El primer paso para escribir una historia, es tomar el lápiz. Antes de eso, el amigable artefacto de madera deberá tener la punta correctamente afilada. Aunque claro, para asegurarlo, es preciso contar con un sacapuntas. Ya que nos aventuremos en el noble acto de escribir, notaremos que las cosas muchas veces no salen como pensábamos que serían, por lo que conviene cargar con una goma. También, es casi seguro que en algún punto la mente se nublará; cuando eso pase, un buen libro y un álbum de fotos pueden ser de gran ayuda. ¿Pero cómo cargaremos con todo eso si necesitamos movernos y continuar en otro lado? Pues es claro: con una mochila.

Ahora sí, estás listo para escribir LA HISTORIA. Oh, pero espera, mira eso. Los de allá ya llevan un capítulo. El de junto ya va por el tercer libro. Y mira, el que empezó contigo ya hizo 10 páginas. ¡Maldita sea! Si no te hubieras tardado tanto sacando punta, consiguiendo sacapuntas, goma y empacando esas cursis tonterías, ya llevarías algo. No estarías hasta atrás, al fondo, donde nadie te lee sencillamente porque no has hecho nada. Carajo. Quizá no sea lo tuyo. Tal vez estás tan inseguro porque no eres bueno; de hecho, si apenas estás por escribir es porque ya tiraste varias hojas. Un desastre. Y los de allá... ¡Ja! Hasta con la punta desgastada y la hoja rayoneada siguen escribiendo.

Y pues nada, te haces bolita. ¿Qué más queda? Tanto esfuerzo, tanto esmero en conseguir todo, en esta preparado. ¿Para qué? Los que venían atrás ya hasta te rebasaron. Pos te matas. O bueno, mejor no, pobre de tu mamá; de hecho sería muy ingrato, tomando en cuenta que ella te dio para comprar todo. ¿Y qué hay de tus seres queridos? Acuérdate que ellos te dijeron dónde estaba la papelería y te ayudaron a llenar el álbum; unos ya se fueron, otros ya no están tanto, pero vamos, así es la vida. Ahora que lo pienso... ¿y tú? ¿Neta juntaste todo para nada? Ni de adorno sirve. Veamos, ¿qué podrás hacer? *inserta emoji pensativo que se toca la barbilla*.

Quizá deberías empezar a escribir. Ya sé, ya sé. Lo de los demás parecerá mejor, pero pues qué, tú haz lo tuyo. Igual no dañas a nadie. Vas, empieza. ¡Eso! Muy bien, el primer párrafo siempre es el más difícil. Sí, continúa. Perfecto todo... un momento, ¿por qué desvías la historia? Ah, ya veo. Te diré algo. Antes de que continúes, manda a la mierda ese librito de autoayuda y esos post motivadores que guardaste en Facebook; no, no es el mejor día de tu vida sólo porque así lo decretaste. Y esos 10 tips de Bill Gates o Bill Murray o quien sea no te van a servir. ¿Por qué? Porque no eres ni Bill Gates ni Bill Murray. Además, ambos sabemos que no vas a despertar a las 6 am y que eso te frustrará. Mejor toma una pausa y ve a leer el libro y hojear el álbum que traes en la mochila. Quizá ellos tengan alguna respuesta.

Oh, ya volviste. Estás borrando esa desviación, me parece bien. Y la punta es nueva, excelente. Todo lo de la mochila ha servido y lo has sabido utilizar. Pues ya, sigue con lo tuyo. Ya sé que nadie te hace caso. Pero equis. Te sientes contento con tu trabajo. Sabes que es bueno. De hecho, hasta lo disfrutas. Sí, ya pasó un buen rato. Pero ve, las hojas escritas con cada vez más y mejores.

Y ahora que lo noto, allá atrás están los que se adelantaron. ¿Los ves? Dicen que se estancaron porque no llevaban nada. Vamos, se lanzaron al chingadazo, disculpando la palabra. Tú te armaste bien, te diste tiempo de borrar, fortalecerte e inspirarte. Y aquí estás. No vas hasta adelante. Mucho menos hasta atrás. De hecho no te importa. No entiendes porqué tanto afán de compararse. Te tranquilizas porque estás avanzando. Caminando. Paso a pasito. Con firmeza. Sabes que así, un día acabarás la historia. Y cuando eso pase, empezarás otra. Y la gente la leerá, la contará a los demás. E irremediablemente, empezarán más historias, porque las ganas también se contagian.

Pero bueno, no nos adelantemos. Deja de correr, mejor camina. Sigue escribiendo, redactando. Disfrútalo. Contagia a los demás. Ten miedo, llora, siéntete solo, borra y saca punta. Está bien. Camina despacito, pero no te detengas. Aprecia el paisaje. Agradece por cada árbol que te alimenta. Toma fotos. Tú con calma, que corran todos los demás.

Esta es la historia de VAVEL. Ah y también la mía. ¿Y qué creen? En 2017, seguimos caminando.

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