Desde el pasado domingo que Chivas se coronó como Campeón del Clausura 2017 de la Liga Bancomer MX, la emoción se ha desbordado y los nombres de todos los que merecieron este logro se han acumulado por montones y todos con razones válidas; Matías Almeyda por su revolucionaria llegada, Jesús Sánchez por lo que luchó para retomar el nivel que llegó a mostrar o Rodolfo Pizarro y Orbelín Pineda por su trabajo de generación/recuperación, entre muchos otros.

No obstante, por más que cada miembro de la plantilla se encuentre en el mismo nivel de merecimiento, es obligación destacar Carlos Salcido, el jugador que cumplió el su frustrado sueño de levantarse en todo lo alto con el equipo con el que se proyectó para tener la longeva carrera que ha labrado.

Todos en algún punto tuvimos el deseo de vernos bañados en gloria, enfundados en los colores con los que siempre anhelamos; su imagen recibiendo y levantando el trofeo se ha convertido en una simbólica para los seguidores, ese sueño que tuvimos todos los apasionados por este deporte, algo que cabe destacar, pues se diría que, sin ser un menester vital para él, se antojaría como la única meta a nivel personal que le había faltado en toda su carrera.

Su paso en Selección Nacional siempre fue de reconocerse, el trabajo que hizo con PSV, levantando la imagen del balompié azteca en tierras holandesas, en donde se coronó en un par de ocasiones, además de su corto, pero provechoso paso con el Fulham en la Liga Premiere y su profesionalismo mostrado en su recorrido por Tigres, con quienes también pudo campeonar en su momento.

Jugando como zaguero, ya sea central o lateral, además como mediocampista, el oriundo de Jalisco formó su propia historia, aunque el último paso con la institución tapatía solo se le había aproximado al ver en televisión la final de aquel 2006 ante Toluca; tuvieron que pasar más de diez años cuando él y la afición pudieron volver a saborear las mieles de una nueva estrella, pero no fue sencillo.

Su regreso fue hasta el 21 de mayo del 2014, como uno de los bomberos en una situación desesperada por la pelea en el descenso, fue un proceso largo y tortuoso, donde bajaban, subían, estaban hasta las últimas plazas o parecían salvados; era titular, para luego ser relegado a la banca y después de tres años, cuando para muchos su carrera expiraba, tuvo el puesto de confianza una vez más y ahora fue más importante que nunca, como uno de los hombres importantes en la parte baja. Con menos velocidad, fue el que metió la pierna fuerte en los momentos importantes, el del temple, el capitán, que en la serie contra Tigres formó una tercia implacable con Alanís y Pereira para bloquear a una de las ofensivas más letales de la Liga.

Fue hasta ese ansiado pitazo final cuando el deseo se materializó, ya no solo había levantado la Copa, ahora era el trofeo que parecía negársele por años y cuya importancia se sintió mayor a lo antes conseguido. Ahora no se sabe qué rumbo tomará; físicamente se ha mantenido al margen, sin embargo, los años siguen pasando. El nuevo reto que se viene es demostrar que la doceava no fue de suerte, que el cuadro de Almeyda tiene para seguir siendo competitivo más tiempo y si desea prolongar su carrera más años, será en el vestidor, en cuanto al carácter y sobre la cancha uno de los referentes