombre del conjunto de Coapa.

En lo personal, me parecía imposible que se quisiera desprender de Rubens Sambueza y Darwin Quintero. El primero alzó distintas copas con los azulcremas, mientras que el segundo significó un gran esfuerzo económico para la directiva ya que, dicen, su transferencia valió 13 millones de dólares (un costo exagerado); sin embargo hoy están en la lista de transferibles de la entidad.

En muchas ocasiones lo he expresado, mantengo una relación de amor-odio con el argentino Sambueza. Siempre me pareció increíble que un jugador con buenas cualidades técnicas, de desborde hasta línea final, de garra, lucha y temperamento, use precisamente esas últimas cualidades para hacerse expulsar en el momento de mayor tensión en los distintos partidos. Lo de esta final contra Tigres fue la última, parece ser, que le pasó la directiva de Coapa al jugador. Su expulsión es más que absurda, es una mentada de madre a la afición que sentía cerca la treceava copa; su expulsión insulta a sus compañeros de equipo, insulta a Paolo Goltz que lloró por su injusta tarjeta roja la cual la misma comisión disciplinaria reconoció como error arbitral (¡ya para qué!); insulta a la defensa que había hecho un estupendo trabajo con André Pierre Gignac conteniendo sus embates. Ruben Sambueza se tenía que ir de la institución desde hace mucho, pero su jerarquía como capitán impedía que las altas esferas águilas tomaran la decisión. El momento llegó y, estoy seguro, habrá quien lo considere un ídolo pero jamás estará en el Olimpo Azulcrema.

Lo de Darwin Quintero es la típica contratación del América, un jugador con muchísimas habilidades que viene de un equipo de menor jerarquía y que la playera Azulcrema le quedó grande. Así, tal cual. En América no se puede tener un par de torneos mediocres, así como bajar el rendimiento que se te veía, al menos, en el equipo anterior donde estuviste. El colombiano siempre mostró exceso de egoísmo en la cancha  y las pocas veces que pensó en el equipo, no fueron suficientes para mantenerse.

De Erik Pimentel y Luis Donaldo Pineda no se puede decir mucho, sólo que mejoren porque con las Águilas no tienen cabida.

 

De los que se fueron, Moisés Muñoz ocupa la mayor cantidad de reflectores. Todos sabíamos que la llegada de Agustín Marchesín indicaba que, al menos, debía pelear por un lugar que se ganó partido a partido y encumbró con aquél gol de cabeza que mete en la final contra Cruz Azul.

Siempre he estado en contra de las formas de Ricardo Peláez, pero la de Moisés Muñoz no se vale, de ninguna manera. No se vale que el famoso “portero del milagro” se vaya por la puerta de atrás, sin un reconocimiento, sin un partido homenaje, sin una conferencia de prensa. No se vale que uno de los jugadores que más ha amado la playera amarilla se retire a Chiapas como si fuera uno más. Moisés conectó con la afición, se puso la playera con orgullo y pasión y le dejaron de decir “gordo” debido a su compromiso en conseguir un físico atlético de acuerdo a las exigencias. Su paso por el Estadio Azteca quedará ahí, para la memoria siempre. Esa emblemática jugada nunca se borrará de la mente americanista.

Ventura Alvarado cumplió pero jamás se consagró como un indiscutible. Hugo González inició con muy pocas demostraciones que indicaran ser digno heredero del arco azulcrema, pero tomó vuelo y peleaba la titularidad a Moisés Muñoz, lo que le vale para fijarse en un buen equipo. Osvaldo Martínez es de esos casos raros que mostró este Centenario: te dan el reconocimiento como uno de los mejores mediocampistas en la historia del Club América pero sales en transferencia en el descanso siguiente. Así de incongruentes en la silla de Presidencia del América.

Tigres ganó bien, las pésimas decisiones arbitrales fueron para los dos lados. Ver reír al Tuca Ferretti es para enmarcarlo porque no sabes cuándo volverá a suceder; mientras, Ricardo La Volpe se pone digno coloca en la incertidumbre su continuidad al frente de los millonetas, luego de perder la final del Centenario.

Botepronto. Un mal Centenario, ya se verá el siguiente en el que nosotros ya no estaremos para vivirlo. Porque eso sí, el futbol nunca se va a terminar.

Gracias por aguantarme este año, nos vemos el siguiente y ¡felices fiestas!