La práctica previa al debut de México en la Confederaciones rusa ofreció un par de bondades a destacar: la apertura completa a la prensa y los cambios de orientación dirigidos desde el sector izquierdo a la figura de Carlos Vela. 

Ante Portugal, la imagen se repitió de manera constante aunque no con la misma efectividad del día anterior: el balón está tan acostumbrado a dormirse en su guante izquierdo que, de vez en cuando, busca nuevos horizontes. 

Vela terminó por ser decisivo, incluso cuando no lo quiso: Guerreiro exoneró a Salcedo, dudó entre el balón y su marca; Chicharito fue el de los viejos tiempos. Ceder un balón en el área al '11' mexicano es como, decía Menotti, dejarle un bandoneón a Marconi. 

Mientras él así lo decida, la sapiencia ofensiva de México tiene y seguirá teniendo sólo un protagonista: Carlos Vela.

Sin embargo, Juan Carlos Osorio había establecido un plan y con poco menos de treinta minutos por delante: arrebató, a propios y ajenos, esa creciente probabilidad de vencer al campeón de Europa. 

Cédric y Moreno quisieron animar la fiesta, pero los niños que asistieron al Kazán Arena seguían preguntando por el mago, quien, de no surgir otro plan, tendrá su próxima función en Sochi.