Si el censo anual del gobierno ruso se realizara este sábado 23 de junio, Rostov sería la primera colonia mexicana. La Arena de Rostov es un manicomnio tricolor y la energía de la tribuna pareciera que se transmite a los once jugadores tricolores.

De Luzhniki a Rostov, el equipo de Osorio únicamente cambia un nombre: Salcedo a la central con Moreno y la integración de Edson Álvarez como lateral derecho. Sin embargo, las funciones de los jugadores cambian porque el bloque coreano impide jugar por dentro. Así lo avisó el propio Osorio hace veinticuatro horas en la conferencia de prensa.

Lo que no esperaba el entrenador del momento es que su rival asiático traería la pierna tan entrona. A Hirving Lozano le pegan dos veces en los cuatro primeros minutos del partido. Su estado de forma no se conforma en lo ofensivo; en el primer contragolpe, generado en un tiro de esquina tricolor, corta la jugada siendo el último hombre.

México está jugando de manera correcta, aunque no logra esa virtuosidad como ante Alemania. Lógico: el rival cuenta y mucho.

La inexperiencia de Edson Álvarez se nota. El defensa, que apenas hace dos primaveras adquirió su licencia para conducir, paga el derecho de piso. Se come un regate y deja a Hwang sonriendo. Por unos milímetros, el error de Álvarez no pone a maldecir México.

México y Corea se baten en un duelo del gato y el ratón. Cuando el conjunto tricolor cree haber visto la cola del roedor, éste se esconde. Sin embargo, todos sabemos que generalmente hay algún ratón despistado. En esta historia, Hyunsoo Jang es aquel roedor que, por una desatención, estropea la misión.

El destino, tan caprichoso como considerado, permite que Carlos Vela pueda dedicarle su primer gol en un Mundial a su difunto abuelo. Sí, Carlos. Estuvo contigo en vida ante Alemania y, hoy, lo está contigo en alma frente a Corea.

Ahora sí las cosas están donde Osorio desea. Corea se tiene que abrir para atacar por lo que el futbol por las bandas, la fortaleza de México, puede brillar. Cuatro minutos después del 1-0, Layún se queda saboreando el segundo.

Osorio y Héctor Moreno lo saben. México luce mejor, aunque las transiciones defensa-ataque de su rival son un verdadero peligro. Cuando el árbitro marca el final del primer tiempo, el primero en irse insatisfecho al vestidor con su libreta es Juan Carlos Osorio.

Segundo tiempo

Corea es superior a México. El uso de los espacios facilita el juego de los dirigidos por Taeyong Shin. Para fortuna de Osorio, no logran capitalizar en el marco de Ochoa.

México encuentra oro en un pozo con un doble rebote en los pies de Guardado que de no ser por la magistral acrobacia del arquero Jo, el Tricolor habría sellado su pase a la siguiente ronda.

Disminuido física y mentalmente, Lozano ya no puede más. Una falta lo deja tendido en el terreno de juego. Osorio es consciente que el partido no va bien y llama a quién más que Rafael Márquez para ordenar el escenario.

Pero cuando la pelota está de tu lado, ay Dios, es tan complicado decirle que no a lo que ella quiera. En una pelota recuperada por Herrera, proyectó el contragolpe de Lozano y éste dejó en bandeja de bronce, no plata, su gol #50 al dorsal #14 de México.

Probablemente Chicharito hubiera buscado conectar de primera, pero Javier Hernández recordó lo aprendido en un año ciertamente mísero en el West Ham. Con su pie izquierdo recortó hacia dentro y dejó que el otro hiciera explotar a todo un país.

Todos festejan, pero a Osorio ni el 2-0 le vende espejos. A cerrar el partido con Márquez, por Guardado, en el centro del campo y la velocidad de Corona en sustitución de Lozano.

La humedad de Rostov le cobra su primera factura a Osorio porque Edson Álvarez se comienza a acalambrar. "Miguel, ven tú", le grita Ochoa al que hasta ahora era el volante derecho. No más.

Desde fuera del área, Son dispara y descuenta en el tiempo agregado, aunque no alcanza para más. 

Seis puntos de seis y lo impensable estaría por suceder. La gestión de Osorio puede calificar a esta selección como primero del grupo de la actual campeona del mundo en Ekaterimburgo.

Quién diría que al entrenador que se le abucheó a días del Mundial en el estadio Azteca, hoy tiene a Rostov gritando "eeel Proooofe Osorioooo".

Diría Napoleón, la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana.